Poem: Rain of Life

By Juan Fernández










What will happen if you could not feel the rain?
If every drop that fall for you, could not reach you?
How will you know that it rains for you?

How will you feel if you could not feel the rain?
Will you cry endless nights to the sound of sorrow?
Will you wish to have a new chance to run naked
to the sounds of life?

How would I feel if the touch of life has touched
my face and now I can’t feel its warmth again?
Will I cry tears of damnation?
And become the very thing I detest the most?
Or Will I become who I should be and seek within
myself the true existence of my own being.

I’m going to walk out of my sheltered life,
and enjoy every drop that nature has to offer.

I’m going to seek to dance in a cloudy day,
and with my dance make sure it rains.

I’m going to choose to fly in the shadows
of a dark and cold night,
because every wind and thunder calls my name,
and I know they exist to be mine.

I’m going to stand in the middle of the storm
and enjoy every drop of the rain of my life.

I am, because I choose to be.

Poema: Mar de Mil Recuerdos

Por Juan Fernández









La paz dulce que llega con el pasar lento de los años
y las finas arrugas permanentes de una vida sin arrepentimientos,
como el pasar del viento sobre la arena seca,
que nunca pasa sin dejar huellas.


El caminar de los días pesados,
el vaivén lento de brazos cansados,
el lomo que se inclina, como haciendo reverencia
y la mirada suave de historia en su ocaso.


Los matices tenues del color ardiente de los años
arrastran consigo cada angustia y cada suerte,
como las olas que hacen los pensamientos
al pasar solas por el mar de mil recuerdos.
Y se llena de sonrisa el horizonte verde
dejando caer en velo de labios púrpuras,
el juego de mejillas casi esculpidas,
la vida se ríe conmigo y con ella.

Cuento: Un Día Como Ningún Otro

Por Juan Fernández

Ayer, un poco después de las cinco de la mañana, empecé a caminar, como todos los días, desde la esquina de la avenida Broadway y la calle 181. Frente al McDonald, donde me dejaba el autobús que tomaba desde el Bronx, era donde iniciaba mi ritual matutino, mi baño de pueblo. Empezaba a trabajar a las nueve, pero mi desayuno me lo comía caminado con mi gente. Aunque soy un producto puro de Guachinton Jai, las limitantes económicas, como si fueran mis amigas, me habían empacado las maletas, me recogieron los corotos y me mudaron a donde yo podía costear la renta. Mi comunidad, despacio, había migrado una vez más, gentrificación urbana, le llaman los expertos. Mi cuerpo dormía en el Bronx, pero mi corazón latía en el Alto Manhattan.

El aire estaba cargado de una energía nueva y desconocida para mí, por más que intentaba localizar su origen, me fue imposible. Miré hacia el norte, y con mi pobre visión podía ver, casi, hasta la funeraria Ortiz, en la calle 190. La bomba de gasolina de la calle 186, frente a la escuela pública, se veía desierta, pero aun asi, yo no podía ver nada extraño. Vi hacia el sur, y mis ojos se perdían en la gran avenida, podía ver los detalles del majestuoso edificio del teatro United Palace, en la calle 175. Algunos vendedores descargaban sus camiones para el mercado de pulgas frente al teatro...tampoco nada. 

Hacia el oeste, menos, en el cruce de la avenida Fort Washington y la calle 181, es un punto mágico de la división racial de Nueva York, judíos hacia el norte, dominicanos hacia el sur, una barrera cultural sometida por dueños de lujosos edificios. Pero hacia el este, en la angosta calle comercial de la 181, ahi, escondida entre cada sonrisa fingida, rodeando entre las habichuelas con dulce, los pantis, las réplicas de carteras de marca, los yaniqueques, y otro millar de mesas de vendedores ambulantes, podía ver que se movía un sentir, como si fuera un ser viviente, como un fantasma, algo completamente diferente.

En mis casi cinco décadas con mi gente nunca había escuchado tanto silencio en en la esquina de la Duarte con Paris, para nosotros aquí, la 181 con San Nicolás. En los rostros de los más ancianos podía ver la misma inquietud que tenía yo, algo había cambiado, no físico, sino emocional, casi espiritual. Muchas personas, hombre y mujeres, caminaban cabizbajos, sus sonrisas de faroles, a las que ya estaba acostumbrado, se habían apagado, y sus miradas se perdían en el pavimento. Sus parpadeos, pude notar, más lentos de lo normal. Algo le había robado el corazón a mi gente.  

El evangélico de la esquina, siempre risueño, trataba de pasar a los transeúntes, sus mensajes de paz y felicidad en la Palabra de Dios, pero no trabajaba, nadie le tomaba sus buenas nuevas. El ánimo de mi comunidad se estaba despacito perdiendo, como un riachuelo que se seca, como el sol cuando llega la lluvia. Algo había pasado ese fin de semana, después de tantos años, conocía mis lunes como si fueran mis familiares.

Cerré mis ojos, y allí, parado como una estatua, silente, dejé que mi gente me llenara, fue cuando empecé a comprender lo que estaba pasando, pude entrelazar comentarios sueltos de las voces tristes de los míos, pude respirar sus respiros, escuché el susurro de dolor, y fue cuando entendí que lo que estaba pasando era más grande que yo. 

-...¿pero para mañana si, verdad?...- dijo una joven, mientras la otra le respondía, 
- ...no manita, un día más, sino, no sirve…
-...¿tu crees que funcione?...- dijo un viejo sureño, su acento claramente de Barahona. Su acompañante, cibaeño, le dijo;
-...claro, no tenga ute la duda.
-...¿Para cuando veremos los resultados? - preguntó el señor que vende el maní tostado.
-...no se preocupe Don Selmo, siga vendiendo, que en unos días esto se acaba. - le respondió la vendedora de medias. Sus frases sueltas las ataba yo en mi mente y despacio perdía la venda.
-...¿y cómo va a comprar su medicina? - preguntó una mujer, que por su voz parecía muy bella. Mantuve mis ojos cerrados y continué escuchando…
-...le queda para una semana de insulina, no te preocupes.

La voces se fueron perdiendo, y el sonido leve de la calle se fue convirtiendo en ruido, los carros, la gente, los camiones, los comercios, el ruido de las rejas de metal elevándose para invitar al mundo a gastar, a consumir. El mundo me encontró parado en la misma esquina, con los ojos abiertos y las manos tapandome la boca, incrédulo, confundido. Aunque normalmente camino a mi trabajo, ayer tomé el tren, en silencio. Allí la gente estaba igual de extraña, algunos pasaban sus manos lentamente por sus frentes, otros se miraban y con sus miradas se decían que entendían. 

Al llegar a la casa no había dicho una palabra. Puse el maletín sobre la silla izquierda de mesa de comer, me senté frente al televisor, el cual nunca veo, y lentamente fui cambiando los canales hasta llegar al de las noticias de República Dominicana. En mi vida nunca había sentido tanto dolor, nunca había visto tanta tristeza, un vecindario completo bañado de angustia. Y alla ni lo sabian. 

La voz sutil de una hermosa reportera dijo:
Hoy, lunes, después de tres días sin recibir remesas de los dominicanos del exterior, el país se encuentra de luto. Varios diputados, diputadas y senadores han convocado a los diputados y diputadas de ultramar y representantes comunitarios para encontrar una solución. Nuestros corresponsales en Nueva York, Boston, Barcelona, Roma,Toronto, Sudamérica y hasta Japón, confirman que la comunidad dominicana del exterior ha sido sometida a extremadas interrogantes, abusos, burlas y, después de varias décadas de comentarios ofensivos, denigrantes, por sus compueblanos, simplemente, se cansaron.  
El sábado fue un día extraño, para muchos, eterno, el domingo fue un desastre para la seguridad nacional, en un día se cometieron más asaltos y robos que en todo lo que va del año, hoy, miles de familias, ancianos, niños, imploran a los oficiales gubernamentales trabajar con sus familiares en el exterior para integrarlos al día a día del país. 
Nosotros, todos, en esta red televisiva, aquí, en la capital y en todo el país, tenemos un dominicano ausente que se sacrifica todos los días para enviar un pedacito de él o ella en cada remesa, en cada maleta, en cada caja, en cada barrica, en cada sobre que trae el vecino, en cada encargo, en cada llamada. Sus aportes son vitales para el funcionamiento diario de nuestra nación y la mayoría simplemente los ignoramos. Esperamos que toda la nación considere los que significa ‘un día sin los dominicanos del exterior’.
La señal se perdió y la pantalla se quedó en blanco, como yo, un fuerte silbido retumbó en mis oídos, y las lágrimas corrían en mi rostro como ríos. Adquirir conciencia muchas veces duele.

