Guardo una esfera que robé una noche oscura de un cuento de hadas, repleta de utopías, flotando en el cuarto secreto que llevo escondido en el espectro luminoso de mis entrañas. Protegido por un ave Fénix, amigo de un dragón dorado. Grifo pasea entre ellos para resguardarlos.
Tengo establos repletos de unicornios que alimento a diario con el maná que me sobra, lo mezclo con huevos dorados de las muchas gallinas que tengo en la granja. Huevos que fecunda un Quetzalcóatl que traje de mis viajes a Centroamérica, obsequio de mis amigos mayas, hermanos de aztecas, hijos de olmecas azabaches.
En el patio de mi aliento, detrás de los establos de los pegasos, tengo un lago donde toman agua mis licántropos y mis cerberos. Las sirenas nadan como dueñas del agua y el marjal, que comparten con los centauros de los pueblos aledaños. Todos protegidos por gárgolas que, aun cuando se tornan en piedras, pueden aterrorizar a los más atrevidos humanos.
Ayer, mientras caminaba, Esfinge le narraba a Cupido miles de fábulas nunca contadas, yo escuchaba silente, ellos caminaban agarrados de las manos, en las calles tristes de mis lamentos. El sol nos daba en la cara, pero las sílfides nos protegían con sus alas.
Hoy flota en el mundo de mis pensamientos un universo de estrellas, donde mis ángeles y mis demonios conviven sometidos por el dolor de mis pesares y la armonía de mis sentimientos, mis querubines resguardan la puerta que permite que mi corazón lata sin quejas ni lamentos.
Mañana crearé las auroras con uno de mis respiros, bañadas por arcoíris que nacen en mis pupilas. Yo no soy un soñador de millares de fantasías, soy la luz de mi mundo, dueño de mis pensamientos, señor de mis demonios y esclavo de lo que expreso. Yo soy…yo.
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