Entre Sentidos
Juan Fernández
Se caen lánguidamente
las vendas de mis agraviados ojos turbados,
puedo percibir, sin querer, sin ellos
aún algunas ráfagas de luz
que, sin querer, me lastiman.
Se me escapa la verdad de la vista,
como pensamientos sufridos,
me deja, intencionalmente,
sus profundas huellas
y la maldición de sus fuertes castigos.
Se desvaneces lentamente
los corchos de ignorancia
que revisten de mudez
mis gastados oídos.
Puedo escuchar,
como escalpelos pulidos,
el olor frío de la lluvia ardiente
del sufrir de mi gente,
sus esperanzas disolutas
que corren en las cunetas,
y las inquietas quimeras
que se escurren en las alcantarillas
de una ciudad perdida.
Se derrite en mi piel pesadamente,
como cera caliente,
los lamentos estridentes de los inmorales,
cobardes siempre,
se ocultan de sí mismos,
se olvidan quienes son y de donde vienen,
castigan a los demás por su propio juicio
pero nunca perdonan.
Trabajan por un respiro,
por optimismo de locos,
siempre haciendo lo mismo,
se convierten, cada día,
a una cultura de maniáticos
y una realidad desconocida
que ni es verdad ni mentira.
Cualquiera les vende fantasías.
Se petrifica perezosamente
en mi cara el sello de mi boca.
Los labios se me consumen
por la falta de uso.
El sistema se burla de mí,
como payaso de un circo,
y me quito la máscara
y grito un sónico mudo.
La risa de los que no creen en mi gente
se agudiza en una monotonía
y sólo queda el olvido.
Las preguntas cobran vida en forma de murmullo
y todo se torna oscuro,
y los sentidos no tienen uso
y sólo queda el silencio.
La luz, que una vez iluminaba todo, se apaga
y solo quedan las miradas de los tontos.
Cierro los ojos que no tengo,
cayo la boca que he perdido,
se me quiebra la mente y el olvido
y sólo quedan tú y este pensamiento,
pidiéndote que osciles todo
que no permitas por omisión, descuido,
ni por sanción que te quiten tus sentidos
que lo cuestiones todo.
Y así, como si todo, pierdo el sentido de la noción,
pierdo despacio hasta el olfato,
la orientación y equilibrio,
me quedo finalmente sin ningún sentido
y solo quedo yo,
mi mente
y la incapacidad de olvidar a mi gente.