El Reto de Ser un Dominicano en el Exterior

Por: Juan Fernández 
(Dominicano nacido en Nueva York, USA)

Por años la diáspora dominicana ha sufrido el castigo de haber salido del país, sin importar la razón ni la circunstancias, ese castigo se extiende a los que no salimos, sino que nacimos fuera del territorio nacional. Somos ciudadanos sin nación. Forasteros aquí y forasteros allá. Pero de esto ya he escrito mucho, ese no es el enfoque de este artículo, mi inquietud es el reto de ser dominicano en cualquier lugar, adaptándonos a todo, y el futuro de nuestro aporte a una mejor nación.

Mis padres salieron del país después de la muerte de Trujillo, mi abuelita mucho antes, era una de 3 ó 4 dominicanas en el Alto Manhattan, en el mismo lugar donde ahora somos más de 600 mil de primera generación y más de 400 mil de segunda (y aun no tenemos estadísticas de los de tercera). Salieron por razones políticas, si no salen hoy no les estuviera escribiendo esta nota y aunque dejaron el suelo de nuestro hermoso país en realidad nunca se fueron, pues dejaron allá su corazón, sus ilusiones y sus sueños. Nosotros hemos tenido que escucharlos hablar por décadas del “Retiro”, con la misma ofuscación que habla un pescador del pez que se le escapó. Toda una quimera.

Unos años después mis padres descubrieron que los que dejaron ya no lo veían igual. Por ejemplo, después de casi ocho años de regreso en el país los vecinos le preguntan a mi papá que cuando llegó y como dejó a Nueva York, 8 años viviendo al lado de ellos...simplemente no lo aceptan, no somos parte de ellos.

Podemos gastar libros sobre el comportamiento despectivo con el que somos frecuentados, pero cuando ellos llegan los tratamos como reyes, y podemos escribir enciclopedias sobre si tienen la razón o no de tratarnos así, si es por nuestro comportamiento, al final que importa, esa no es el orientación de este trabajo...yo quiero que hablemos de nuestra auto estima, de nosotros, como nos sentimos internamente, los que estamos aquí, el orgullo que sentimos de saber que un buen merengue también nos hace bailar como a los dejamos allá y como nos ponemos las gorras de las Águilas, El escogido y El Licey, y cuando vamos allá lo dejamos todo por los nuestros…ah pero sin dejar de seguir a los Yankees y Boston. ¿Y por qué es que las frituras del camión de mi amigo Luis me hacen aguar la boca?

Mi padre tiene ocho hijos, seis nacimos en Nueva York, ya tenemos hijos, y ellos a su vez tienen los suyos...somos más 30, somos líderes de la política de Estados Unidos, ah y votamos allá también, corremos campañas aquí y allá. Algunos son demócratas, otros republicanos, otros independientes, apolíticos, peledeistas , nacionalistas, católicos, evangélicos, ateos, ingenieros, magisters, profesores, enfermeras,  militares y hasta tenemos un nieto trabajando y estudiando para su doctorado en la Universidad de Syracuse, Todos 100% Dominicanos, todos orgullosos de serlo.

A mí me tocó lo mejor, conjugar todo en una época en una persona, a mis 44 años me ha tocado vivir aquí, allá, en Europa, Asia, y una vez hasta viví unos meses en Nigeria, y miren, nunca dejé de ser dominicano, nadie me vio como un gringo, ¡Qué “vaina” solo me ven así en MI País!

He trabajado para judíos, ingleses, norteamericanos, latinoamericanos, afroamericanos y ellos todos ven un dominicano orgullo del merengue, la bachata, el plátano, la pelota y mi bandera tricolor. Algunos luego se enteraban que nací en USA, y les pregunto…¨¿Si un chino nace en el África no le seguimos llamando Chino?¨. Un chino no es más chino que yo dominicano.

Este es mi reto.

Que cuando los nacidos en el país vean una joven bien educada, bella, noble, hablando un español perfecto y escribiéndolo como una pedagoga digan ¨¡Debe de ser una joven del exterior!¨y nunca más digan ¨Son tan pobres que sólo tienen dólares¨.

Convirtámonos en el Orgullo de Los Dominicanos.

Con nuestra educación en dos naciones, nuestro comportamiento ejemplar, nuestra entrega a lo positivo, nuestros triunfos en dos naciones, nuestros hijos bilingües, nuestros aportes invaluables a las naciones del mundo.

Verdaderos Ciudadanos del Mundo. Embajadores andantes de nuestra cultura.

Como lo son y fueron; Máximo Gómez, Julia Alvarez, Guillermo Linares, Adriano Espaillat, Zoe Saldaña, Oscar de la Renta, Providencia Paredes, Victor Rasuk, Moises Alou y cientos de deportistas, músicos, artistas, actores, negociantes, políticos…puedo llenar hojas de los nombres de los dominicanos de la diáspora de los que nos sentimos orgullosos.

No dejemos de enviar nuestras remesas que tanto necesitan nuestros compueblanos, pero enviemos también valores sociales, conocimientos, educación, cultura, y sigamos enviándoles medallas de oro (de las 3 que hemos ganado dos han sido por uno Neoyorquino…Muy Dominicano…Félix Sánchez)

 Viviendo para Servir

Poema: Cielos Purpuras

Por Juan Fernández

Tras mirar por los ojos de tu alma y catar el néctar
que destilas lentamente por los poros de tu piel,
no estoy seguro que quiera dejar de producir el polen
que buscas consumir cada día en los juncos de mi flor.

El nirvana se viste de purpura y las nubes no flotan,
el dulce vaivén de la leve brisa de un abril cualquiera
toca mi piel y me empaña de colores de arcoíris la mirada,
no quiero dejar de flotar en el cielo de tus encantos.

Sólo puedo dejar que vuelen mis ideas y se revistan de ti.

Poema: Expresiones en Versos

Por Juan Fernández


Un poema es un te amo en mil palabras,
es conjugar en delicados versos un te quiero,
es bailar la danza de las curvas de tus caderas
al compas de cientos de notas silentes
del fino instrumento de tus refinados deseos.

Una pluma en un papel es verter en tinta
las ambiciones de un afable beso eterno,
es moldear en los pliegues de tus hojas
los abrazos de que no existen, los creamos,
y las perpetuas miradas que podamos conjurar.

Sé convertir en verso un alfabeto de sentimientos
y en estos extraños símbolos de un idioma limitado
puedo expresarte como soy y como aprecio.
Continuaré despacio fabricando celestiales rimas
que me permitan expresarte lo que siento.

Un verso y una sonrisa, una flor y te amo.
Déjame seguir volando en el mar de tus caricias.

Poema: Días Que No Vivimos

Por Juan Fernández

Existen días eternos e invisibles,
días que no suman ni restan,
estos agraciados son los días
que más abundan en mi gente.

Los días impalpables,
inútiles en la marca cósmica,
días que no regresan,
días donde no producimos
ni para pagar el oxigeno
que consumimos,
estos pulcros son los días
más anhelados pos los míos.

Según pasa el tiempo
los días se convierten en semanas,
las semanas en meses,
los meses en años,
y estos en décadas,
los días que no vivimos
se nos van como sueños de cuna
que nos hacen reír solos,
pero no nos llevan a nada.

Algún día, uno de esos pocos útiles,
nos despertaremos algunos
y nos daremos cuenta
que los días que no vivimos no regresan,
que las manecillas del reloj
solo giran en un sentido,
y las marca de nuestro día ha pasado.

Algún día entenderemos que
vivir para morir no es una meta,
vivir para colectar un cheque de pensión
no nos da más seguridad
vivir no es trabajar sin parar
en vez de vivir para crecer, crear y prosperar,
vivir para salir de una cárcel perpetua,
de una existencia aburrida e ingrata,
vivir para nada.

Yo opto por despertar
y empezar a evaluar los días
que voy a vivir, no los que voy a gastar.

¡Hoy, yo opto por vivir
el día que la vida me ha dado!

¿y tu?

El Miedo de Hablar en Público

Por Juan Fernández


Resumen Ejecutivo: Este escrito es parte de un seminario de 4 horas que impartimos; algunas técnicas son simples, otras toman práctica y tiempo. Esta es la forma como YO venzo el miedo escénico.

El miedo de hablar en público es el número #1 para hombres y mujeres igual, aun más que la muerte. Una vez declamé algunos poemas de Duarte en mi escuela en Nueva York y mis profesores me felicitaban por el buen trabajo, pero por dentro me estaba muriendo del miedo; con el tiempo aprendí a enfocarme en otras cosas y prepararme para vencerlo.  Hoy puedo durar horas frente a un público implacable: los niños del sistema escolar de Nueva York...y sobrevivo gracias a algunas técnicas aprendidas y que quiero compartir contigo.

