Hoy Nace un Niño

jbfernandez.com
(Décima)



Por horas busqué en la historia
el nacer de un niño del oriente,
al que querian matar de repente
sin que pudiera brillar su gloria.
Busqué en la sagrada escritura
y Josefo me contó las locuras.
Nació en un pesebre, en Belén,
pero no he podido comprender
como nació entre ovejas el ser,
que su madre llamó Emmanuel.

Busqué entre líneas noche y día,
leyendo desde Mateo hasta Juan,
buscando entender mejor el afán
de ocultar la verdad de su vida.
Me encontré con datos vitales
en arcas de bibliotecas digitales
pero no encontré muchos los detalles
de como una virgen parió a un ser
que todo el creyente llegó a ver,
como el Rey de Reyes celestiales.

Entonces oí instrumentos bellos
entre cánticos de compatriotas,
me puse gorro y cálidas botas
y salí a cantar, en júbilo, con ellos.
Sin saber de fechas, ciertas o erradas,
cantamos a toda voz y a carcajadas,
que había nacido, hoy, un niño de luz.
Entre lágrimas, por fin, pude entender
que es en mí que nace el divino Ser
que me dió la vida al morir en la cruz.

¡Gracias por nacer Niño Jesús!

¡Feliz Navidad!

La Puerta de Bronce

jbfernandez.com
2018

Mr. Albert Saunders, un viejo irlandés amigo de mi abuela, quien le rentó un cuarto en los años 40, antes de que ella pudiera rentar su primer apartamento en la calle 85 y la avenida Columbus, me contó, en su lecho de muerte, hace ya mucho tiempo, que él fue parte de un grupo de personas que planificaba el futuro de la ciudad, todos descendientes de las primeras familias europeas que llegaron desde 1626. Me dijo:

"Escucha, escribe esto si deseas, no quiero que la historia se pierda. En la mañana del 24 de diciembre del 1963, como todos los 24 de diciembre, los siete miembros del Consejo de Nueva York se reunió con fin de planificar las tres metas principales para la ciudad. Uno de sus miembros, Wagner, era el alcalde y fue escogido presidente del Consejo noviembre 22 de ese mismo año. Grandes cambios se podían vislumbrar para la ciudad,  después del 22 de noviembre del 1963.

El Consejo llevaba más de 200 años reuniéndose todos los diciembre 24, como lo hacen hasta el día de hoy, el punto de encuentro era la estación de City Hall, hasta que implementaron el cambio de tren en 1945 y los nuevos vagones no podían girar en la curva de la estación, fue más fácil cerrar la estación que cambiar los vagones, ese año movimos las reuniones a la calle 72. 

La Guardia había mandado a hacer una oficina especial en la parte de atrás de la plataforma del tren 1 del lado sur y los miembros conocíamos el mecanismo secreto para salir del tren, sin ser vistos y entrar a ese espacio privado. Allí teníamos una mesa de caoba y sillas cubiertas de piel muy fina, luz eléctrica y hasta un teléfono, aunque nuestra reunión solo era una vez al año, los alcaldes la usaban como trinchera secreta, era a prueba de explosivos, hasta atómicos, a prueba de agua y tenía reservas en comida. Podías vivir meses sin salir de allí, aún debe ser así hoy.

La puerta aún permanece en la estación y está a la vista de todos los pasajeros, fue el gran misterio de este lugar secreto, estaba expuesto a la luz pública, pero nadie la podía ver. En 1963 las reunión fue pautada para las 3 am, el dolor de todos era la muerte del presidente, estaba muy fresca. La tardanza no era permitida, la única excusa era hospital o tumba. Nadie, nunca, ha faltado, ni llegado tarde.

A las 3 am, en punto, Wagner inició la reunión, la primera propuesta fue cambiarle el nombre al aeropuerto, Idlewild Airport vivió su etapa, el nombre era insignificante, al final era simplemente el nombre de un campo de golf, JFK Airport rendía el honor merecido a un presidente sin comparación y tan amado. 

Wagner hizo la llamada al instante y convocaron la rueda de prensa para las 8 a.m. ese mismo día, el 24 de diembre le cambiamos el nombre. Así hacíamos las cosas en esos tiempos; pensando, planificando y honrando nuestros principios. Nunca permitas que se violen tus derechos, ni tus principios, sin ellos eres simplemente una criatura de Dios, como cualquier insecto, pero con ellos eres hijo de un Rey Divino. Nunca lo olvides."

Saunders murió al día siguiente, después de regresar del cementerio fui a la estación de la calle 72, allí estaba, una gran puerta de bronce, por su majestuosidad se veía que estaba fuera de lugar, pero era cierto, parecía la entrada de una oficina. Todos los 24, a las 3 am voy a la estación (ahora, en este 2018, estoy aquí), espero a ver si se abre la gran puerta de bronce, pero siempre hay un tren que se para en la estación, a es hora exacta, las luces se le apagan por un minuto o dos y luego continúa, yo respiro profundamente, puedo escuchar pasos haciendo eco en un pasillo, voces que murmuran algo. Quisiera tocarles la puerta, pero no puedo, creo en mi ciudad y en todo lo que hacemos para honrarla, no se si este año se reunirán en la vieja estación o no, pero se que soy parte de algo grande y ahora lo eres tú... ¡Feliz Navidad Nueva York!

Se Nos Olvidó El Olvido

jbfernandez.com

Dedicado a Mi Profesor de la Vida

Se nos olvidó tomarnos el brebaje que le dieron de beber a los que querían controlar con palabras sin sentido. Pudimos verlos sin filtros, al desnudo, sus miradas sin razones, sin motivos, no nos decían nada, eran autómatas dirigidos, vacíos, programados en sus rutinas, carentes de principios y no pudieron ejecutar en nosotros sus aplicaciones del dominio. 

Se nos olvidó ponernos las vendas que nos entregaron en la puerta, se nos olvidó mientras leíamos los libros que muchos trataron de prohibirnos, quemaron miles de ellos, pero veintisiete letras, mezcladas en mágicos símbolos, nos dibujaron el camino. Millares de ideología, hoy casi perdidas, nos abrieron el corazón y pudimos ver los arcoíris, en el proceso nos abrieron las mentes.

Se nos olvido confesar nuestros pecados y nos acusaron de herejes, nos marcaron con una equis la frente, nos borraron de sus listas de reverentes y nos sacaron del rebaño, creaían hacernos daños, recogimos nuestras ideas, nuestras inquietudes y nos retiramos. Nuestras cabezas aún pegadas del cuello. Nos vociferaban que éramos locos por creernos capaces de pensar solos, nos creyeron incompetentes.

