El Baile de las Estrellas

Juan Fernández

Mi madre danzó en su camastro de muerte días antes de sucumbir, su cuerpo adolorido, sus simientes crujiendo por dentro, la existencia le concedió un minuto de paz y ella lo compartió conmigo.

Sus ojos brillaban, como brillan las más esplendentes estrellas, con luz interior, desbordamiento de resplandor y harmonía, con estelas de partículas del horizonte de galaxias lejanas.

En su voz pude escuchar la voz de Dios, hablando por ella, palabras celestiales escondidas en un cúmulo de silencios, millones de montañas de sonrisas cubiertas de firmamentos, miradas pérdidas encontradas en las lunas de mil planetas.

En el roce de sus manos pude sentir el oleaje de mil océanos, mares entre sus uñas, tempestades en el centro de sus palmas, tsunamis en su ternura, profundidades desconocidas en sus respiros.

En sus manos tibias aprecié la vida fluctuar en una cuerda floja, y así, como quien sabe lo que tiene que hacer, cerró sus ojos, y se llevó en un respiro un latido de mi corazón y un pedazo de mi alma.

La extrañaré sabiendo que la veré algún día, más allá de donde bailas las estrellas.

Viaje Sin Regreso

Juan Fernández

Vengo de un éxodo oscuro donde no necesitaba maletas, un camino de espinas repleto de botones morados, pero sin hojas de retroceso, pasos que se pierden en un cosmos de raíces insondables, sellando en cada senda el vergel de mis años.

Vengo de circular por diversos mundos, impeliendo bagajes, frutos de árboles extraños, semillas que crecen sin agua, impuestas en amaneceres de soles que no se ocultan, mortajas de seda decoradas con ataujías, colectividad que se pudre, ramas bellas pero torcidas, todas esenciales, todas, todas mías.

Vengo de un mar de suplicios, arrastrando valijas, corriendo entre la sabia de un océano de martirios. Soy el dolor que se cuela entre las risas más lindas, entrelazando sudarios para indivisos indóciles. Soy la tormenta que apaga las velas de los incrédulos que me persiguen y no se persignan. Soy el lamento de crujir de los dientes de los que se comen sus propios excrementos. Soy el olvido de un piélago de caprichos que fueron vendidos como castillos.

Vengo de un viaje sin reintegro, donde nunca se cumplen los sueños. Vengo a pasar la hoz para cortar las molleras que no estén bien apostadas. Vengo de un desplazamiento de tristezas por caminos de luz pisando con calzados de lluvia en un desierto de penas.

Prepara tu maleta por si te toca hacer un viaje por el camino de tu tristeza.