Usa el Subconsciente
Una de las prácticas que realizo y se ha convertido en la más fácil de realizar es "vivir" en mi mente todos los detalles de mi presentación antes de empezar. Me siento por un par de horas, solo, y creo en mi cabeza todo lo que voy a decir y como me voy a manejar en todas las etapas de mi disertación...el inicio, ¿Haré un chiste (casi nunca hago chistes)? ¿Contaré una historia?, las preguntas, las pausas...

Llega Temprano
Uno de los errores que cometemos cuando tenemos miedo escénico es llegar tarde y encontrarnos con el público ya sentado y TODOS los ojos en nosotros. Yo llego siempre temprano; me familiarizo con el escenario, la tarima, las personas, la ubicación de los toma corrientes, las luces, busco si tienen un reloj, los detalles técnicos...pero lo más importante es que voy conociendo a todo el que llega uno por uno y no en una multitud. Esto me da dos herramientas para vencer el miedo escénico: primero, me pone en contacto con mi audiencia, y segundo, me ayuda a localizar las caras conocidas.

Identifica Amigos
Según mi audiencia toma su lugar, me familiarizo con los espacios que van a ocupar mis conocidos o las nuevas personas que acabo de conocer. Antes de iniciar, los busco en la audiencia y les sonrío; sus caras se convierten en un punto cómodo para mí, en ese momento simplemente le estoy hablando a mis amigos, no a una multitud de desconocidos.

No Diga que Tiene Miedo
Los mormones tenían un anuncio que decía; "Sus hijos serán mañana todo lo que le dice hoy que ellos son"...eso se aplica en todo. Si dice que tiene miedo, lo tendrá; simplemente enfóquese en la tarea que tiene que cumplir. Nunca le diga a su audiencia que tiene miedo o está nervioso, ellos no ven cómo se siente, solo lo ven físicamente...así que respire y disfrute.

Un Paso a la Vez
Igual que cuando uno aprende a nadar, no salte a lo profundo, empiece por lo más bajo y despacio hasta que llegue a tener completo control. Por ejemplo, preséntele su material a un grupo limitado de amigos que le puedan ayudar a pulir su técnica. No espere al día de la presentación para darse cuenta que no está preparado. Use una cámara de video o una grabadora para verse o escucharse a usted mismo...esto lo familiarizará con su método y su voz.

No Tome las Cosas Tan en Serio
En muchas ocasiones somos nuestros peores críticos; relájese, disfrute lo que está haciendo. No pida excusas por sus errores, la mayor parte de las veces solo usted sabe que se equivocó. Por ejemplo; "Quiero pedir excusas por mi tardanza..." y todos pensaban que estaba planificado como parte de su entrada magistral. O, "Estoy un poco agripado, por eso no puedo hablar muy bien...", pídale a protocolo que le tenga un vaso de agua a temperatura ambiente en el podium y hable despacio. Pídale al sonidista que le suba el volumen del micrófono un poco, así podrá hablar un poco más bajo...pero no ponga excusas..."Me duele una pierna...", "Se me olvidaron mis notas..." todas estas excusas lo pondrán fuera de una zona de comodidad que necesita para poder vencer el miedo escénico.

Enfóquese en los Demás
Piense en cómo va a beneficiar a su audiencia, en la importancia de su discurso, en la razón por la que usted fue escogido para esto, en la importancia del material...enfóquese en la razón de su presentación...el resto es solo "sudor" y forma, el fondo debe tener el peso necesario...su audiencia dirá; "ella estaba nerviosa, pero qué tú piensas del punto que hizo sobre...". La gente no está ahí para verle fracasar, está porque piensa que usted tiene algo importante que decir...piense en ellos.

Vístase Cómodamente
Yo tengo unas botas que me encantan, son súper cómodas, me siento casi descalzo cuando las visto; si tengo una gran audiencia, me las pongo para sentirme cómodo. Evito el traje nuevo, los zapatos bonitos pero incómodos; me enfoco en mí y mi comodidad...si estoy cómodo, haré un mejor trabajo.

Lea y Edúquese
Existen cientos de técnicas útiles para vencer el miedo escénico, ninguna trabaja para todo el mundo todas las veces; algunas no se aplican, al contrario, los pondrán más nerviosos, pero al final esto es un arte, no una ciencia y, como todas las artes, algunos van a disfrutarlo y otros no. Lo importante es que usted disfrute cada segundo de su intercambio con su audiencia.

Hablemos un poco más...si estás interesado en un taller sobre este tópico, envíame un correo electrónico; trabajemos para mejorar nuestro desempeño.

Gracias

Las Resoluciones de Año Nuevo

Las Resoluciones de Año Nuevo
Por Juan Fernández
1/1/2012

¿Por qué nos trazamos metas inalcanzables? ¿Qué nos dice esta costumbre acerca de nosotros mismos?

Las más sencillas y comunes de nuestras resoluciones apuntan a mejorarnos: perder peso, ejercitarnos más, parar de tomar, aprender inglés o durar menos tiempo en Facebook. A mí me parece que esto es un reflejo de nuestra tendencia a no estar satisfechos con nosotros mismos, una forma de pensar que ocurre naturalmente en sociedades complejas, como la nuestra, repletas de condiciones que nos conducen a sentirnos inferiores; pero a la vez, tratamos de expresar nuestras esperanzas.

Hasta cierto punto,las resoluciones de principio de año son excusas para compensar por los descuidos del año anterior. Nuestras buenas intenciones son como licencias para las extravagancias de nuestros intereses comerciales con las que cerramos el año.Comemos y tomamos demasiado en diciembre y queremos adelgazar en enero; creamos ciclos perpetuos de doce meses donde acumulamos deseos y los fracasos de las ilusiones del año anterior.

Siglos atrás los sumerios iniciaban el año retornando a los demás las herramientas y cosas que habían tomado prestadas y pagando sus deudas. Quizás para ellos era más fácil; no tenían tarjetas de crédito, ni rentas tan excesivas, ni campañas tan complejas; pero el punto es válido…sus resoluciones eran obtenibles. 

Los psicólogos creen que es mejor simplificar nuestras metas para cubrir todas las bases en un solo colofón: Aprenderé a jugar tenis (nuevo) para ponerme en forma (salud) y ganarle en algo a Gabriel (específico) sin humillarlo (moral).

Para evitar fracasar, debemos poner en nuestra lista resoluciones que realmente podamos lograr. Por ejemplo; “Voy a empadronar, mantener contacto y sacar a votar a 10 dominicanos para que mi partido mantenga mi país en el camino hacia el progreso”, en vez de proponerte que todo el que conoces va a hacerte ganar las elecciones. Al final, esta última meta se escapa de tu control.

Muchas de nuestras resoluciones están destinadas a fracasar y hacernos sentir que vamos perdiendo nuestra estima y sentirnos decaídos. Les propongo lo siguiente: en vez de llenar una lista de metas tontas, hagamos compromisos sencillos, de objetivos simples que podamos alcanzar y sentirnos satisfechos de lograr hacer lo que nos proponemos y cumplir las resoluciones que nos trazamos.

La Caldera Donde Se Crean Los Líderes

  
Cuando el hombre empieza a crear las primeras comunidades sedentarias se reunían alrededor de una hoguera para intercambiar ideas, conocimientos, historias y hasta divertirse. En este ambiente nacían las personalidades de esa sociedad, los primeros oradores y artistas y también los primeros pensadores. Este concepto fue conocido por milenios como “El círculo de la familia”, en el caso de los taínos, de las islas del Caribe, le llamaban Areítos. Un ambiente seguro que le daba la oportunidad a los jóvenes de escuchar a los ancianos, pasando entre ellos el conocimiento necesario para sobrevivir.

Con el pasar de los siglos, y el crecimiento del conocimiento, el hombre convierte estas comunidades en ciudades, y aun con este crecimiento, prevalece la necesidad de reunirse. Los griegos consideraban sus reuniones filosóficas el centro vital del intercambio de conocimiento. En sus peñas se retaban con preguntas tan elementales como si existe el alma, y otras un poco más mundanas como porqué los dioses influían en la vida de los mortales. Esta caldera crea pilares de la filosofía como Sócrates y Platón.

La necesidad de reunirse transciende lo socio-político. Los monjes del Tíbet se reúnen a diario para compartir ideas y filosofía del budismo; estos intercambios generan grandes discusiones, respaldadas por un sistema de votos de apoyo comunitario que le permite opinar a toda la colectividad.  “La voz común” le llaman ellos. Esta voz de la base es considerada irrefutable y está basada en un método matemático, binario, de producir democracia garantizada.