Se nos olvidó conformarnos con lo que nos enseñaban y lo poco que nos exigían, nuestras mentes no se alimentaba con sus pequeños segmentos de pan y agua, habíamos aprendido de Quijote a no conformarnos con nada y lanzamos piedras a los molinos de vientos de Campo de Criptana.

Se nos olvidó el olvido, hoy luchamos en silencio, con pluma o con espada, entendemos que el ataque a uno de nosotros es una declaración de guerra contra todos, al final somos soberanos. Aún leemos los libros que ya ni siquiera llegan a la imprenta, nos hemos convertido en reliquias en las mentes de los llevan el látigo y aún no nos aceptan, pero estamos aquí, en son de danzar nuestro haka, unidos, enfrentando los insultos y los castigos. Salimos de sus cuevas y no vamos a permitir sus restricciones, ni sus reglas. No somos confrontativos, simplemente se nos olvidó olvidar y recordamos seis mil años de historia que entre todos vivimos.

Se nos olvidó el olvido y sentimos, excusanos si no nos alineamos para sus mataderos de conciencias y reemplazo de pensamientos, como dije, somos soberanos, nos quedaremos con nuestro pedazo del cielo, aun sea solo media isla, moriremos con un libro en una mano y en la otra el escudo de la justicia por la que tantos lucharon.

Las Olvidadas

Juan Fernández (Padre de 2 Princesas)

Me gritan las voces de cientos de almas de las menores olvidadas en sus muertes, víctimas de inconscientes. Mis breves meditabundas caminatas diarias, cerca del sacramental de mi gente, se convierten en horas interminables de voces de nuestro pasado que se pierden, clamando que las recuerden, soportando el peso del olvido en sus hombros hechos polvo, Atlas de ultramundos, atrapadas detrás de cortinas de penitentes sufrimientos de familiares encerrado detrás de las puertas de sus decisiones inconscientes.

Es inaudito, quizás sorprendente, para mí, como el enfoque social puede volverse viral, infectando de ignorancia, como un virus real, a miles de incompetentes, clientes de lo casuales. Al morbo le crecen tentáculos que nos amarran frente a los dioses digitales, que hemos creado, y hoy nos pueden dominar. Nos olvidamos del padecimiento social, la enfermedad, y nos enfocamos en la temperatura que nos hace sudar, el síntoma. El problema no es la madre que ayuda a su hijo a soterrar un cadáver, la complicación fue celebrar la violación constante a una menor sin nadie hacer nada, todo empezó comprándole regalitos de navidad sin habérselo ganado. “Pide por tu boca príncipe de todo mal, que para eso trabajo”. Eduquemos nuestros hijos en la niñez, para que de adultos sean hombres y mujeres de bien.

Me arañan los tobillos los dedos de las centenas de niñas borradas de la historia de mi pueblo, las que estamos matado hoy por ignorancia, las que dejamos que corran con tijeras en las manos, si, con las  tijeras de las hookahs, con el sexo permitido a destiempo, vendiéndolas al mejor postor, maquillándola a los diez, y luego simplemente las dejamos en el tintero de alguna sentencia ridícula de las leyes del olvido, o hacemos otro circo mediático con sus agresores, nos creemos jueces y queremos emitir reflexiones en las redes sociales, si, en eso yo también soy una mierda. Pronto le pagarán por los derechos de algún libro o alguna novela mal escrita y mal contada, alimentando la epidemia de imbéciles cretinos de una sociedad flotando en estiércol.

Hoy, después de la sentencia absurda de estos dos payasos del espectáculo del minuto, muchos van enfocando sus lentes a la siguiente atracción del momento; animales, malabaristas, quién volará por los aires o caerá al vacío por perder el trapecio. Millones de tuits y fotos creando un universo de elogios a los muertos. Somos consumidores de delitos y engordamos con el veneno ajeno. Mientras el cuerpo de una niña se pudre en una caja de madera, nosotros corremos la pantalla con nuestro dedo pulgar buscando el próximo escándalo que nos entretenga por unos minutos más, vamos a las carreras para ver los accidentes y luego decimos que la sangre no da asco y nos tapamos la cara de vergüenza.

Propongo que nos revisemos, que hagamos algo con esta sentencia, que la muerte de Emely no se vaya sin nosotros mejorar como pueblo. Que optimemos las leyes para proteger nuestras princesas en honor a su vida, no su muerte. Existen miles de Emelys hoy en cada uno de nuestros barrios a punto de perder la vida, otra más, y nosotros aquí, matándolas en las redes sociales por entretenimiento. Hagamos algo, no sigamos olvidando como se mueren los pueblos que no saben defender sus pilares. No olvidemos a esta niña de sonrisa tan alegre, hoy, borrada para siempre.

Somos Círculos

Juan Fernández

Somos círculos abiertos de momentos
que vivimos en el segundo de presencia
que tenemos en este plano de existencia.

Aparecimos para pintar vetas de arcoíris
en el lienzo de los oleos de millones de historias
pinceladas en combinaciones increíbles
de colores extraordinarios.

Podemos ser artistas de nuestras propias actitudes
o convertirnos en un soplo invisible
en la tempestad del olvido.

Pertenecemos a una especie
de seres transitorios en el cosmo,
hijos del mismo polvo
que fueron construidas las estrellas
y en el último segundo, del último día,
del último mes nos transformamos en reyes
por un respiro.

Abramos el alma y aceptemos nuestro lugar
en el pestañar de este momento divino.


((Este mes concluye, con grandes retos, no podemos detener el proceso, necesitamos a cada mujer en nuestras vidas sanas y salvas, nos falta mucho por liberar, pero todos juntos. ¡Gracias por acompañarme en este respiro!))

Diosa única de mi destino

Juan Fernández

Circulan por mis poros,
haciéndome desistir de mis soplos,
tus tenues miradas pausadas, 
así, como pequeñas golondrinas,
acariciando cada célula
de mi piel hipnotizada,
hormigas escondidas
que caminan en mis años,
hoy, ya maduros.

Escudriño, en tus sentidos,
el camino diseñado
por los dioses del futuro,
yo que nunca creí en la suerte,
ahora, inocentemente,
profesando que naciste para mí,
que tu vida fue, intuitivamente,
entrelazada con la mía,
como si fuéramos una sola.

Observamos la mucha imaginación mía,
con un poco de burla.
Los años haciendo travesuras.

