Un Mundo Alterno
Por Juan Fernández
En las noches, especialmente en las cálidas,
cuando no necesito más que mi alma para cubrirme,
después de observar el día a día de mi pueblo,
¡ah, querido pueblo! hoy odiado por todos.
Cansado de ver un mundo que no cambia,
oigo voces que me llaman y me exigen libertad.
A veces las puedo reprimir por pequeños instantes,
pero ya es tarde, no puedo más,
no estoy seguro si quiero retenerlas.
En las cimas de otros pueblos puedo ver otros
que, como yo haré, han dado libertad
a las voces que los llaman.
Me insisten y me miran con ojos de juicio
y demandas. ¡Ya!
Entre mis temporales existe un mundo
que puedo ver constantemente.
Dormido o despierto, siento sus ojos que me miran,
la realidad no oculta mis pensamientos.
Ahí guardo un mundo lleno de ilusiones y esperanzas,
lleno de entes especiales que viven, respiran y crecen
como si fueran dueños de sí mismos,
y ahora quieren escapar y me exigen emancipación.
A través del tiempo, pero no distancia,
los he visto crecer, formarse, ejercitar sus debilidades
hasta convertirse en quienes son, independientes.
Existen allí seres de otro mundo, seres sin igual,
llenos de experiencias alimentadas por mí,
capaces de buscar soluciones y encontrarlas.
Casi cuatro décadas en desarrollo y ya no pueden más,
no quieren esperar, se comportan como si fuera su decisión
y no mía; lo siento mucho,
no por ellos, sino por un viejo yo que va a morir.
Hoy los dejo salir, como seres de un cuento de hadas,
los dejaré salir de mí, pensamientos de un mundo nuevo,
de un mundo alterno.
Brillarán como nunca las estrellas y la luna,
el calor del sol cubrirá mi rostro,
y en la oscuridad de un mundo viejo
buscaré las luces de esperanza, las que guardo yo,
las que guardan otros que, como yo, buscan liberar voces
reprimidas.
Hoy dejo libre a quien he retenido toda mi vida…
a mí.
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