En la República Dominicana, la necesidad de reunirse se manifiesta en 1973 a través de la creación de un partido político nuevo, con un nuevo paradigma, se crea una nueva caldera de líderes, con el potencial de dirigir una nación. En sus primeros años el partido usó métodos de intercambios prácticos e incorporó técnicas de enseñanza usadas por la milicia y las iglesias. Esto se hacía por medio de “Círculos de Estudio”, organización de vecindarios y reuniones sistemáticas en un orden jerárquico que le permitía a la base llegar al presidente mismo de esta institución, sin importar la distancia.

Crearon una plataforma de intercambio que le daba la oportunidad a la dirección de este partido evaluar a los potenciales dirigentes. El fundador de este partido tenía un “ojo clínico” para percibir en las personas sus habilidades natas;  esto era posible porque la organización tenía una caldera siempre encendida. Es más fácil cocinar si el fuego se mantiene prendido.

Hoy en día las sociedades modernas se han individualizado; podemos ver como el “yo” prevalece sobre el “nosotros”. Los profesionales son ahora especialistas y la demanda global nos hace cada vez más débiles, porque carecemos de la habilidad básica de intercambiar nuestras ideas. A muchos quizás no les importe, pero si existe alguno con la necesidad básica de intercambio, debemos crearle el escenario para hacerlo.

Crear un cambio en una sociedad descentralizada requiere dos aportes y un sacrificio. El crear un armazón de intercambio y lograr que un grupo de entes pensantes se preocupen por crecer a través de la educación; serían los aportes. El sacrificio, tiempo.

Nuestra comunidad necesita que nuestros líderes y hombres capaces nos dediquen parte de su tiempo. Esto le dará a ellos una oportunidad de oro; una base que los escuche. La plataforma existe; este partido tiene cientos de locales cerrados; simplemente ábranlos y dejen que los reales líderes hagan lo que nacieron para hacer.

La mente privilegiada del Profesor Juan Bosch reconoció una luz en el Partido de la Liberación Dominicana; pudo ver cómo una idea se convertiría en una caldera donde se crearían los líderes que hoy gobiernan a nuestro país. Hoy estamos en la misma necesidad y, aunque no tenemos al Profesor físicamente con nosotros, tenemos sus enseñanzas y eso es suficiente para iniciar… enseñen.

Sólo necesitamos algunos elementos básicos; un lugar (cotejado), un tema (cualquiera) y dos o más personas con el deseo de crecer.  Levanto mi mano para que me cuenten, seré el primero en la fila.

Poema: Ojos Que No Ven…

Ojos Que No Ven…
Por Juan Fernández

He visto el mundo tornear la lágrima de un joven a su antojo,
y sin pensarlo ni sentirlo vestirse de pinturas de acuarelas.
Pintar sin pinceles una risa con la mugre de su cara afligida
y besar sus mejillas pálidas y decaídas con labios fríos sin vida.
Pantallas, besos en el aire, miradas…casi podridas.

He visto el polvo y la grima de un día fuerte de trabajo
deslizarse de un cuerpo viejo en olas ilusorias de descanso
y culminar en el ciclo de una alarma silente matutina.
Seguimos creando épocas eternas de metas de castigos,
cómo si al nacer lo hiciéramos por antipatía o destino.

He visto los delirios del pasado llamar en sus lamentos
canciones sin melodía, instrumentos que nunca afinan,
bailarinas de danzas fantasmas y voces de musas desconocidas.
Pierde el tiempo y el espacio el gremio en su afán de alcanzar
metas vacías y maquillar sus labios de sonrisas consumidas.

He visto planes desaparecer para nunca más ser vistos,
tal si fueran ráfagas de un fuerte vientos o golondrinas.
Sus vuelos descargados en largas escaleras del olvido.
Su existencia fugaz; mis aspiradas marcas para toda la vida.
Mis años medidos en las alas de un respiro y un sueño.

He visto un sapo, verde y gris, convertirse en hombre,
una comarca de afanosos en un pueblo que todo olvida
y dos profetas de cemento convertidos en polvo y cenizas.
Objetivos de muertes sin destinos bautizados en votos electivos;
líderes regalando golosinas. Rezo hoy, más que nunca, por mis hijos.

He visto el sol y el universo en las grandes pupilas de una niña,
que usa lunas y planetas para olvidar el diario afán de su corta vida.
Hoy su cuerpo vende a extranjeros por dos rebanadas de pan,
un poco de sal y un poco de olvido. Su cuerpo usado como lodo,
mientras una clase de rufianes en jipetas lo castigan.

He visto colaboradores convertirse en discrepantes en un respiro,
enemigos en aliados y desconocidos en héroes sin base ni decoro.
Actores de una obra escrita en papeles de cenizas con tinta del omiso.
Una infernal función mediocre, con payasos corrientes, que no acaba.
Como mierda sin letrina.

No lo he visto todo, bueno, no he visto nada, quisiera no ver más,
pero perdí los parpados en el fuego de mi infancia, y el velo nunca lo tuve,
he visto un mundo sin límites ni filtros.

¡Ojos que no ven…! No…no lo hagas…Ábrelos.

Poema: Realidad de Fuego

Realidad de Fuego
Por Juan Fernández

Arde sin cesar la leña seca en la hoguera,
las rancias cenizas de fuegos pasados
amortizan la caída de las nuevas.
 
En el pesado silencio de la noche puedo escuchar
el suave cuchichear de la vieja chimenea,
como pequeñas sonrisas de una hiena.
 
Parecen interminables los senderos recorridos
tras difuntos sueños, inalcanzables e inciertos.
¿Cómo, si esta ciudad nunca duerme,
mi gente aún vive de tantos sueños?
 
Ayer regresó el encargado y removió los palos viejos,
dijo en voz muy baja que solo sirven para eso.
El tiempo de los jóvenes no está lejos,
al final, serán consumidos de la misma manera.
 
Reúso convertirme en ceniza de un fuego sempiterno.
Mientras me carbonizo gritaré que no quiero,
seré fajina para encender un fuego que construya algo nuevo.
El fuego de esta ciudad lentamente recicla hasta el pensamiento.
 
¿Cómo le digo a los demás troncos que despierten?

Poema: Sentido de Vida

Sentido de Vida
Las Últimas Palabras de un Amigo
Por Juan Fernández

Hoy es el día en que muero,
pero más que pena,
en mi alma siento
el alivio de la paz.

Hoy mi vida no será más;
feliz estoy con las decisiones que,
aunque difíciles,
he tomado; son muy mías.

Hoy la vida, una vez más,
tiene sentido para mis sentidos,
puedo oler las rosas y los jazmines,
puedo sentir el peso de una pluma en mi piel,
llenarme de pequeñas sensaciones
de triunfo al saber que aún respiro.

El pastor de una la Iglesia del pueblo
ha venido a visitarme,
a encomendar mi alma
a un Dios que no conozco;
ni siquiera sé si creo en el Dios
que él predica,
¡pero le agradezco tanto!
tampoco sé si realmente importa
o no que lo acepte; él insiste,
lo puedo escuchar decir palabras repetitivas
que no entiendo.
Cuanto hubiese disfrutado su compañía
hace un poco más de un año,
cuando empezó todo esto,
pero no podía,
su religión no lo permite.

Las hojas caen sobre las huellas de mi vida,
la ocultan, ya me olvidan,
hace poco fui más
que la luces de sus ojos,
hoy soy un insecto y estorbo.

Creo que hasta mis familiares
se olvidaron que mi cuerpo yace aquí,
casi inerte, producto del maltrato de una enfermedad
que no perdona, ni respeta,
pero que mi mente brillay mi corazón duele y llora.
Hace más de un mes que sólo tú me visitas.
Luché para oponerme a tu compañía
y por momentos pensé que me olvidaste,
hoy deseo caminar contigo,
que el calor de tus brazos me cobije
que mis pasos arrastrados no me pesen
y que el viento en mi espalda no me pegue.
Quiero decirle a mis amigos
que no me esperen,
que esta noche no dejen la luz encendida
del corredor ni del baño,
que mi larga y tediosa caminata
desde mi cuarto hasta la tele
hoy termina,
hoy no necesitaré más mis medicinas.

Quiero decirle a mis familiares
que los espero,
que mi Dios no castiga ni maldice,
que el mal que me ha consumido
ya me deja y que mis lágrimas
por fin no me pesan.
Quiero decirte que me voy, pero no quiero,
que este mundo aún me necesita,
que las vidas que he tocado no son muchas
y que el dolor de dejarlas
agobia cada célula de mi todo.