Abro mis arrojos y vuelo contigo,
en un cielo repleto de fortunas,
y me duermo, como un inocente crío,
respirando en el manantial de tus pechos,
donde guardo mis ilusiones,
como el tesoro escondido
de civilizaciones antiguas,
como si fueras de oro puro.

Diosa única de mi destino. 


((Este año, en EE.UU. se han diagnosticado 1,735,359 casos de cáncer y han muerto 609,640. El cáncer de mamas es el más común entre nuestras reinas. ¡Vamos a hacernos la prueba!))

Tu Café

Juan Fernández

Quiero ser el primer trago
de tus rutinas matutinas,
sentir que puedo morir
mil muertes en tu paladar ardiente,
vivir entre tus dientes,
saboreando el aliento
del amanecer de tu boca.

Quiero ver el mundo envuelto
en un sorbo de mi esencia
corriendo por tus labios,
descansando en tus papilas,
sentir que me respiras,
despertarte un poco más,
sabiendo que serás mía,
aunque sea por unos minutos
mientras me tomas,
como lo haces cada mañana,
en paz, en nuestras tazas de café.


((En RD puede costar más de $3 millones de pesos, al año por mujer, atender el cáncer de mamas, vamos a hacer todo lo que podamos para donar a las ONGs que ayudan la mujeres pobres del país.))

En Mis Mares

Juan Fernández

Vivimos en un piélago insondable
que no nos corresponde,
amos momentáneos de olas inusuales.

Somos como mantarrayas
planeando en el mar
de nuestras emociones.

Nos aferramos a cada sifón,
como si fuera el último huracán
de nuestras desnudas costas naturales
y nos sumergimos en fosas idílicas
sin medir donde acaban.

Entonces llegan tú y tus delfines,
como si fueras Neptuno
en un millar de caricias liberales.

La necesidad de morir
se me va a otros lares
y me llenas el océano de tus caudales.

Puedo vivir, para siempre,
en una sola gota de tus besos
y morir, en pequeñas muertes,
en el torbellino de tus caderas letales.


((El cáncer de mamas no es exclusivo de nuestras reinas, también los reyes deben revisarse. En EE. UU. 2,550 hombres son diagnosticados cada año. ¡Vamos, todos, a hacernos la prueba hoy!))

Todos Juntos

Juan Fernández

Somos, queramos o no,
la columna vertebral,
la espina dorsal,
de nuestro frágil mundo.

Todos juntos.

Quizás nos tome tiempo
entender que
cuando una hoja se nos cae
todo se desacopla.

La savia no circula
por su vía normal.

Nos hace falta el respiro,
se nos derrumban las lunas,
se nos acaba la lucha.

No existen ramas rotas
que no afecten el eje central. 

La brisa no suena igual
en un árbol desnudo.

Necesitamos cada mujer
y cada ser en esta guerra perpetua
que llamamos sociedad.


((La primera causa de muerte en mujeres de RD es el cáncer de mamas, tenemos que tomar acción para ayudar. La mujer pobre no puede hacerse estas pruebas, debemos ayudar, adopta una mujer de 35 a 50 años hoy y ayúdala a hacerse la prueba.))

Vientos

Juan Fernández

Eres el Céfiro de mis primaveras,
naces, suavemente, en las serranías
de mis pacíficas alboradas,
el aire que respiro.

Te acrecientas con la dócil brisa
enredada en tu pelo
y pernoctas en mis brazos,
como huracanes en las islas de barlovento.

Eres tormenta y tempestad,
tornado de mis sentimientos.

Vivo para dormir en tu viento
y despertar, cada mañana,
levitando en tus pechos.

Gracias por ser oxígeno libre,
cuando muchos luchan
por ser esclavos de moléculas
inútiles e inservibles.



((Una mujer muere cada 3 minutos debido al cáncer de mamas. ¡Vamos a hacernos la prueba!))

Detrás de tus Miradas

Juan Fernández

Se me ocultan los crepúsculos
detrás de tus miradas,
siento miles de alondras
volar en el firmamento
de tu cautelosa espalda.

He aprendido a disfrutar
tu sublime mutismo voluntario,
apretando los labios,
entendiendo que es tu elección
la forma de decirme que me amas.

Cada mañana,
cuando abres tus ojos
y permites que mi sol salga,
me miras en silencio
y distribuyes los filamentos
de mi alma.

Puedo ver nuestras vidas
dibujadas en tu aliento,
en cada palabra apreciada
que se escapa de tus senos,
en cada sabor apacible
que me tomo de tu ombligo
y en el vaivén rítmico de tus caderas.

Enmiendo los retazos de mi cosmos
en tus brazos
y se me van contigo los pensamientos.

Amarte reconstruye y da sentido
a todo en mi universo.


((Más de 2 millones de casos de cáncer de mamas serán detectados este año. ¡Vamos a hacernos la prueba! ¡La detención a tiempo ayuda!))

Nos Desarman

Juan Fernández

Caminamos compartiendo
   el polvo de nuestra piel
   con cada ser que nos toca.

Algunos, sin uno querer,
   se llevan montañas,
   nos dejan rotos.

Otros, cuando uno más quiere,
   no se llevan ni una fécula,
   nos desarman.

Vamos dejando huellas,
   escritas con nuestras acciones,
   o la falta de ellas,
   en alfabetos que,
   muchas veces,
   ni nosotros mismos entendemos.

Pero la vida,
   de vez en cuando,
   tira los dados,
   parece que vence el azar,
   se nos alinea la suerte,
   nos sentimos que ganamos.

Reímos juntos,
   nos llenamos de melodías
   que pocos escuchan
   y compartimos con un ser especial
   la música de nuestras almas.

Compartimos el todo,
   esperando nada,
   desaparecemos, felices,
   convertidos en polvo.

(Las mujeres más afectadas por el cáncer de mamas, están en la franja de edades comprendidas entre los 41 y 50 años, representan el 26%. ¡Vamos a hacernos la prueba hoy!)

Mi Roca

Juan Fernández

Guardas, corazón,
la magia y la ilusión
de la constancia y firmeza
de una roca vital
en la zapata de mis otoños.

Tienes, en tu testa,
mil retoños
de pensamientos cautivos
que nacen imprevistos,
sin ninguna señal,
en los momentos más oportunos.

En tus ojos vivarachos,
juguetones,
puedo ver el reflejo brillante
de un millón de anhelos
a punto de  florecer
en todo lo que propones.

