Las Historias Que No Te Contaron: Caonabo








Las nuevas tierras de Ayití, traían nuevas esperanzas para el grupo de Kalinagos del joven Caonabo, el área de Maguana, parecía desolada y fértil para la caza. Su grupo fue recorriendo las islas, brincando de una en una, hasta llegar a la inmensa isla de Ayití.

En las mañanas, después de entrenar a los jóvenes en el uso de la macana, se iban corriendo hasta el gran lago para un rico baño en sus aguas salitres, bajo el asecho de los caimanes, fue por esta razón que una joven taína los sorprendió como si fueran novatos guerreros.

Nunca sus ojos habían visto tanta belleza, ni tanta nobleza, ni unos ojos tan curiosos e inmensos.

- Soy Anacaona, princesa de estas tierras del Jaragua. - dijo la diosa taína.

Todos la vieron sin entender una palabra.

- No entienden tu lengua, soy Caonabo, cacique de los Kalinagos, hemos venido de lejos varias lunas atrás.

Ella continuó acercándose, a Caonabo le temblaban las manos, quería acercarse a ella, pero no conocía las costumbres de las mujeres taínas, y esta niña la quería para él por largo tiempo.

Mientras conversaban, el joven guerrero pudo divisar varios hombres acercándose a ellos, uno era obviamente un cacique, el otro, más joven, quizás su hijo, era un guerrero, con un cuerpo forjado en la lucha, fuerte.

Hablaron por largo rato y Caonabo le pidió llevarse a la joven Anacaona, para su sorpresa, si era una princesa, la hermana del cacique, pero ella aceptó irse con ellos. Caonabo sintió un gran alivio de escuchar la respuesta de la joven princesa taína, para los kalinagos las mujeres no tenían ese tipo de libertad, era obvio que tenía mucho que aprender para compartir su vida con ella. 

La noche que nació su hija Higuemota, el cacique Hatuey les contó de rumores de seres extraños en las islas del norte, sus espías en el cacicazgo de Marien decían que eran nuevos dioses que llegaban por el mar, con cuerpos de metal y bestias de otro mundo, que hablan en lenguas extrañas y que pueden plasmar los sonidos en lienzos. Caonabo quería verlos con sus propios ojos, creía en los dioses, los suyos y respetaba todos los dioses de los demás, pero ningún ser que respire y sangre puede auto proclamarse un dios, y para Caonabo, si sangra, muere y si muere, no es un dios.

Cuando llegaron los invasores, su Anacaona fue la primera en identificar que eran hombres, poco civilizados, tenían costumbres salvages, comían como bestias y su hábitos higiénicos tenían mucho que desear, se bañaban poco y los taínos solían bañarse dos o tres veces al día.

Matarlos en el fuerte que llamaban Navidad fue la primera vez que Caonabo disfrutó matar otro hombre, había matado a muchos, pero nunca por gusto, verlos morir fue muy cruel, pero necesario.

Cuando llegó a Jaragua su esposa se bañaba con las niñas en el arroyo, cantaban, producían música golpeando el agua y sus manos, algunas lloraban, Anacaona reía, pero él podía ver las lágrimas en sus ojos.

Del otro lado del arroyo, Magiocatex hacia lo mismo, lloraba, trataba de reír, pero en su cara de dolor solo se podía ver la pena. Anacaona lloraba, pero cantaba por las víctimas. 

Cuando Don Cristóbal regresó con muchos soldados y animales salvajes, perros, cerdos, y otras plagas, Caonabo recordó su promesa, pero el malvado de Guacanagarix no había terminado su trabajo y antes de que Caonado y Magiocatex llegaran al nuevo puesto que ocuparon, ya los invasores estaban esperándolo.

- No podéis matarlo, es un cacique, tenemos que juzgarlo en España, este salvaje mató 39 ciudadanos del reino, - dijo Colón a los que atraparon a Caonabo.

- Debemos matarlo lo antes posible, esta creando revueltas con los dóciles, con solo verlo se asustan, - respondió el soldado.

- Mételo en el barco, ¿Qué dice el salvaje? - Preguntó el Botikaku, Colón 

Caonabo oraba a sus dioses, y los dioses de su esposa, entre dientes de podía distinguir una palabra que repetía como una maldición, "Jurakan, Jurakan, Jurakan". De sus ojos salía fuego, en vez de lágrimas, pensaba en su Anacaona e Higüemota, sabía que si lo llevaban al infierno de donde se originaban estos salvajes era hombre muerto.