Respiro y con mi aliento de paz te invito;
son los últimos pensamientos de un espíritu
que descansa y que muere.

Hoy me voy contigo, gracias amiga muerte.

Poema: Lluvias de Amor

Lluvias de Amor
Por Juan Fernández

Si el amor fuera tan tangible como la lluvia,
caminaríamos sonámbulos en sus mantos de rocío,
alzaríamos nuestras faces felices
al firmamento gris que hoy tanto rechazamos.
Quizás ni se hubiesen inventado los paraguas.

Fuéramos como flores en un jardín de seres humanos
y crecieran de nosotros miles de raíces vivas.
Los descansos fueran automáticos
cada vez que cayera la primera gota
de la primera lluvia de mayo.

Danzaríamos como locos en los días de sequía,
evocaríamos al dios de nuestros amores juveniles
para que nos regalen sus gotas de cariño.
Bailaríamos al compás de las gotas
cayendo en las tinajas rebozadas
de amor bajo los caños de nuestros techos de zinc.

Correríamos bajo la lluvia, como cuando fuimos niños
y beberíamos directamente de las nubes el amor
hasta embriagarnos.

Gracias por llenar con tus lluvias mis desiertos
y hacer que me nazcan flores donde antes solo crecían espinas.

Eres la tormenta que le ha dado sentido a mi vida.

Cuento: Compañeros del Destino

Compañeros del Destino
Por Juan Fernández

Las noches son eternas en las calles de Nueva York, especialmente las de invierno. Este año no sería diferente. Este invierno iba a ser uno del que hablarían por décadas. Sería recordado, no sólo por la baja temperatura, sino por la cantidad enorme de indigentes y la inestabilidad global. Estados Unidos había perdido una larga batalla contra metas económicas absurdas y una guerra sin sentido.

El perfil del nuevo presidente ofrecía promesas de mejoría, pero aún no era presidente y su permanencia estaba en juego en un país donde todavía existe el racismo y los prejuicios a escalas nunca vistas. En algunos establecimientos comerciales se apostaba a la fecha del primer intento de asesinato y con una bonificación si era realmente asesinado. ¡Vaya futuro para el primer presidente afro americano en la historia de Los Estados!

En la República Dominicana las cosas estaban peor; despacio el crimen iba convirtiéndose casi en una religión y los criminales eran pastores y ejecutivos del ultra mundo. Para el cosmos externo eran los grandes señores, con grandes empleos, autoridades y terratenientes. Pero, en el mundo del narcotráfico, la prostitución, el tráfico de niños y la esclavitud moderna no eran más que unos forajidos.

En las calles de la gran manzana la vida se vive como en un cuento de hadas; algunos son príncipes en la corte imperial y otros son bufones de cualquier rey que les vende ilusiones y sueños. Julián Ramírez aún no sabía si era príncipe o marioneta; hacía pocos años que había llegado del “patio” y todavía no tenía la destreza necesaria para poder escalar al puesto que le prometieron antes de salir de San Francisco de Macorís.  

En la esquina de la avenida México con 30 de Marzo, en San Carlos, la venta de narcóticos era tan abierta como la venta de helados en la salida de la escuela. En el Colmadón del Ñeco tú pides “una novia con limón verde acompañada” y te llegaba una Presidente con una onza de cocaína debajo de la botella, ¡ah, se me olvidaba! Con un pedazo de limón en la boquilla.

A este mundo llegó Billy Matos, “el gringuito”, hijo de una mujer trabajadora y honrada, una “dominican-york”, de jeans apretados y lentes de contacto azules, pelo postizo y, desde luego, con un jeepetón. Después de catorce años trabajando en una fábrica de correas en Nueva Jersey, soñaba con que su hijo fuera a la universidad y aquí, en su país, ella podía costear sus estudios. El había nacido en Nueva York, pero le correspondía la doble ciudadanía y, según la reforma, podía hasta llegar a ser presidente. ¡Qué burla para los ilusos del exterior!

“Yo soy mejor que él y más inteligente” se decía a sí mismo Julián mientras habría la ventana un poco para que el calor de la calefacción no le hiciera sudar. Su primo Andrés ya tenía su propio punto de drogas en la calle 140 y la avenida Broadway y sólo tenía dos años en la “movida”.  

El miércoles treinta y uno, a las seis y media, Andrés iba a presentarle al “Duro”, al que “mueve los kilos”, a Julián. Finalmente, había llegado su momento y, si las cosas salían bien, recibiría la bendición del Duro y le daban su propio punto.  “De ahí pa’ lla no hay na’ pa’ nadie”

Dolores despertó a Billy temprano; eran las nueve de la mañana. Le había conseguido una entrevista de trabajo a su hijo en el colmadón de la esquina. Sólo tenía que llegar a eso de las seis y treinta y el trabajo era suyo. No era mucho, pero tenía que mantenerlo ocupado para que no se le perdiera con la junta con los tigres de las esquinas. Ella no sabía que lo estaba poniendo en la boca del lobo.

Billy se puso su mejor par de tenis y un pantalón del mismo color para combinar con el polo rojo que le regaló su papá, para la buena suerte. Se ajustó el pantalón a la cintura y se peinó su pelo corto con un poco de grasa para lucir bien. Pensó en ponerse la gorra de los Yankees que se compró en el juego de cierre del estadio viejo en el Bronx, pero sintió que lo hacía ver muy gringuito y la descartó.

Julián estaba excitado, por fin llegaba su oportunidad, se sentó en el borde de la bañera a cortarse las uñas. Hoy iba a ser su gran día y quería lucir lo mejor. A las seis y treinta pasaría de ser un cualquiera a ser un hombre con cuartos.

Sacó el sombrerito que le regaló su novia; aunque sólo costó tres dólares, se veía muy bien y le hacía juego con el jean apretado que, desde luego, llevaría a media nalga. La camisa sin cuello que se compró en el barrio chino y el saco sin mangas negro le daba el toque final. Se colgó el iPhone en la cintura para que el Duro supiera que estaba “In” y se afeitó el bigote, pero se dejó la barba para parecer más “tigre”. Se vio en el espejo e hizo una horrible imitación de Scarface…”Say Hello to my little friend” y se dio una pequeña palmadita en la mejilla imitando un beso.

A las 6:15pm Julián, y Billy, salieron de sus casas a encontrarse con sus destinos. Ambos recibiendo las miradas de rechazos por las comunidades donde ahora residían; ambos llenos de vida. Ambos llegaron a sus citas con tres minutos de anticipación. Billy se quitó los aretes antes de entrar, Julián se enderezó el gorrito y se ajustó el pantalón, pero sin subírselo. Con cada paso se entrelazaban sus vidas. Dos seres tan distintos y el destino los llevaba por un mismo camino.

Para Billy el empleo fue automático, el Ñeco resultó ser un Dominican York que creció en el alto Manhattan y le agradó su forma  firme de expresarse. Billy iba a iniciar su trabajo en ese mismo instante; la noche del treinta y uno era la más fuerte en el colmadón y las órdenes especiales llegarían por montones.

El dueño del puesto, otro Dominican York a quien le decían El Duro, había mandado desde Nueva York a través de Colombia varios kilos de los puros. El Ñeco sólo tenía que enviar a recogerlos al punto de encuentro en Barahona. Ya todo estaba listo para la media noche.

Para Julián también fue fácil. El Duro notó los detalles del comportamiento del joven; su firme apretón de manos, su respeto al hablar, su dentadura blanca y sus uñas recortadas. El resto de sus intentos de impresionar le daban al Duro ganas de vomitar. “Estúpido, no sabe qué es ser dominicano y se deja llevar de la mezcla de esta ciudad sin cultura propia” pensó. Pero sólo sonrió mientras le daba las llaves del apartamento y le pedía que se quedara esta misma noche.

La noche del treinta y uno era de las mejores para la venta de coca. Miles quieren olvidar que otro año ha pasado y miles más consideran que el polvo es como un envío de Dios para disfrutar la vida. “Mientras hayan tontos así, yo estaré en negocio” pensó otra vez el Duro y sonrió otra vez mientras cerraba la puerta y dejaba detrás a Julián y dos jóvenes empacadoras.

A las 11:58pm (10:58pm USA) la puerta del colmadón (del apartamento) casi explotó; la DNCD (FBI) entró con armas en mano. Billy (Julián) corrió para esconderse. Una bala (y otra) llegaron a su destino y la vida del futuro de un pueblo quedó plasmada en las estadísticas de una comunidad que no piensa en las consecuencias de su dejadez y su falta de identidad.