Eres una, entre pocas,
que sabe armonizar
la belleza de inspirar
con el esplendor de tus pasiones.

Camina, pequeña gigante,
con los pasos seguros,
que al lado mio, lo juro,
podrás reclamar el mundo
como conquista del reino de tu futuro.

Eres roca en un valle de arena,
única entre todas las cosas.



((Alrededor de 40,920 mujeres morirán de cáncer de seno este año, solo en EE. UU. Saberlo a tiempo puede ayudar. Te necesitamos aquí, en el mundo de tus sueños.))

Universo Interior

Juan Fernández


Vamos por la vida
buscando en lo externo
lo que solo puede existir
en nosotros mismo;
amor, sosiego, soporte y,
más que nada, paz.

Tomemos unos minutos,
todos los días,
para contemplar nuestras bendiciones
y luchemos por buscar el amor propio,
los demás valorarán nuestras almas
cuando sientan
que somos uno con el universo.



((Octubre: Mes de conciencia sobre el cáncer de mamas))

Vuela al Olimpo

Juan Fernández


Cómo puedo ayudar a tu vuelo,
reina de mis cielos
y ave de mis arcoíris.

Quisiera seguir ayudando
a tu ascenso al monte de tus olivos,
donde desde tus nubes
puedas ver los dioses del Olimpo.

Eres vida, inspiración y dicha,
tú que has sabido llevar,
en tus hombros,
el mundo que a muchos otros aplastaría. 




((Octubre es el mes contra el cáncer de mamas, no dejes de hacerte un chequeo. Si necesitas ayuda, dime, te necesitamos aquí, sana y fuerte, ayudándonos a volar como solo tu sabes hacerlo.))

Octubre 2018: Campaña Cáncer de Mamas

Juan Fernández


Cada mujer es un templo divino,
capaz de albergar en ella un universo.

El cáncer de mamas ha cobrado
más vidas de lo que debe.

Quisiera apoyar en todo lo que puedo
a las reinas que rodea mi vida;
información de cómo lograr hacerse las pruebas.

Me ofrezco como me necesiten.
Vamos a cerrar este mes con un examen
a cada mujer que conocemos.

Miradas de Arcoíris

Juan Fernández


Ella es arte,
con solo un respiro.

Ella es vida,
con solo un pensamiento,
de su vientre brotan firmamentos.

De su alma
nacen el cantar de aves
y se anidan los deseos más profundos.

Sus miradas conjugan arcoíris.



((Vamos a trabajar para que cada mujer en nuestras vidas, mayor de 40 años, se haga el examen para detectar el cáncer de mamas))

De Cabezas

Juan Fernández


Puedes ponerla de cabezas
con tu toque de respeto,
llevarla a la gloria,
cada día,
con la dulzura de tu olfato,
convertirla en la musa de tus sueños
con tus apasionadas miradas,
escucharla,
entenderla,
orientarla,
saborear cada uno
de sus más recónditos
sabores celestiales,
degustar el néctar de la esencia de su ser.

Vivirás en la gloria de su Edén
y serás eterno, como los ángeles y querubines,
danzando en las nubes de sus besos.



((Este mes de octubre asegúrate de apoyarla para que juntos vayan a hacerle la prueba para el cáncer de mamas. Ella se lo merece. Diosa.))

Nuestras Decisiones

Juan Fernández


La vida está llena
de momentos especiales
que no pueden ver los demás,
aún así existen,
nos marcan,
nos moldean,
nos hacen ángeles o demonios.

Meditamos,
en cada cruce,
nuestras decisiones,
bendiciones o castigos,
y vivimos con ellas,
las arrastramos
como si fueran adornos o estorbos.

Este mes enfócate en la prueba del cáncer de mamas, asegúrate que todas las mujeres de tu vida lo hagan. No podemos seguir perdiendo esta batalla. ¡Decide Hoy Vivir!

Duerme Pequeña Gigante

Juan Fernández


Se disuelven,
lentamente,
en tus manos mis dolores
y se me esconden
los pensamientos
hasta llegar al silencio
que solo vivo en tus brazos.

En tus hombros,
fuertes,
apoyo cada respiro,
como si fueran pesados,
provocando el olvido
de mis días cansados.

En tus pechos me pierdo
y evoco la voz del Divino,
te abrazo y te consumo
en pequeñas miradas.

En tu vientre corro,
como cuando era niño,
por el simple placer
de escucharte reír,
y me duermo,
contigo tocando mi espalda.

Eres una diosa
postrada en mi cama,
y te veo,
y te admiro,
y me pregunto,
que hice tan bien
en mis otras vidas
para merecer ser parte
de tus anhelos.

Duerme Pequeña Gigante,
que en mis brazos forjaré tu reinado.



((Este mes dedícale un minuto a las mujeres que amas y acompáñalas a hacer la prueba del cáncer de mamas. Las reinas nunca deben estar solas, al menos que ellas lo quieran.))

Eres Todo

Juan Fernández


Eres el balance perfecto
de mi vida, corazón,
con tus besos
yo me siento ser el amo
y señor del universo.

Eres agua,
eres tierra,
eres luna,
eres sol,
tú conjugas cada verbo
imperfecto
en mis tiempos de pasión.

Eres sombra,
eres lluvia,
eres aire,
eres luz,
en tus pechos tomo,
directamente,
de la fuente de la vida
y el manantial eterno del amor.

Gracias por ser
y dejarme respirar
en el aliento de tus días.


((Este mes debemos asegurarnos de apoyar a nuestras damas a hacerse las pruebas para detectar el cáncer de mamas. ¡Ellas lo van todo! ))

Somos Polvo

Juan Fernández


Somos delicado polvo,
sacados de los átomos
de hermosas estrellas
que se esparcieron
por el firmamento
millones de años perdidos.

Fuimos creados
para ser dioses efímeros,
a la igual y semejanza
de un ser divino.

Nos friccionamos
en pequeñas moléculas
de miedo y nos olvidamos
que el plan de Dios
es que fueramos eternos.

Pero somos polvo
y en polvo nos convertiremos.


(( Ayuda al plan divino revisando tus senos y haciéndote el examen para detectar el cáncer de mamas. Te necesitamos entera, diosa de nuestro universo.))

El Universo en su Alma

Juan Fernández

La magia está
en ver el universo
a través de su alma,
tratar de entender
cada luna,
cada planeta,
cada sol.

Contar las estrellas
en cada una de sus sonrisas,
dejarla volar cuando abra sus alas
y perderte en las nebulosas
de sus miradas.

