Juan Fernández
Enmarañado en tus pechos, mi gloria,
emborrachándome, ojos cerrados,
en el olor sensible de tus axilas,
navegando, lento, con mi lengua
los peldaños de tus piernas
para escalar al altar que guardas
debajo del nardo de tus caderas,
cabizbajo, prendiéndote velas,
soy esclavo del extracto de tus besos
y del néctar del corazón de tu vientre.
Flotando entre la vida y la muerte,
respirando de tu aliento el oxígeno mínimo
en respiros que parecen quejas y lamentos,
colgando del borde de tu lecho,
con la cabeza sudada e invertida,
veo como caminas desnuda, entre sobras,
tus caderas ondulando me hipnotizan,
tus extremidades largas que se pierden
en la oscuridad de un pasillo de recuerdos.
Tu corto pelo danzando en tu frente,
tus ojos como fanales de un gran puerto,
me fulminas con tus miradas de ternura,
me dominas con tus toques de dulzura,
tus pensamientos se convierten en mis días
y tus manoseos pervertidos en mis lunas,
soy naboria de tu concupiscencia.
Perdido, a gusto, mariposa,
en tus mares caprichosos de lujuria.
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