El Duro recibió la noticia con dos llamadas simultáneas. Escuchó callado los dos informes; cerró sus ojos y casi se le podía ver una lágrima en el ojo izquierdo. A sus cuarenta el Duro había comenzado a comprender el porqué de su gente, sus costumbres y sus faltas. Respiró profundo y pensó en su vecina que hacía poco se había llevado a su hijo a San Carlos para darle mejor vida y para que fuera a la universidad. Marcó el celular y dijo:

- Andrés, ¿Tú tienes otro primo? Mándamelo -  y sacudiendo la cabeza sonrió.

Poema: Sin Ella

Sin Ella
Por Juan Fernández

De una hebra de su mustio pelo
cuelga mi vida
y sus sonrisas pintan matices
de elegantes pálidos colores
en el cielo de mi existencia.

De sus toques sutiles y delicados
depende la flora y la fauna
del universo de mis largas horas
de espera para volver a verla.

De miradas afables estriban
las mas mininas pautas
del tonto existir de mi endosada subsistencia.
Soy esclavo de un respiro…y no lo tengo.

Mis pensamientos están
en manos de un roce de sus encarnados labios, y
solo escucho su voz,
y solo pienso en sus besos.

Después de nueve eternas y disfrutadas décadas,
más de siete con ella,
estoy preparado para entregar mi alma al destino.
Daría todo para volver a verla.

Cuento: Ritos de Noche Buena

Ritos de Noche Buena
Por Juan Fernández

La noche de Navidad se puede medir en el pueblo de Cutupú por dos actividades tradicionales;  la venta de los puercos asados en la esquina de la estación de gasolina, donde todos esperamos que lleguen los marranos gordos del boricua de Pueblo Viejo y por la noche de vigilia que hace Don Manuel todos los años en el cementerio del pueblo.

Los más viejos tradicionalmente guardan silencio por los últimos minutos de la noche, como en señal de respeto. Los jóvenes hacemos lo mismo, aunque pocos sabemos el porqué. Simplemente crecimos viendo el evento; las velas encendidas en el cementerio frente a las tumbas de sus hijos y su querida Patria y el grito espantoso de la media noche. A todos se nos frisa el alma, algunos se cubren los oídos segundos antes para no escucharlo. Pero eso no ayuda, el grito es el de una bestia, primitivo, de aquellos que te corren por la espina dorsal, te eriza los bellos del cuello y te clavan una daga fría, larga y fina en el cerebelo.

Don Manuel es un hombre alto y elegante, lleva siempre sacos muy pulcros y en la solapa llevaba un cinto rojo con una cruz blanca, igual que otros del pueblo, es también de poco hablar.  La verdad es que todos lo respetamos, más por miedo que por respeto.

En Cutupú, Rio Verde y Pueblo Viejo Don Manuel es una leyenda. Un día mientras visitaba unos amigos en Arenoso los oí hablar de la tenebrosidad de Don Manuel y sus ritos de las doce la noche. Este año yo voy averiguar el porqué de tantos secretos, quiero ver por mis propios ojos las ceremonias de Don Manuel.

Es difícil entender cómo un hombre, que según los ancianos es el ejemplo de la decencia y honradez, puede caminar cabizbajo, triste y sin decir una palabra. La descripción de los viejos no está acorde con la realidad; o todos los viejos mienten, o el hombre simplemente “era y ya no es”.

La capilla acaba de anunciar la misa de las seis de la tarde, hoy no iré al servicio como todas las semanas. Voy a comerme un pedacito del chicharon del boricua, y compartir una orejita con yuca con mi novia Lucía. Me dirigiré al cementerio, ya he dicho que tengo que subir a Santiago a comprar una batería para el motor, así nadie sospecha lo que estoy a punto de hacer.

El camino al cementerio es corto y, como algunas ancianas van a diario a pagar tributo a los muertos, me voy a esconder. Estoy solo a tres tumbas del punto donde se supone que Don Manuel hace su rito. Puedo leer el escrito penoso de la tumba de la madre muerta: “Solo Dios podía separarte de mi lado. Descansa, los he perdonado”. La última frase estaba escriba a mano, no tallada como la primera. Las letras eran perfectas, como escritas en un diploma.

La media noche está a punto de llegar. Puedo escuchar los pasos firmes del viejo Manuel, los reconozco, son pesados y largos. Desde aquí, dentro de un panteón, puedo ver todo claramente. Acaba de llegar, tiene un bulto en su espalda y esta vestido de gala. Se ha afeitado y camina erguido, como lleno de una fuerza superior. Este hombre es el que describen los viejos, definitivamente no es el mismo que deambula las calles del pueblo melancólico y desconsolado.

Lo que vi en los últimos minutos en el cementerio solo lo puedo contar ahora porque empecé a respirar otra vez, mi cerebro acaba de salir del estado cataléptico que lo clavó Don Manuel con sus palabras y su accionar. Un ser humano no fue diseñado para resistir tanto dolor.   
Fueron los minutos más largos de mi vida, el lloraba y yo lloraba con él, su dialogo con su amada Patria fue sencilla y directa. Don Manuel se quitó el saco negro y lo dobló nítidamente sobre la tumba de su hijo Américo, su Benjamín, y dijo:

“Tu, aunque nunca conociste realmente a tu madre, intentaste salvarla pero no pudiste, no sabias como hacerlo”, levantó un látigo negro y se azotó varias veces, cada golpe le desprendía pequeños triángulos de su piel. Ni siquiera sabía que existían fustas como esa, en la punta de varias cuerdas de cuero trenzado llevaba un pedazo de metal afilado. Con cada azote se encarnaban en la espalda llena de cicatrices similares del viejo Manuel, cuando lo elevaba para pegarse otra vez, el látigo le desprendía la piel y salpicaba de sangre las tumbas.

Arrodillado aun, bajó su cabeza, yo podía oír un leve llanto, se desplazó hacia la segunda tumba, la de su hijo Domínico y dijo: “Tu, que nunca te desprendiste de tu madre, también sacrificaste todo para salvarla, pero viviste encerrado en costumbre llenas de limitaciones, celos y encerrado. ¡Por ti, por tu hermano!”, y sin decir más levantó su mano izquierda y pude ver lo que parcia una raqueta de tenis, llena de pequeñas puntillas, la dejo caer sobre su pecho, solo escuché un rugido de dolor. La sangre le corría por el vientre, cuando retiro el instrumento, pude ver como este se llevaba más que sangre.

Bajó su cabeza para tomar algo que había sacado del bulto, era un trapo que usó para mojar sus brazos. Frente a la tumba de su tercer hijo, Silvano, Don Manuel no paraba de contar detalles de cómo murió y yo entendía mejor y le admiraba mas. Tomó la vela más grande, y dijo:

“Tu, que viajaste al exterior hiciste lo que pudiste, tus hermanos nunca te entendieron, uno, por no conocerte y el otro por no creerte, pero yo sí. ¡Por ti y tus hermanos!” y sin vacilar prendió fuego sus brazos los cuales extendió en forma cruz. Desde mi guarida podía oler la piel quemada, y aun así no gritó. Yo podía ver las lágrimas correrle por toda su cara no de dolor, de sufrimiento. Lentamente se apagó sus brazos, la piel quemada y negra dejaban ver una epidermis al rojo vivo.

Fue entonces cuando se me detuvo el corazón, Don Manuel sacó del bulto dos espadas Japonesas afiladas y brillosas, dos katanas. Esto parecía una escena de una película de artes marciales, de esas trágicas donde el héroe termina en haraquiri. Se quitó toda la ropa y se arrodilló frente a la tumba de su Patria y dijo:

“Por ti he vivido y por mi has muerto. Tus hijos, que nunca entendieron el porqué de nada, de tu rápida despedida, dieron sus vidas tratando de salvarte, pero nunca juntos, cada cual por su lado. Las ilusiones por las que luchamos terminaron costándote la vida y al final, amada Patria, después de tanto lidiar, el régimen simplemente acabó con todo. Lo que no se robaron, lo vendieron y sino escuetamente lo despilfarraron. Ya no se qué hacer para terminar nuestro sueño, sin ti nada de esto tiene sentido. Por mi diste tu vida y yo sacrifico mi cuerpo para que todos sepan que nunca olvidaré tu inmolación, tu empeño y tu valor. Tu, amada Patria, merecías más de lo que pediste y menos de lo que te dimos.”