Acompáñala en sus momentos
de preocupaciones y estrés,
el cáncer de mamas,
detectado a tiempo,
se puede manejar,
si has disfrutado
del paraíso de sus pechos,
asegúrate de estar con ella
cuando se haga la prueba.

((El Memorial Sloan Kettering en Harlem lo hace gratuito y sin pedir documentos de identidad. Si eres mayor de 40 o si en tu familia alguien ha padecido de cáncer de mamas, ¡haz la cita hoy!))

Tu Siervo por Siempre

Juan Fernández

Quiero beber,
como el ser más sediente,
cada gota que emana
del manantial de tu vientre.

Ser la copa donde viertes tu vida,
la suave escala donde mides tus besos.

Quiero ser la brisa que entra tu pelo,
tocar tu cráneo con mis dedos,
dormir enredado en tu cuello,
lamer cada gota de miel
que sudas, mi negra.

Quiero ser la alfombra donde caminas,
tú,  mi reina, yo, siervo de tus respiros,
por siempre.

((Desde 1989, la cantidad de mujeres que mueren por cáncer de mama ha disminuido a un ritmo constante gracias a la detección temprana y las mejoras en los tratamientos. ¡Vamos, el siguiente paso es tuyo!))

Atrapado Entre Respiros

Juan Fernández (c) 2018

Viajo, como lo hacen las luciernagas en las noches de verano, tratando de llevar mi luz entre árboles oscuros de dos islas. Una, perenne, el centro de mis raíces, la otra, parte de algo enorme, dueña de mi sudor y mis días más pesados.

En pleno vuelo, se me esconden las alas de mi aguila, y nacen las verdes de mi cotorra salvaje. Mis garras de cazador las transformó en uñas de caricias y esplendor. Mi grito, despertador de libertad de una nación de perpetuas tareas, en cantar de once millón de sonrisas, que llevo enredadas en el alma.

Mientras toco las nubes, siento el negro de mis luchas diluirse en el colorido de mis montañas bañadas por las olas de mis mares. El tricolor de mis pies, botas de nieve convertidas en chancletas blancas, rojas y azules. Arrastrando el repicar de tamboras, acompañadas de timbrar de cada perforación de una güira metálica que me dice...¡Bienvenido a tu país, mi hijo!

Cierro mis ojos ciudadano de un mundo y despierto en otro, rehén voluntario de mis costumbres, cada poro respirando jobos y tamarindo. Busco en el firmamento, escondido entre los rayos del sol, el momento donde se transfigura mi espiritu, donde dejo atrás los cereales de los ingleses y añoro el desayuno de las viandas de mis taínos.

Veo los rascacielos de metal y cristal cambiar en el horizonte, en el medio, desgarrando mis extremidades, sostengo las partes mejores de dos mundos, lágrimas tatuadas en el palpitar de mi ombligo. Un mundo, donde nací, nadando en el capitalismo, el otro, de donde vienen mis orígenes, ilusionados con lo mismo. Ambos perdidos, sin entender que somos gotas en el océano que nos divide, que destrozan lo único que vale la pena, nuestra cultura.

Viajo para tejer las partes que se me desgarran cada día. Las horas en el aire, gastadas viendo como los demás tratan de hacer lo mismo, creando universos con nuestros respiros, contando los minutos, escondidos en un trago de alcohol y la ilusión del vaivén de unas caderas caribeñas. Nos vamos con sístoles de una cultura prestada por Washington y regresamos con las diástoles de los sueños de Duarte bañadonos las espaldas.

Nos vamos con taquicardia, volvemos con el corazón partido.

Somos ciudadanos de dos mundos, entendidos, lamentablemente, por ninguno. En cada vuelo dejamos un poco de nosotros en el aire, así, en contra de nuestra voluntad, en el lomo de nosotros, los ausentes, nacen las ramas del árbol de un millar de  esperanzas y de nuestro sudor nacen los arcoíris.

Mis dos países viven en mi, yo soy un poco de ambos. Yo soy dominicano para los gringos y extranjero para los míos. Atrapado entre respiros. Flotando entre dos mundos. En los pulmones me nace una bachata mezclada con un blues.

Soy Dominico-Americano. Yo soy yo.


(Escrito en un vuelo de Jetblue, comiendo papitas azules, soñando que en unas horas me comeré un mangú.)

Los Amos


He pensado escapar tantas veces, desde que empecé mi esclavitud, 33 años atrás, pero ayer, mientras caminaba por los alrededores de la granja donde nacieron mis padres, vi como flagelaban a un par de miserables, que, como yo, trataban de abrir sus sentidos en un mundo de ojos cerrados. Ciegos intencionales con retinas perfectas. Creo que vamos creando, con nuestras acciones y nuestro intento de educarnos, montañas en las cordilleras de nuestras colonias, perdidas en los archipiélagos de nuestros antepasados. 

Vamos entrelazando hilos de algodón imposibles de tejer, que arrastramos por siempre, convirtiendo nuestros sueños en hilachas, por el resto de nuestros invaluables míseros respiros. Perpetuamos nuestras colinas de falsas esperanzas esculpidas entre nubes de desconsuelos. Somos exploradores en nuestras jaulas de ignorancia, ilusionados en un vuelo que no despega, sin entender quienes nos cortan las alas.

Escalamos, con sogas de frustraciones, nuestras propias limitaciones, buscando clavar nuestras escarpias entre las rocas que nos hacen extraer de las minas, donde laboramos. Nuestras manos, picos y palas, nuestro sudor lubricando las maquinarias que ensamblamos nosotros mismos, luego nos venden las joyas fabricadas en las heridas de nuestras espaldas, ¡hasta nos hacen reír, felices, cuando las pagamos!

Somos naborias de pueblos conquistados por dioses que creamos para preservar nuestra cordura, así no los culpamos, pero les prendemos velas y le cantamos salmos al ritmo de sus melodías infernales, aún, servilmente, les cocinamos sus platos, le servimos sus vinos y le abrimos sus puertas, con nuestras mejores sonrisas, sin importar si dan, o no, las gracias. Sentimos que nos bendicen cuando nos dan una limosna. Bajamos nuestras cabezas en reverencia y cerramos nuestros ojos para que no nos castiguen.

Lo más penoso es que son peores los demás esclavos que los amos les permiten dormir en la casa grande. Creen que son hombres libres porque comen con cubiertos y en platos de losa fina. Nos han cambiado el látigo por un papel insignificante, por el que nos matamos, el que gastamos en la hacienda de otro amo. Sin entender, nunca, el ciclo del capitalismo. 