- Jurakan, abraza mis deseos y llévame contigo, no me dejes llegar a donde me quieren llevar, soy tu hijo, no de ellos, - pidió Caonabo, mientras lo esposaban al fondo del barco donde lo llevarían al viejo mundo.

Allí, con sus manos atadas a grilletes, Caonabo empezó a llorar, sus oraciones  estaban siendo escuchadas, el dios Jurakan soplaba sus fuertes vientos. Los españoles que acompañaban al cacique podían escuchar sus plegarias y sus fuertes gritos, como los de un animal feroz.

- Baja a soltar al salvaje de los grilletes, - instruyó el capitán a unos de los soldados, - vamos a morir en esta tempestad.

- Lo siento, pero creo que hay algo más en el fondo de este barco, - respondió asustado el soldado.

Entre los gritos y los fuertes vientos el barco fue destrozado, muchos decían que Caonabo murió de tristeza, que lloraba sin parar y que en sus rezos evocaban a sus dioses.

- Gracias Jurakan por darme la muerte en tus brazos. - dijo Caonabo mientras se ahogaba atrapado en el vientre de la bestia de madera. 

Vio la sonrisa de su amada Anacaona, sonrió y murió.

Las Historias Que No Te Contaron: Anacaona





Basado en la leyenda de la heroína de Haití y República Dominicana


Todos los días, al caer la tarde, Magiocatex tenía que buscar a su tía en las costas del lago Jaragua, aunque ya tenía catorce años y era una pequeña guerrera, Bohechio temía que fuera raptada por los guerreros Kalinagos que se habían asentado en Maguana.

En Jaragua se oían rumores de un joven guerrero de los Kalinagos, decían que era el más valiente de los de esa tribu. Anacaona quería conocerlos, pensaba que podían traer nuevo conocimiento y que juntos, los Taínos y los Kalinagos podían crecer y aprender.

Esa tarde el lago parecía un manto de ceda, al otro lado se podían ver personas, bañándose y riendo, Anacona se fue acercando lentamente, el ruido y las carcajadas les parecían de personas jóvenes y la energía la hipnotizaba. 

Cuando estaba a unos 50 pasos de ellos, uno la divisó, levantó una lanza y Anacaona sacó dos cuchillos que llevaba en su espalda. Agachada como una fiera estaba lista para atacar.

Del agua salió un joven alto, esbelto, musculoso, los demás hicieron silencio, su cuerpo desnudo parecía hecho de piedra, Anacaona se puso de pie, y se acercó, tomó una flor silvestre y continuó caminando despacio. Cuando estaba a poco pies dijo;

- Soy Anacaona, princesa de estas tierras del Jaragua. - dijo como si estuviera anuncíandose en una corte.

Todos la vieron acercándose más a ella, de repente habló el joven de piedra.

- No entienden tu lengua, soy Caonabo, cacique de los Kalinagos, hemos venido de lejos varias lunas atrás. De otras islas, tomando y dejando.

Intercambiaron preguntas, en un momento hasta intercambiaron sonrisas, fue cuando llegaron su hermano y sobrino, Bohechio y Magiocatex, lanzas y macanas en mano. Magiocatex no era tan alto como Caonabo, pero si más fuerte y Bohechio era el cacique de Jaragua y su presencia demandaba respeto.

Caonabo le indicó a los Kalinagos que bajaran las armas y se acercó a Bohechio. Sus músculos se tensaban con cada paso, en sus fuertes manos llevaba una macana dos veces más grande que la común entre los taínos.

- Cacique, mis respetos, mi pueblo y yo, estamos aquí en son de paz. Le pedimos nos deje llevar a Anacaona con nosotros. - dijo Caonabo con su frente en alto.

- Joven Kalinago, su gente es bienvenida a nuestra tierra, somos gente de paz. Lamentablemente, para usted, nosotros no hablamos por nuestras mujeres. Anacaona es mi hermana, no mi hija. - Bohechio movió sus ojos hacia la joven, sin mover la cabeza.

- Hermano, me iré con Caonabo, aprenderé sus costumbres, les enseñaré las nuestras. Regresaré a Jaragua para coordinar los areitos en las fiestas. - dijo Anacaona.