Y antes de que yo pudiera reaccionar Don Manuel levantó las espadas que apuntaban hacia bajo y se las enterró por completo en los muslos. La imagen de aquel viejo arrodillado, con ambas manos apretando las espadas, su pecho y vientre llenos de sangre y su espalda que parecía un rio de sangre, aun me quema la mente.
Don Manuel elevó su cabeza, abrió su boca, parecía que la mandíbula inferior se iba a despegar de la cabeza, entonces salió de su cuerpo aquel grito infernal, mis tímpanos querrían reventar, mis manos solo podía retener un poco aquel sonido diabólico. Cuando paró de gritar cayó desmallado frente a la tumba de su amada.

Salí rápidamente de mi escondite, corrí los pocos pasos para llegar a él y lo tome en mis brazos, grite, llorando pedí auxilio. Lloraba porque entendí lo que este rito significaba, entendí el porqué de este sacrificio y lo mucho que para este viejo significaba su Patria.

Cuando salí del hospital uno de los ancianos del pueblo me colocó un cinto rojo en la camisa con una cruz blanca y me dijo que Don Manuel quería verme. Su cuerpo estaba lleno de vendas, me pidió que me acercara para decirme algo al oído, en el cuarto habían varias personas del pueblo, todos llevaban el cinto. Eran de todas edades, algunas mujeres, sus ojos rojos por llorar me veían y me saludaban con un leve movimiento afirmativo de sus cabezas, pero callados. Me incliné para escuchar a Don Manuel:

“Bienvenido…Aun podemos hacer algo. Las tumbas están vacías”

Poema: Razones Sencillas

Razones Sencillas
Por Juan Fernández

Vivo flotando entre uno de sus besos y un abrazo;
el beso sutil y silente que me da al despertar,
el abrazo eterno y tierno en el que me duermo.

Siento que sus labios guardan el secreto de vivir
y en sus brazos escondes el porqué de mi existir.

Existo entre las ramas del árbol de sus caricias
y el constante vaivén de sus curvas en mi cuerpo.
Un oleaje inmutable de serenidad y firmeza.

Estoy seguro que su toque me permite respirar
y en sus manos soy rey, hombre, esclavo y niño.

Consto con una razón latente de pensar, respirar y amar.
La estabilidad de sus respiros le da razón a mis pensamientos.
Siento en sus respiros el calor de sus pensamientos…

…en resumen; la amo porque me acompaña a volar.

Cuento: La Mecedora de Doña Patria

La Mecedora de Doña Patria
Por Juan Fernández

Corría lenta y tibia la tarde del 30 de Junio del 2013. Doña Patria recordaba los años de los 60s cuando nacieron sus hijos, y los discursos efervescentes del Profesor Juan Bosch, y se perdía entre el sonido de las hojas de las palmas y el canto lejano de algunas tórtolas silvestres. Un perro realengo ladraba mientras su blanca, cabeza cubierta con un paño negro, tan negro como el dolor que sentía en su alma, descansaba en el espaldar de una mecedora que le regaló su hijo mayor antes de irse al exterior, mañana lo traerían en una caja desde Nueva York.

“Dios no planificó el universo para que las madres enterremos a nuestros hijos”. Pensó Doña Patria. Sentía un peso en el corazón y un nudo en la garganta. De sus ojos grises no podían salir más lágrimas, se le habían secado todas la noche anterior. Sus hijas le ayudaban a tomar un poco de sopa boba. Sus manos, arrugadas y delgadas no se querían mover ni para comer.

Los vecinos fueron pasando uno por uno, especialmente los más viejos, los jóvenes no sabían que decir, ni que hacer y sólo atinaban a bajar la cabeza al pasar frente a la casa, levantaban una mano como para decir “lo siento”. En los cuartos se podían escuchar gritos y sollozos de las primas y hermanas del difunto. Y Doña Patria se perdía en su dolor aún más con el vaivén de la mecedora.

- Doña Patria, oí que murió uno de sus hijos. ¡Cuanto lo siento! Por suerte no fue uno de los de aquí. – Dijo quitándose el sombrero el vecino más lejano de la casa, Don Igno.

- ¡Ay Don! Si usted supiera, los de aquí o los de allá nacieron de la misma matriz, mi sangre sigue siendo la misma en las venas del campo o en las gringas. Me duelen igual si los toco con mis manos o los calmo con mis lágrimas por un teléfono a larga distancia. Unos me siembran la yuca y me atienden el platanal, los otros me compran la medicina y me visten. – Doña Patria siguió meciéndose sin dejar de mirar fijamente a su vecino. – Siga hablando vecino, no se calle por mi respuesta, que escucharlo me hace bien.

- Pero no me diga que es igual Doña Patria, los de aquí se quedaron con usted en los momentos más difíciles. – Don Igno no sabía que decir, Doña Patria vivía por cada uno de sus hijos; desde las que Vivian aun con ella hasta los que se fueron muchos años atrás, hablaba de ellos con el orgullo de una madre que se dedicó a criar hombres y mujeres de bien.

- Si Don Igno, pero los aquí duerme en mi pecho cuando lloran de dolor y los de allá lloran solos en un cuarto rentado por un desconocido, con el frio de un invierno maldito o el calor de un verano aterrado. Me dicen que a veces pueden bailar al compás de los tiroteos en el Bronx y que los “landor” están por votarlos como perros de los edificios de Nueva York.

- ¿Y porque si están tan mal allá no regresan Doña Patria? – Don Igno, se levantó y limpió el sombrero como para irse, casi ofendido, pero rápidamente se sentó por respeto.

- Eso quisieran ellos, Don Igno, pero nosotros vivimos de lo poco que ellos mandan. Uno, el que es taxista, trabaja catorce horas al día, me dice que cuando se acuesta no siente ya la espalda y tiene que dormir de estómago por el dolor en la “rabándola”. El otro, el que tenía el colmado, la bodega, como dicen ellos, trabajaba dieciséis. La esposa y sus dos hijos trabajan siete días a la semana y antier lo perdió todo por un asaltante que hasta la vida le quitó.

- ¡Dios mío, Doña Patria. Qué pena! ¿Y su hija, Doña Patria, la india jovencita que se fue los otros días?

- Mi morenita, trabaja dos trabajos, en el día cuida viejos, y hasta un musculo se desgarró, y en la noche limpia platos en un restaurante de un italiano que la trata como una sirvienta o peor, porque le paga unos dólares la quiere usar como mujer. Es tan linda mi benjamina, usted no se imagina Don Igno, ella ya perdió el brillo en sus ojos y que no se quita un paño de la cabeza, cuando viene a verme pide joyas prestadas a las amigas, ella cree que no lo sé, y se compra las mejores bajas para que ustedes crean que allá ha triunfado. Yo solo quiero que sea feliz, me dice que si pudiera se quedaría conmigo, para cuidarme, pero dígame usted, ella tienes tres hijos que nacieron allá y me dice que está dispuesta a sufrir y hasta dejar de comer para que ellos no pasen lo que ella ha tenido que pasar. Que aquí ellos no tienen futuro.

- Nueva York no suena fácil Doña Patria…Sin embargo los dominicany…

- Cuidado Don Igno como le llama a mis hijos y mis nietos que ellos son tan dominicano como usted y yo, y aunque usted crea que es más que ellos porque está aquí se equivoca, allá ellos también bailan merengue y bachata, comen casabe con mambá y mangú con huevo, queso y salami frito, aguacate con un chin de sal, y lloran cuando oyen el himno nacional, mis hijos viven allá pero se duermen soñando con el día que puedan volver a su país. ¿O es que usted no ve como se poden de felices cuando vienen?

- ¡Ay Doña Patria! Yo no sabía nada, siempre he creído que los que se van son unos traicioneros y que se olvidaron de donde se fueron.

- Mire Don Igno, mis hijos, y los de miles de madres que nos quedamos aquí llorando la ausencia de nuestros hijos, allá trabajan como bestias, luchan contra un sistema que los quiere aplastar, pagando impuestos hasta para respirar, cogiendo prestado a uno para pagarle a otro y sabe Dios que más hacen para poder mandar para acá. Se levantan de madrugada y se acuestan cuando ya no pueden dar más. Llegan aquí y los tratamos como si fueran extraños, como usted dice, como traicioneros, y cuando vienen lo dejan todo, traen dos y tres maletas y se van llorando sólo con la ropa que trajeron puesta. Compran del colmadón, y gastan hasta el último centavo que duran el año entero para ahorrar. No como los gringos que se quedan trancados en sus “resor” y no compran ni un mabí.

- Nosotros…nosotros…no sabemos nada Doña Patria.

- Ellos no piden nada especial; que lo traten como la gente, que le permitan venir tranquilos a su país y que le dejen ser dominicanos donde ellos pisen. Me siento madre del millón y medio que vive en Estados Unidos y los miles que viven en otros países. Tenemos hijos de esta, Su Patria, la de ellos, regados por todo el mundo, todos deseando lo mismo, volver. Dominicanos, como nosotros, que luchan igual que usted por ver algún día su país mejorar.