El logro más grande de ellos, los amos, fue hacernos creer que somos libres cuando nos soltaron las cadenas y dejaron de atarnos las manos. Ya no nos compran en subasta, no es necesario, vamos voluntariamente a sus factorías, consumimos todo en las casas que de ellos mismos rentamos. Comemos sus alimentos podridos, mientras cocinamos para ellos filete de los mejores peces que pescamos, que compran con el dinero que consumimos en sus miserables espejos. Colón les enseñó el cómo, nosotros perpetuamos el cuándo, en ciclos eternos en el que siempre perdemos.

En las noches, cuando todos duermen, cuando sólo puedo escuchar sus ronquidos, me escondo en sus librerías y leo sus libros, los cristianos y los paganos, los que hablan de igualdad entre los seres humanos, y me rio de sus obras solemnes, ¡Iguales! Eso me produce mis mejores carcajadas. Cuando ya no puedo más y los libros descansan en mi pecho, como cobija en el desierto, retorno a mi camita de paja, me escondo en mis altares y por costumbre me pongo los grilletes, aunque me dicen los otros cautivos que ya no es necesario, nunca quiero olvidar que soy esclavo, aun camine en el mismo mundo que mis amos. 

Yo no tengo que cambiar mis costumbres, ni esconder mis dioses de cavernas, ni olvidar mis ritos ancestrales, yo también sé jugar mi papel en este mundo de teatro, donde ellos juegan a ser dioses y yo a permitirles creer que son mis amos. Mañana intentaré escapar, otra vez, pero en la alborada escribiré otra historia desde el escenario de felicidad y cielos azules creado por los amos.

((Escrito después de unas vacaciones inolvidables en RD, de mucho trabajo, de conocer mejor mi país, de ver tantos detalles que nunca entendí. De pronto la jaula se me volvió más estrecha.))

Soy Yo y Mis Raíces

Juan Fernández © 2018
Los demás, inútiles, fastuosos cómplices del destino, tratando de hacer socavones en mi voluntad y mi alma, igual que hormigas en el pan de mis ilusiones, sus acciones amasando despedidas. Despacio fui aprendiendo a sembrar en ellos mis semillas. Asimilé como extender en sus huecos mis raíces y crear la base de mi avenencia. Diminutos cambios que producen las enormes permutas de mi savia.

Ellos bailando en sus lunas, tratando, sin éxito, de eclipsar mi planeta, nunca pudieron entender que los soles son los centros de sus propios universos. Nébulas infinitas de galaxias entrelazadas, unidas por materia oscura super complicadas, alimentadas por cada una de mis supernovas calcinantes. Son ellos cometas que se arrastran destronados, meteoros de un millar de lamentos, yo, con mis mundos, me mantengo enfocado en un norte por el bien, sencillamente, de los nuestros.

Caminaron por senderos de roña, cavilaron que eran míos, se equivocan y se pierden, en la mugre, los gusanos, abalando ellos en sus errores, mi camino, y mis pasos trillaron mis propias líneas, haciendo lo justo, asfaltando la vía, marcando en calzadas de necrópolis perdidas, las malas decisiones de muchos que se llamaban amigos. Mís viejos sinsabores, todos enterrados con cruces de mi propio tallado. Lágrimas de un pasado triste, buscando crear sonrisas donde otros crean lamentos en un valle de miradas perdidas. 

Nada debe violentar el enfoque de los ecuánimes, ni hacer llorar a los auténticos, ni hacer temblar la certeza de los razonables, todos deben apuntar a una sola vía. No soy yo, no, ni son mis pasos para cumplir algún final, es la siembra perpetua de los ideales, las metas comunes, el sueño entrañable de mis compueblanos.

Quizás no vea el día donde la siembra produzca los frutos, pero lo disfrutaré, aun este muerto, en mis hijos, o en sus proles, o en las obras de sus hijos…pero mi fin tendrá sus frutos, siempre y cuando pueda lograr que mis raíces crezcan en los hoyos de mi alma que producen mis rivales, ayudándome a crear hortalizas en mi regia labranza.

Soy yo y mis raíces.

Siempre Retorno Los Viernes


Siempre retorno los viernes, aquellos de los veranos más cálidos, aquellos que nos dejaban respirar el sonido de los camiones de helados, todos corriendo detrás de ellos, cuando el calor se mezclaba con el rocío de agua fría de algún hidrante, como un regalo del cielo, brincando alegres con las bocas abiertas en una esquina cualquiera de mi adorado Manhattan. 

Siempre retorno los viernes, cuando nos sentábamos, callados, en los bancos del parque de mis viejos amigos, los gritos de los niños corriendo, sin pensar en nada, jugando, simplemente, a hacer ruido. Recuerdo más que nada las largas conversaciones sin sentido de un grupo de soñadores dominicanos. El caminar lento de pasos pesados, el sudor de adolescentes calurosos, la búsqueda de lo incierto, las travesuras, el amor, de aquellos viernes lejanos.

Siempre retorno los viernes, cuando mirábamos las calles cambiar de colores, la transformación, lenta, de la melanina en las calles de mi aldea querida. Recuerdo el silencio de los inviernos fríos, los adoquines resbaladizos, los pequeños charcos de agua, negros y helados. Recuerdo el despedirse triste de las hojas de otoño y la algarabía incontrolable de las bulliciosas primaveras, el cantar de las flores y las melodías de los pájaros.

Siempre retorno los viernes, cuando caminaba mudo con mi abuelita de mano, mirando, por muchos años, el cambiar perpetuo de los trenes, los autobuses de mis amigos, cambiando, repletos de entes extraños. Recuerdo cuando se fueron los últimos judíos, los irlandeses y cuando se fueron los cubanos. El vacío del aporte de sus culturas, hoy tan extrañadas. Despacio fuimos cambiando.

Siempre retorno los viernes, cuando las banderas tricolores empezaron a colgar de las ventanas, sus cruces blancas ondeando orgullosas y entre los recuadros, azules y rojos, un merengue apambichao, romo, dominó y muchas jóvenes embarazadas. La droga entró por la puerta grande y se quedó de vecina permanente. El cambio de los ritmos a cadencia afrocaribeña, con el pasar de los años, los cigarrillos a escondidas se convirtieron en hookahs en las calzadas. Las miradas alegres se fueron perdiendo, los saludos se fueron convirtiendo en puñaladas. Nos están matando los hijos por simples pendejadas. 

