Poema: Melanina

Melanina
Por Juan Fernández

Si no me oculto detrás del color
de la piel de mis negros ancestros,
ni me escondo en la triste cultura
del millar de sus pulcros lamentos.
El compás ardiente del ritmo
de templados tambores del recuerdo
no me traza límites cognitivos
de flotantes pensamientos.
¿Por qué lo haces tú, hermano mío,
provocando lágrimas y tormentos?

Si antes de parir una negra guerrera
la gama de un millón de vívidos arcoíris,
y de su vientre fértil construimos
gigantescas pirámides y villas.
Si ya existían, enormes y poderosos,
los negros Olmec en Centro América,
¿Por qué no puedes entender, consanguíneo,
en tus indetenibles extensos insultos,
que cuando en África escribían poemas,
aun vivías desnudo en frías cavernas?

Si mi sangre caribeña no me asusta,
en definitivo, nunca me margina,
y las alas me crecen, y mi alma,
autónoma, libre, danza con las musas.
Si no juzgo, no juro, ni perjuro,
y mis pasos por mi corta y frágil vida
dejan inmensurables huellas.
Si no me pesan mis acciones.
¿Por qué tus derechos intentan
pisotear, constantemente, los míos?

Si el alto contenido de mi melanina
no me arrastra ni me humilla,
ni el crespo de mi fuerte pelo,
ni mis grandes labios me discriminan,
y mi libertad en tu mundo no contamina,
y no encierran de grises tus latidos.
¿Por qué no caminar en mis calzados
y hacer las paces contigo mismo,
y liberarte del puñal ardiente
que te dejaron clavado en la espalda
cientos de ignorantes que hace siglos
que se fueron, que no existen?

No te pido que camines de mis manos,
solamente que camines tu camino.
Yo no quiero consumir
mis cortos años en lágrimas,
ni pagando tus castigos,
sólo quiero cerrar mis negros ojos
cada fría o cálida noche
y besar las mejillas de mis hijos.

Quizás no nací para volar,
pero déjame por mis fuerzas descubrirlo,
no me encierres en las metálicas
limitantes jaulas en tus miles de castillos.

Quizás no nací para reinar,
pero en mis cienes siento
el peso de las coronas de mis padres,
no me pidas doblegar mi linaje
ante las heridas de tus grillos.
¡Déjame!, que antes de tu ser
una cosquilla en el ombligo de tu origen,
ya caminaba, orgulloso y erguido,
como amo de mis días.


Yo no quiero ser más que nadie,
solamente quiero ser libre….
Yo, con la herencia de los míos.