- ¿Y los hijos de ellos, los que nacieron allá, también me va a decir que son dominicanos?

- Esos, mis nietos, quizás más, pues ellos son dominicanos por elección. Muchos de los de aquí se hicieran ciudadanos de otro país hasta sin nunca haber ido allá. Pero mis nietos se llaman “dominicanos y dominicanas” porque saben quiénes son. ¿Usted cree que si yo hubiese nacido en China, con esta greñita mala, fuera de los de allá, usted dijera “mira esa china vieja”? Usted es de donde son sus padres, usted es su comportamiento y cultura. ¿O usted cree que mis nietos no conocen su bandera, o el escudo, o Duarte, Sánchez y Mella? Algunos son hasta seguidores de Juan Bosch.

- La verdad es que soy un Ignorante, Doña Patria.

- No se preocupe Don, que las cosas van cambiando, el país por fin va mejorando. Pasé por aquí mañana para que hablemos un poco más. Hablar de mis hijos, de todos, me hace bien.

- Gracias Doña Patria. La acompaño en su dolor. Yo no sé lo que es perder un hijo, pero su rostro me dice que tiene que ser lo peor.

- Dios me ha dado mucho Don Igno, y ahora que me ha quitado lo más grande no me voy a quejar. Parece que en el cielo hacía falta un hombre serio y Dios vino a buscar el mejor.

Don Igno se puso el sombrero y camino hacia el portón, se volvió a ver a Doña Patria una vez más, pero ella ya se había empezado a perder entre el vaivén de la mecedora y el canto de un ruiseñor.

Política: La Política Dominicana en las Estructuras de las Seccionales del PLD

La Política Dominicana en las Estructuras de las Seccionales del PLD
Por Juan Fernández (2013)

La política de las estructuras del PLD fuera de la República Dominicana tiene características que no se producen en el país, ni en estructuras políticas de otros países en sus comunidades del exterior. En la actualidad más del 25% de los dominicanos con cédulas válidas que residen en Nueva York están empadronados para votar, o sea, más de 100 mil de los 400 mil cedulados de la urbe.

Entendiendo esta realidad, el PLD ha trabajado arduamente con sus estructuras seccionales para lograr esta meta, el empadronamiento de 328,649 electores (2012). Las seccionales son complejas por la naturaleza de sus integrantes, “los dominicanos en el exterior”, sin entrar en detalles del porque estos son políticamente distintos a los dominicanos en el país, pues de eso podemos escribir libros, los dominicanos en el exterior mantienen comunidades altamente interconectadas, no solo entre los dominicanos, sino con otras comunidades.

La relación político-comunitaria es complicada, pues las comunidades del exterior están formadas por ciudadanos de diversos países, en Nueva York un edificio de apartamentos con 400 unidades puede tener ciudadanos de 30 países distintos, muchos físicamente parecidos a nosotros, por lo que antes de hacer intercambios políticos tenemos que filtrar el lugar de origen, si es nacido aquí o allá, si está cedulado, si habla español (aun siendo de origen dominicano)…todas estas variable que limitan el accionar político de los dirigentes de las seccionales, pero no a los del país.

Además las seccionales están asignadas a responsabilidades políticas que los organismos del país no tienen; por ejemplo, cedular, empadronar y re-empadronar, ciudadanizar, escogencia de lugares estratégicos para votar y establecer relaciones socio-políticas con entidades y organizaciones que no existen en República Dominicana; como las OPREE, OCLEE…etc.

Presentamos también la relación gobierno extranjero - gobierno dominicano: Las seccionales tiene que obedecer a limitaciones legales de sus países cede; en los Estados Unidos las organizaciones políticas extranjeras no pueden incidir en la política local, lo cual representa una limitante de expresión socio-política pues el PLD, ni ningún otro partido, puede públicamente apoyar candidatos a las posiciones electivas locales aunque sea un dominicano. Esto sólo lo vivimos los dominicanos en el exterior.

Esto quiere decir que tenemos limitantes con la política de nuestro país porque estamos lejos y tenemos limitantes en el país donde vivimos porque el país tiene sus prohibiciones. Citamos como ejemplo el caso del Canadá y las elecciones de los diputados de ultramar; un desastre político pues el Canadá no permite que se realicen elecciones para escoger a legisladores para representar en otro país a residentes en su territorio.

Por último está la relación gobierno – dominicanos en el exterior; algunos dicen que el voto del dominicano en el exterior es caro, todo lo contrario, nuestro voto es el más barato; pues además de que pagamos carísimo en dólares y euros lo servicios de documentarnos, actas, registros, apostillas y cedularnos, en el extranjero los ciudadanos dominicanos no disfrutan de ninguno de los beneficios de nuestro gobierno; para esto cito al más minucioso dirigente que tenemos en las seccionales de Nueva York, el compañero fundador José Fernández: “En el exterior no requerimos construcciones de escuelas, ni el 4% para la educación, ni carreteras, ni puentes, ni tarjetas de solidaridad, ni comedores…los miembros del PLD aquí participamos políticamente por amor a nuestra patria.”

El Congreso es nuestra oportunidad de ajustar las estructuras del PLD a nuestra realidad socio-política, a nuestras demarcaciones, a nuestras necesidades electorales (para ganar las elecciones del 16, 20, 24…). Debemos pensar que muchas de las propuestas de los 15 temas no se ajustan a los dominicanos en el exterior y hacer nuestras propias propuestas y editar conscientemente, después de un análisis, unificando criterios.

Felicito a los cientos de compañeros y compañeras que observo trabajando arduamente en la elaboración y edición de los documentos bases, enviando pinceladas por las redes sociales, haciendo convocatorias hasta la madrugada para cumplir con las fechas del calendario, creando debates en los locales, creando métodos efectivos que les permitan hacer más en menos tiempo.

Exhorto a los que aún no han participado a que contacten a sus presidentes y dirigentes orgánicos y formen parte de este proceso restaurador y modernizador del instrumento político que fue concebido para dirigir los destinos de nuestro país por los próximos 100 años.

“Juntos sirviendo a nuestro Partido para Servirle a nuestro Pueblo”

Poema: Mis Raíces y Yo

Mis Raíces y Yo
Por Juan Fernández

No seré esclavo de un musitado pasado que limita
y hace tiempo he aceptado y respetado como mío,
la herencia noble de mi sangre no me avergüenza,
mis orgullos, mis errores, todos míos.

No permitiré, nunca, que pies mórbidos
pisoteen el porqué de mi impetuosa existencia y mi saber.
Las hojas anaranjadas, viejas y secas de mi árbol
no han caído por rechazo, olvido, ni descuido,
son la forma que cultivo mi razón de ser.

Quizás tengan sus árboles frondosos y copiosos
más tiempo en el jardín del patio de mi bohío,
y al censarme tenga más de una clasificación,
pero no permitiré que traten de evitar mi lengua,
ni que la sombra de mi árbol genealógico me cobije.

Soy hijo orgulloso de la güira, el acordeón y la tambora,
roseado en un merengue con ron de caña y limón.
Soy esperanza, soy cultivo, soy el olor a tierra fértil,
soy taino, soy moreno, soy blanco, soy ardor.

Soy producto de mis raíces, mi cultura y mi sabor.

¡Yo soy dominicano!

Poema: Entre Sonidos

Entre Sonidos
Juan Fernández
Baila conmigo este son de palabras casi mordidas,
al ritmo cadente de pensamientos y necesidades,
bajo el tambor templado de las sonatas negadas.

Baila conmigo este merengue carente de risas
con el sonido silente de las güiras perennes
y el eco que sólo saben hacer las caderas letales.

Baila conmigo esta salsa de ideologías tangibles
con los timbales binarios de una lucha constante,
con las cuerdas rota de un cuatro viejo torcido.

Baila conmigo un tango de penas paradójicas
con el gritar perdurable de las castañuelas antiguas
y el compás de un acordeón de mil ilusiones vivas.

Baila conmigo una samba que nos consuma el castigo
con los pasos que marcan cada pesar de la vida
como si fuéramos niños jugando en una playa vacía.

Baila conmigo al ritmo de nuestros corazones unidos
como bailan los jóvenes enamorados escondidos
con una mano en el alma y la otra más allá del olvido.

Baila…no para olvidar nuestras delicadas realidades
Baila…no para negar las vicisitudes de ser quien eres
Baila…porque al bailar aceptas el reto de ser mejor
de los que todos esperan.

La unión de ritmos perdidos.