Siempre retorno los viernes, de tantas décadas pasadas, el gritar de los niños convertidos en el llanto de las madres, sus hijos muertos o encarcelados, los equipos de baloncesto convertidos en gangas, el camión de helado ya no se quiere parar en mi esquina y en las piernas no tengo los músculos de antaño. Las banderas reemplazadas, miles de ventanas cerradas, muchos recordamos cada vez que despedimos otra familia dominicana, que se iba a enterrar algún vecino asesinado. Despacio nos fueron cambiando. 

Siempre retorno los viernes, mi vecindario volvió a convertirse en lo que era cuando llegamos, repleto de caras pálidas cubiertas de expresiones extrañas, ya no es mi vecindad. Las ciudades son como seres vivientes, se retuercen con el dolor y engordan con el tiempo, en sus largas vidas ven los cambios y solo sonríen. Nos ven caminar como dueños y luego nos despide como invitados. Somos parásitos temporarios en los intestinos de lugares extraños.

Siempre retorno los viernes, a aquellos viernes de antaño, caminando con el corazón en mis manos, buscando en las entradas de los edificios de la gran manzana, la sonrisa perdida de mi juventud olvidada. Busco en los rostros de los nuevos ocupantes la pasión con que corrimos en las aceras y jugábamos en las escalinatas. Los adoquines hoy cubiertos de asfalto. Los parques llenos de latas vacías, basura y la porquería que algún perdido arrebata.

Siempre retorno los viernes, hoy retorno con mis ojos cerrados.

Espacios Oscuros


Dejamos, desgarradas, migajas de nuestras almas lesionadas en las gotas de nuestras tempestades, en la fina arena de nuestros más estériles desiertos, esperanzados que se curen con anhelos y un poco de olvido, aunque tengamos que fabricarlo de los huracanes que nacen en los archipiélagos de cientos de pensamientos inmorales.

Olemos, sin saber cómo, las fragancias dulces, sabor a vainilla, de nuestros orquestados quiméricos amores, palpitando entre las tinieblas amargadas de nuestras destrozadas aprensiones. Somos víctimas preferidas de un cupido que derrochó, hace muchos, sus flechas y hoy sólo caza corazones perdidos.

Somos óleo y acuarelas, mezclas, muchas veces, sin sentidos, derramadas en las pinturas que mostramos al mundo, para sentirnos que tenemos sentidos, conjugando, en el arte rupestre, nuestras irremediables existencias. Lienzo que colgamos en las cavernas donde almacenamos nuestras diversas experiencias coexistidas, quizás, otra vez, con un poco de olvido. 

Somos actores improvisados, sin guiones, en la completa oscuridad de nuestras mendigas líneas. Titeres y arlequines, pantomimas de paredes que derrumbamos y escarmientan. Mediocres en actuaciones de nuestras magistrales mentiras. Actores mecánicos de obras corrientes e insensibles.

Se desintegran nuestros espíritus y los reconstruimos con deseos de ser más que lo que piensan los demás que fuimos, buscando ser parte de algo libidinoso, psíquico o divino. Caminamos como dioses en un mundo de peregrinos, sin dejar huellas en el camino. Arrastramos los talones mientras corroemos nuestros pulgares en la vía. 

Estamos carentes de designios, sin cuajar los más sencillos objetivos y reímos como si fuéramos capaces de hacer algo que ni siquiera entendemos, ni hemos decidido, ilusos rehenes de nuestras vidas sin destinos. Pecadores e impenitentes de tantos sinsabores. Preferimos la salida más cercana, cuando el crecer está en el aprendizaje de enfrentar nuestros errores. 

Somos sombras en las luces de tantas vidas, jugamos a las escondidas con nuestros más cercanos amigos, convirtiéndolos en refractarios, creando el estorbo desde adentro. Nos colgamos títulos en el cuello que compramos con ofrendas. Nos convertimos en líderes de nuestros enemigos y queremos llegar al ruedo. Usamos nuestras falsas sonrisas como viaductos colgantes de escarmientos y nos quedamos en el aire con el desplome de sus cimientos.

Decoramos con las pieles de nuestras víctimas las historias que mostramos en nuestras verbales vitrinas. Funestos en adulaciones, serpientes venenosas, privados de alguna doctrina. Somos miradas perdidas en el silencio que existe entre falsos seguidores de nuestras vacías contiendas. Nos enfocamos en nuestras metas sin importar cuantas almas aplastamos en la rienda. 

Somos mártires de nuestros propios flagelos, sangramos mientras tomamos licores y vinos, dibujamos con la sangre las caretas de nuestros circos, fingimos ser capaces, cuando siempre vivimos confundidos. Se nos pierden nuestras promesas en el horizonte de la oscuridad del túnel que cavamos nosotros mismos. La luz que divisamos al final de hoyo que profundizamos, es el faro del tren aplastante de otro maldito que viene arrastrando más promesas y condenas. 

Somos cadenas de centenares de clavos crucificando, sin piedad, nuestros procreados cristos. Oramos a escondidas a dioses desconocidos, esperamos que nos concedan deseos masticados por nuestras envidias. Predicamos los evangelios de nuestras religiones apócrifas, cimentadas en las coronas de espinas de uno que no castiga. Visitamos templos erigidos, como salas de magnos teatros, cuando el templo real lo desvestimos por unos dólares baratos. 

Prostituimos el cielo en besos infernales con clientes de domingos. Brindando limosnas, tratando de comprar perdones e indulgencias, buscando adquirir la paz que no fundamos. Caminamos detrás de promesas vacías, las defendemos como si fueran nuestras. Somos como las golondrinas, volamos en cielos desconocidos, tratando de elevarse solas, sin hacer grandes despedidas.

Nos empuñan el futuro, como si fuéramos insectos minúsculos e insignificantes, saboteando nuestras oportunidades de convertirnos en los seres celestiales que nacimos para ser en este mundo simple que opto por llamar mi cielo, mi infierno y mi purgatorio. Aquí cumplo todo lo mío. Nos sentimos cubiertos de libertad que no ayudamos a mantener y dejamos que nos la quiten. Quizás ni la merecemos.

Somos construcciones egoístas de diseños invertidos de pirámides que destruimos. El tiempo ha dejado de ser el profesor de nuestras vidas, nos deja envejecer, pero nada de cognitivo. Con él se nos van más fragmentos de nuestras almas y esperamos, quizás, otra vez, remediar con un poco de olvido.