Fue caminando lentamente hasta el lado derecho del joven guerrero, y ambos cacique toparon sus frentes en señal de respeto y hermandad. Los miembros de las dos tribus vociferaban en júbilo. Esa noche armaron un areito con música, bebidas, cánticos y poesias.

Por cuatro años Anacaona viajó de Maguana a Jaragua a ver su familia, todos esperaban que naciera su criatura, ella sabía que era niña, lo sentía en su corazón, pero Bohechio oraba a los dioses para que naciera niño, su sucesor. Para los taínos el linaje real llegaba por las hembras de la familia, luego por los hermanos hombres y por último los hijos propios del cacique.

Caonabo, Bohechio y Magiocatex eran como tres hermanos, Anacaona había unificado los dos cacicazgos con sus cantos y amor, Caonabo los protegía de los demás caciques, Magiocatex se había convertido en su general más valiente. Los encuentros en el lago, cada año, eran legendarios.

El frío normal del Bahoruco se sentía deslizarse por la cordillera, andaba sobre las aguas sin frenos, a lo lejos uno de los Kalinagos sonó un fotuto, dos largos, dos cortos, Caonabo se puso de pie y con él todos los de su tribu.

- Alguien se acerca, viene rápido - dijo Anacaona.  Bohechio dio una señal y cientos de Tainos y Kalinagos penetraron los montes, fechas, arcos y macanas en mano.

A los pocos minutos los Taínos se acercaban riendo con un enorme guerrero, Caonabo se quedó de pie junto a Bohechio para esperarlo, era el cacique Hatuey, el único Taíno al que Caonabo respetaba como guerrero. Se sentaron cerca del fuego y Hatuey empezó a hablar;

- Algo no está bien en las islas del norte, escucho rumores de seres extraños. Guacanagarix dice que en sus sueños ve nuevos dioses llegar por el mar.

- ¿Nuevos dioses? - dijo Caonabo, tratando de entender.

- Esperemos que los sueños de Guacanagarix sean, como siempre, solo supersticiones. - dijo Bohechio.

Todos se sentaron más cerca del fuego, fue cuando escucharon el primer grito de Anacaona, varias mujeres de los Taínos se fueron con ella y una horas más tarde el grito saludable de una bella niña llenó la noche. Anacaona y Caonabo la llamaron Higüemota.

La paz reinó en Maguana y Jaragua por poco tiempo. Los rumores de Hatuey se hicieron realidad y los sueños de Guacanagarix se convirtieron en pesadillas para los Taínos y Kalinagos de la tierras de Ayití.

Llegado el invierno, los colonizadores también llegaron, con ellos, enfermedades, muerte, abusos, violaciones y lo peor, crueldad, como los habitantes de estas islas ni se podían imaginar.

Anacaona, a su corta edad, nunca pudo imaginarse tanto dolor, al llegar los colonizadores, pensó que ellos traerían nuevas tecnologías a su pueblo, pero ellos no conocían la paz, ni respetaban la naturaleza, ni la inocencia.

Una tarde, cuando el Señor Cristóbal, Botikaku, como lo llamaban en Marien, se había retornado al infierno de donde llegó, Anacaona se acercó al bohío que habían ellos construido, La Navidad. Detrás de la gran muralla escuchó gritos de niñas, pensó en su Higuemota, al ver lo que pasaba dentro del lugar, cerró sus ojos y retornó corriendo a Jaragua.

- Bohechio, necesito que mandes a buscar a Magiocatex y Caonabo, ¡esto acaba hoy! - se le podía ver el fuego en los ojos a la joven taína. No paraba de caminar, el bohío se le hacía pequeño, no dejaba de pensar en las caritas de las niñas dentro de La Navidad, los ojos llenos de maldad de los colonizadores.

- Son 39 monstruos, no dejes uno vivo. - Anacaona no había terminado de hablar cuando Caonabo salió por la ventana, el fuego de los ojos de su reina ahora era suyo.

Cuando Caonabo paró de correr solo Magiocatex estaba a su lado, los demás estaban a muchos metros detrás;

- Los esperaremos frente al fuerte, - dijo Magiocatex.

- No dejaremos uno vivo, nunca he visto a Anacaona tan furiosa, están matando nuestros jóvenes y violando nuestras niñas. - respondió Caonabo.

