Juan Fernández
Quisiera que al levantar mi mirada pasiva, afanosa y firme,
no me sienta, como muchos, culpable, ni humillado
de los miles de errores que he cometido, cada uno mío,
ni de los errores perpetuos, de mis padres reflexivos.
Quisiera, y sueño que, ojalá, con el pasar de los tiempos,
mi comportamiento, fiel a mi pueblo, sea mi bandera,
las raíces, rectas y leales de mis actos, sean profundas
y los troncos, fuertes de mis pensamientos, sean como vigas.
Quisiera que al caminar, en paz, con mi gente, si, cada uno mío,
no tenga que bajar la frente ni por cobardía ni angustia,
porque cada vez que tomé una decisión, siempre fue mía,
pensando en lo mejor y no en ganancia propia, ni envidia.
Quisiera haberme ganado la admiración de mi tierra querida,
igual que he, desde lejos, aprendido a admirar todo de ella,
que su cálida bandera tricolor siempre ondule en mi norte,
su escudo de grandes valientes, perenne me guarde y apadrine
y pueda dormir, como un niño, bajo el canto rítmico de sus himnos
que flotan en lo más profundo de mi ser y mis pensamientos.
Quisiera ver a mis hijos correr en el campo de mis ascendentes,
aunque sea sólo momentos, entendiendo que la patria es suya,
que conciban y juzguen por qué defender su sangre taina,
y que lloren por respeto cada una de las huellas profundas
de un pasado tormentoso que aún nos persigue cada día,
que nunca mendiguen el suelo donde caminen, teniendo el suyo.
Quisiera vivir, sin rencores, una larga vida de logros cumplidos,
sabiendo que he luchado la batalla justa por mi país y los míos,
que mis hijos hablen de mi con honra, respeto y orgullo
y mis honorables padres sepan que soy producto suyo,
y después que me haya ido a una mejor vida, sin rencores,
y el polvo de mi cuerpo fenecido, se una al polvo de los míos,
seguiré gritando que soy nativo de un país independiente y soberano.
Quisiera dormirme en el vaivén de un acordeón y una tambora,
el zapatear de una mangulina, la cadencia de unas caderas caribeñas,
la sonrisa de mi esposa orgullosa de la vida simple que nos une,
en el cielo azul, despejado, de un suelo que llevamos en las venas.
Yo no quiero ser distinto, soy feliz como soy.
¡Yo Soy dominicano!