La Caldera Donde Se Crean Los Líderes

  
Cuando el hombre empieza a crear las primeras comunidades sedentarias se reunían alrededor de una hoguera para intercambiar ideas, conocimientos, historias y hasta divertirse. En este ambiente nacían las personalidades de esa sociedad, los primeros oradores y artistas y también los primeros pensadores. Este concepto fue conocido por milenios como “El círculo de la familia”, en el caso de los taínos, de las islas del Caribe, le llamaban Areítos. Un ambiente seguro que le daba la oportunidad a los jóvenes de escuchar a los ancianos, pasando entre ellos el conocimiento necesario para sobrevivir.

Con el pasar de los siglos, y el crecimiento del conocimiento, el hombre convierte estas comunidades en ciudades, y aun con este crecimiento, prevalece la necesidad de reunirse. Los griegos consideraban sus reuniones filosóficas el centro vital del intercambio de conocimiento. En sus peñas se retaban con preguntas tan elementales como si existe el alma, y otras un poco más mundanas como porqué los dioses influían en la vida de los mortales. Esta caldera crea pilares de la filosofía como Sócrates y Platón.

La necesidad de reunirse transciende lo socio-político. Los monjes del Tíbet se reúnen a diario para compartir ideas y filosofía del budismo; estos intercambios generan grandes discusiones, respaldadas por un sistema de votos de apoyo comunitario que le permite opinar a toda la colectividad.  “La voz común” le llaman ellos. Esta voz de la base es considerada irrefutable y está basada en un método matemático, binario, de producir democracia garantizada.

En la República Dominicana, la necesidad de reunirse se manifiesta en 1973 a través de la creación de un partido político nuevo, con un nuevo paradigma, se crea una nueva caldera de líderes, con el potencial de dirigir una nación. En sus primeros años el partido usó métodos de intercambios prácticos e incorporó técnicas de enseñanza usadas por la milicia y las iglesias. Esto se hacía por medio de “Círculos de Estudio”, organización de vecindarios y reuniones sistemáticas en un orden jerárquico que le permitía a la base llegar al presidente mismo de esta institución, sin importar la distancia.

Crearon una plataforma de intercambio que le daba la oportunidad a la dirección de este partido evaluar a los potenciales dirigentes. El fundador de este partido tenía un “ojo clínico” para percibir en las personas sus habilidades natas;  esto era posible porque la organización tenía una caldera siempre encendida. Es más fácil cocinar si el fuego se mantiene prendido.

Hoy en día las sociedades modernas se han individualizado; podemos ver como el “yo” prevalece sobre el “nosotros”. Los profesionales son ahora especialistas y la demanda global nos hace cada vez más débiles, porque carecemos de la habilidad básica de intercambiar nuestras ideas. A muchos quizás no les importe, pero si existe alguno con la necesidad básica de intercambio, debemos crearle el escenario para hacerlo.

Crear un cambio en una sociedad descentralizada requiere dos aportes y un sacrificio. El crear un armazón de intercambio y lograr que un grupo de entes pensantes se preocupen por crecer a través de la educación; serían los aportes. El sacrificio, tiempo.

Nuestra comunidad necesita que nuestros líderes y hombres capaces nos dediquen parte de su tiempo. Esto le dará a ellos una oportunidad de oro; una base que los escuche. La plataforma existe; este partido tiene cientos de locales cerrados; simplemente ábranlos y dejen que los reales líderes hagan lo que nacieron para hacer.

La mente privilegiada del Profesor Juan Bosch reconoció una luz en el Partido de la Liberación Dominicana; pudo ver cómo una idea se convertiría en una caldera donde se crearían los líderes que hoy gobiernan a nuestro país. Hoy estamos en la misma necesidad y, aunque no tenemos al Profesor físicamente con nosotros, tenemos sus enseñanzas y eso es suficiente para iniciar… enseñen.

Sólo necesitamos algunos elementos básicos; un lugar (cotejado), un tema (cualquiera) y dos o más personas con el deseo de crecer.  Levanto mi mano para que me cuenten, seré el primero en la fila.