Una lágrima le salió de sus ojos, que ahora estaba rojos de una rabia animal. Agarró las manos de su hermano, y cerró los ojos, Magiocatex entendió perfectamente, ¡hoy era una buen día para morir!

Caonabo confirmó que eran 39 soldados. Lo que Anacaona había descrito era menos de lo que los dos guerreros pudieron observar. Caonabo no quiso esperar más. Vio fijamente a su amigo y saltó del árbol al patio de La Navidad. Magiocatex nunca había visto nada similar, Caonabo parecía  convertirse un animsl feroz, el primer colonizador en conocer la macana no pudo ni moverse, Caonabo le pegó tan fuerte que la cabeza pareció enterrarse en su cuello, cuando cayó al suelo su ojos eran dos coágulos de sangre.

Magiocatex tomó la espada de aquel colonizador y cortó las piernas del siguiente, Caonabo terminó el trabajo con su macana, los dientes quedaron clavados en los troncos de las paredes de La Navidad. Los dos guerreros parecían uno, el caos dominó el ambiente, gritaban, lloraban, la orden de Caonabo a sus guerreros fue sacar a las niñas, Anacaona los esperaba en las afueras del fuerte.

Cuando terminó la matanza, Caonabo se sentó a llorar, el silencio solo era interrumpido por el llanto de las niñas. Caonabo quemó el fuerte y los cadáveres de los 39 malditos colonizadores, le juró a su amada reina, Anacaona que si regresaban más, igual les mataría.

Anacaona caminó lentamente entre Marien y Jaragua, sus lágrimas apagaban el fuego de su ira y calmaba su alma. El maldito colonizador regresó con más hombres, con perros feroces, con más armas. Su Caonabo juró que si retornaban los mataría, pero fue engañado por Guacanagarix y atrapado.

Don Cristóbal lo envió a España y en camino murió tragado por el dios Juracan...pero esa es otra historia que no te contaron.

El Crecer de los Framboyanes

jbfernandez.com

Se le van cayendo las hojas del árbol que sembramos cuando éramos soñadores, lo hicimos tantos abriles atrás que casi lo olvidamos. Las ramas secas van dejando su membrana vieja en la grama verde de la nueva prole de arbustos que nacen en el jardín. El olor a raíces va impregnando mi ciudad, arrastrándose lentamente entre los adoquines y se agrietan los edificios bajo la sombra enorme del framboyán.

Se nos marchitan las flores rojas bajo el cielo gris y las nubes negras, se nos vuelve monocromática la vida, perdemos el sabor por la existencia, arrastramos los pies, casi dormidos y las nubes, parecen hechas de algodón cenizo, como si limpiaron con ellas la hoguera que nos quema. ¿Será que en el cielo no se escuchan los gritos de los hijos de mi tierra? ¿Será que la angustia tiene límites en el firmamento y ya alcanzamos el techo? Mientras muchos nos quieren encerrar con cercas, otros no resisten el vernos compartir con ellos. Por un lado, nos cierran las puertas, por el otro, nos construyen jaulas para no dejarnos calar.

Dejamos un canasto de paja de nuestros ancestros para caer en una jaula de metal y aquí nos cortaron más que las alas, nos escindieron la voluntad. Yo no nací para apartar mi cuerpo de mi alma, quiero sentirme siempre uno, sin que me roten en un torno y quieran cavar mis costillas. Quiero dejar mi huella aquí, donde nací, donde mis padres, en sus sueños, sembraron sus framboyanes.

Frutos del Edén

JB Fernandez

Me escondo en las siluetas dulces de tus pasos de luz, tu piel arrastrando claveles sobre la arena tibia del mar de mis anhelos. Durmiendo sobre las olas. Tus labios quemando pétalos en los jardines donde sembramos nuestros deseos, conjurando órganos en la playa, mezclando agua, fuego, sal y tierra.

Se te pierden los gemidos en mi hoguera, tus uñas cavando surcos en canteros, tu semilla germinando en el Edén que hemos creado en nuestro lecho. Me invitas, allí, a comer del fruto prohibido y remuevo el arbusto para que caigan los duraznos del árbol de tu vida. Me convierto en el abono de tus deseos escondidos.

Se me olvidan los dioses en tu ombligo, y excomulgo los pecados de mis ancestros. Se me olvidan las promesas de vida eterna, no quiero una vida más de la que tengo, para siempre me haría un insecto del respeto al tiempo. Se me olvida que el planeta y la luna rotan, y no me importa, que se detengan. Se me olvida todo delante del polen de tu cuerpo. Yo solo quiero dormir en una rama de la cima de tus respiros.

