Creo mucho en la paz del aroma del café, quizás sea el circular de la cafeína por las vetas de oro de las minas de mis momentos de sosiego, quizás es la herencia de siglos de regocijos culturales, quizás es la vehemencia, pero más que nada, y de estoy seguro, es la capacidad que tiene de consentir el registrar en trenzas las palabras de los labios de los míos. Cantar en mis oídos.
Las ondas sonoras de las cuerdas del instrumento vivo de las voces de mi gente, son la más armoniosa de las odas con las que oscilo las membranas de mis tímpanos, para disfrutar del vibrar del léxico bello del idioma de Cervantes. En sus bocas se crean melodías.
Sueño con sentarme a escuchar una conversación elocuente de dos de mis descendientes en búsqueda de soluciones para crear el universo que creen se merecen. Sin depender de nadie, reales soberanos. Sueño con tomarme un café junto a un desconocido que pueda poner en frases lo que siente, sin demagogia, sin rodeos, despacio verlo cociendo oraciones con hilos fabricados de la nada para emboscar en su mente la búsqueda de su razón y el despertar de sus ilusiones.
Piensa rápido, planifica despacio y acciona, comete errores…corrige…empieza otra vez, todo tejiendo sonidos de tu alma con las agujas de una taza de café.
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