En tus brazos lo recordaré todo y viviré para dibujar tu pecho. Creceremos en hortaliza de nuestra historia, mojados en la lluvia de nuestras decisiones, sin apresurarnos, despacio, gota a gota, solo con el amor que nos toca.

No me quedan palabras para decirte que te amo. Mírame, lee mi alma por mis ojos, te escribiré poemas con mis latidos, en el alfabeto de mis sentimientos, crearé palabras que no existen, que quizás se perdieron en el tiempo, y aquí, de rodillas, debajo del árbol de tu fruto prohibido, te escribiré en el vientre cuanto te amo, con la tinta eterna de la vida.

Llegaron Los Ingleses, ¡Otra Vez!

Juan Fernández
jbfernandez.com

Nadie pensó que la invasión a Estados Unidos llegaría de la forma que estaba pasando, el presidente había hecho lo imposible para elevar un muro y los extranjeros entraron por la frontera de una forma muy fácil, en paz y sin visas.

Con unos cuantos dólares los ingleses le pagaban a los guardias, ¡malditos traidores!, estos los dejaban pasar sin necesidad de  permisos, y se quedaban.

Cuando los primeros miles llegaron a Nueva York nadie les prestó atención, empezaron vendiendo frutas en las esquinas, y los americanos les compraban pastelitos, caramelos y palitos de coco, llenos de sonrisas.

Las inglesas pedían ayuda con sus hijos en las calles del Bronx y Queens, los gringos empezaron a quejarse de que los hospitales no antendian a los ciudadanos por atender las necesidades de los ingleses. Los presupuestos de la ciudad no podían soportar el crecimiento de esta comunidad.

Los americanos explicaban al mundo que eran demasiados para una sola ciudad. Los ingleses habían llegado a más de dos millones, antes de cerrar el 2018. El temor entre los ciudadanos americanos era que la invasión fuera organizada y que los colonizadores querían retornar la isla de Manhattan a como era antes de la independencia.

Se oían rumores de una invasión por el útero, cada inglesa llegaba embarazada o quedaba a los pocos meses de llegar.

Un profesor trataba de explicarle al mundo la historia bélica entre los dos pueblos, exponía que no era un asunto de país de origen, sino una historia de guerras, luchas y hasta masacres, los ingleses una vez degollaron cientos de americanos en un pueblo del norte.

Los americanos no podían olvidar el pasado y los rumores eran que los ingleses pensaban que la isla era de ellos. Decían que los ingleses educaban a sus hijos para odiar a los americanos, lo opuesto no era igual, los americanos resentian a los ingleses, pero no los odiaban, todo era por la horrible historia entre ellos, no simplemente por ser ingleses.

Según corría el 2019 el problema no disminuía, los americanos les pedían al presidente y a los candidatos de las próximas elecciones que buscaran una soluciones diplomática, algo organizado, soluciones permanentes.

Para empezar, no era necesario un muro, sino un plan migratorio funcional, mejor entrenamiento para el personal de frontera, mejor capacitado y más patriótico, quizás mejores salarios, para que no puedan ser sobornados.

Los Estados Unidos y el Reino Unido fueron países en conflictos, por años, en una ocasión uno fue la joya, la inspiración para la libertad de muchos en el mundo, pero los castigos impuestos por Francia por años destruyó la economía de la joven nación.

La solución está en educarnos; americanos, ingleses, dominicanos, haitianos, todos. Necesitamos un mundo mejor, uno donde podamos crear oportunidades para todas las naciones.

¡Vamos a dialogar!

¡Hoy!

Hoy Necesitamos a Duarte

Juan Fernández ~ jbfernandez.com


Lograste con una pluma, lo que pocos logran con una espada y un cañón, inspiraste, en versos, el nacimiento de una nación, de un pueblo subyugado, tras décadas de invasión. Tu vida invertida en un grupo de gente que aún no han cumplido el sueño que nos dejaste como misión.

No somos libres aún, ¡oh Duarte Libertador!, luchamos contra los mismos invasores, haitianos, venezolanos, colombianos y demás por las fronteras, que no respetan, culpa de muchos ineptos nuestros que nos venden como si fuéramos su propiedad personal, ¡traidores! Otros nos invaden de mucho más lejos, por los recursos naturales de tu nación. Todos buscando nuestra eminente destrucción.

Nos roban nuestra cultura, ¡oh Duarte Poeta y Escritor!, nos roban nuestra  música y el alma de la nación, nos importan el veneno por imágenes de televisor. Nos reemplazan el merengue con un maldito reggaetón y les parece inocente el robo por apropiación. Nos borran poco a poco, generación tras generación.

Hoy necesitamos un Duarte Inspirador, con la necesidad en el alma de hacer de nuestra nación, otra vez, un pueblo con metas y valor, con sentido de pertenencia y fuego en el corazón. Que cada dominicano entienda que somos herederos de un Duarte guía y mentor.

Hoy necesitamos un Duarte Inspirador, que desde la tumba nos recuerde el valor de ser parte de un sueño propio y que no nos perdamos persiguiendo el sueño de otra nación. Necesitamos enseñar como se canta el himno y como doblar la bandera, la vida de Duarte, Sanchez y Mella, antes de terminar la escuela, en la patria y el exterior. Necesitamos metas propias, no las importadas por fotos y videos que nos venden por internet.

Hoy necesitamos, otra vez, un Duarte Libertador, que nos ayude a despertar el pensamiento crítico, la tolerancia y el respeto por la vida del prójimo. Un Duarte que nos ayude a ver el norte y nos enfoque en un plan de nación. Un Duarte que nos recuerde el porqué murieron nuestros padres fundadores de la patria, su sangre derramada por nuestra liberación.

Hoy todos somos Duarte, sí, pero necesitamos ser Duarte mañana y todos los días.

¿Y tú, trinitario, por qué nación quieres luchar?

Vivo Por Que Sé Amar

jbfernandez.com

En la eterna lucha por aprender

Cambio cuando la información cambia, evaluó y reorganizo mi pensamiento, quisiera que algunas cosas fueran estáticas, pero la vida está compuesta de variables, no constantes. Es compleja, no solo complicada. Lo que hoy tiene sentido, mañana es un disparate. Hasta el tiempo es relativo, dijo Alberto y dicen que él sabía mucho de eso. No es lo mismo un minuto en las manos de un enamorado, que lo quema todo en un instante, como yo, que en un reo viendo nubes pasar por una ventana de su fría celda. Uno contador de emociones por latidos, el otro de rayitas de tiza en una pared infinita.

Creo ciegamente en las causas que nos den razón para vivir, me uno a ellas. Creo también en las personas con metas específicas, en el pensamiento crítico y en los valores, todo lo demás solo decora, pero pregunto y mido dos veces antes de cortar. Las decisiones me toman tiempo, pero cuando me entrego doy el 100%, aunque nadie lo pueda apreciar. He sido víctima de mis ideales, pero prefiero pedir perdón mil veces, soy esclavo de la cabeza que no me quité, un profesor me recomendó eso.

Creo en los silencios, peso mis palabras antes de decirlas y si piensan menos que mi silencio, las mastico y me las trago. Eso me ha llegado con la edad, antes masticaba cabezas. He aprendido de los castigos de otros silencios, aún cometo errores, pero pago las consecuencias y crezco. Las raíces del árbol de mi vida, aún con los millares de tareas de terreno que ocupa, no me siembra, puedo recogerlo todo y moverme. Gracias al creador por darme piernas.

Creo que mi felicidad es mi responsabilidad y es para mí, el mantra por el que existo. No quiero más de lo que tengo, he alcanzado lo poco que me he propuesto, pero no me conformo, aún estoy creciendo con cada tropiezo. Soy un hombre, no un autómata dependiente de la programación que me han impuesto, aún sé usar el cerebro y todos los adelantos técnicos. Criado en el XX, pero ciudadano del XXI. El mundo, el mío, depende mucho de ello, un poco de lápiz y cuaderno, captado en fotografía digital de mi celular, cuando termino un poema. Lo mejor de dos mundos sin conflictos internos perecederos.

Tengo paz y agradezco a los seres que me ayudan a lograrla, pero siempre entendiendo que es solo mía. Solo le pido al universo que no me deje ser un estorbo en la búsqueda de paz de los que me rodean. El amor se sienta en bandeja de respeto.

Vivo por que sé amar y respeto la libertad de los demás al amor que nace en ellos.