Lamentamos, yo y mis cinco mil millones de bacterias, revelar lo que existe detrás del velo que te pusieron en este plano de anodinos. Si ya lo sabias, te felicito, ahora busquemos la salida. La ignorancia nos está matando la villa.

Ven, hablemos, ya somos dos que despertamos de esta loca pesadilla. ¡Piensa!, deja de buscar lo perfecto dejando escapar lo real y lo cierto. ¡Vive!, pero con los ojos abiertos. Detén el desgarre de tu alma en sueños y fantasías...lo real está despedazando el alma que te da razón de merecerte un respiro.

Luchemos, juntos, por un ideal.

No Celebraré este 4 de Julio


Este 2018 es mi 51vo 4 de Julio, quizás no recuerde los primeros tres, pero recuerdo del cuarto o quinto para acá. Este es el primero que me siento a reflexionar,  he celebrado, personalmente, con carácter de júbilo por lo menos 40 de ellos. Este 51vo sólo lo voy a conmemorar, no porque no esté orgulloso de mi nación, soy de aquí tanto como soy de allá, pero he perdido mi centro, quizás por la edad.

Según pasan los años me he vuelto más escéptico, más preguntón, más crítico, hoy celebro las cosas que entiendo hacen bien, y conmemoro las que suceden por el simple hecho de las fechas, creo que aprendí eso, a la perfección, cuando conmemoré la muerte de mi madre este año. ¡Cero razones para celebrar!

Así, como la muerte de mi madre, conmemoraré el logro de mi país por independizarse de los ingleses, pero cuestiono cuando se independizarán los esclavos internos que retenemos, las mentes encarceladas por ser diferentes.

Me pregunto como celebramos la independencia de mi país cuando hemos matado 26 ciudadanos americanos, este año, sólo por ser transexuales. Me pregunto como vamos a celebrar las muertes brutales de nuestros jóvenes, mientras no podemos invertir tiempo, recursos e intelecto en crear alternativas educativas, culturales y deportivas para que nuestros niños crezcan sin el deseo de asociarse en pandillas.

Este será el primer 4 de julio, en muchas, muchas décadas que no tomare una fotografía de los fuegos artificiales, conmemoraré, en silencio, que estoy en el país, que pudiendo cambiar el mundo, no lo hace. Conmemoraré mi respiro, en la paz de mi alma, reflexionaré de cómo, cuándo y porqué somos, como nación, tan atrasados, ignorantes e insensibles.

Nos estamos matando nosotros mismos, pero no analizamos quiénes ganan mientras nuestras comunidades pierden, siempre hay un ganador de las miserias de los demás, pero no nos importa si no lo dicen las redes sociales. ¿Cómo celebrar independencia si la mayoría no lo somos? 

Hace tiempo que dejé de celebrar lo que no entiendo, somos el 6to país del mundo con más muertes violentas, más de 17,200 el año pasado, somos como el 90vo en ranking mundial, per capita, pero los 25 primero no llegan a 10 mil, así nos disfrazan los números, yo soy un experto en estadísticas, así contamos mentiras y disfrazamos conciencias.

Conmemoro el nacimiento de mi nación, la que me vio nacer, pero no celebraré, nunca más, en lo que nos hemos convertido, no celebraré los 4 de julio, por lo que dejamos de hacer, por donde y en que usamos nuestros recursos, por el irrespeto que le tenemos a todo lo que, en nuestros ojos cegatos, no es normal.

Volveré, ojalá que si, antes de mi muerte, pues en mi ignorancia lo disfrutaba, a celebrar el 4 de julio, cuando vea un presidente luchar por la equidad y nuestro derecho a ser diferente, por lo menos, dentro de nuestra “gloriosa” nación.

Disfruta tú tu 4 de julio, yo le pediré perdón al mundo por la nación que parió. Estoy seguro que hoy no es día de júbilo para el resto del mundo.

Bueno, ya me cansé de oírme a mi mismo, celebra lo que tú entiendas debes celebrar, y disfrútalo...yo...mejor hablamos mañana.

El Pasar de los Años


Recuerdo, desde que tengo reminiscencia, mucho más allá de los años de mi inocencia, algunos ilustrados cismáticos, con gentileza, vociferaban, como maniáticos, a toda voz, que éramos, sin lugar a dudas, el futuro más consistente de la nación. Pero nada pasó.

Pasaron los años, y con ellos la puericia. Llegó, sin melodías, aplastando confines, la valiosa, admirada y obstinada juventud, entonces, clamaban, que de nosotros emanaba el brío para lograr los cambios y en unos cortos años erradicar la dependencia de tiempos de incoherencia, desorden y desconcierto. Pero nada pasó.

Entre remembranzas sutiles pasaron décadas y detrás del sudor de maquinarias o teclas, llegó la madurez, las tarjetas de créditos, los dolores de coyunturas y las proles, razones de vivir. Entonces dijeron que, sobre nuestros hombros, así, sin mucho asombro, descansaba el presente, (¿y no éramos el futuro?), pero que no debíamos parar de laborar, comer comida chatarra y tomar gaseosas para ser parte del sueño de la urbe podrida. Y así, sin mucho pasmo, nada pasó.

No recuerdo si en esos años escogimos, ayudamos a escoger, o escogieron por nosotros, sé que no nos escogieron, aun siendo el futuro, pasaron los años mozos, nos llamaron, el génesis de la nueva nación, ¡mentiras!, cicatrices de mil antojos, se nos secaron los sueños y se nos durmieron las penas, ahora la pantalla de un celular nos recuerda que somos arcaicos. Hoy sabemos que nada pasó.

Y repetimos el ciclo, somos el presente del futuro prometido en pasado casi perfecto, algo que estábamos supuestos a ser y no fuimos, no se cumplieron millares de promesas…y repetimos el ciclo en nuestros hijos, y aplastamos la juventud como si fueran sempiternos, hacemos las mismas vacías ofertas, cargadas de tantas perezas, y repetimos el ciclo de un millón de ofrendas. Y una vez más, nada pasó.

Ahora el bastón da la firmeza, a la izquierda el niño llora, el joven a la diestra, lleno de mugre se desespera, me pregunto cómo saldrá el futuro de la jaula de nuestras creadas miopes proposiciones de un futuro incierto. 

Paremos el ciclo; eduquemos, liberemos y confiemos. 

¡El futuro que nos prometieron es hoy! 

La Macana de Tontón


Cada verano mi familia y yo íbamos a visitar nuestros parientes en Pueblo Viejo, un campito en el municipio de Cutupú, en La Vega, en la falta del Santo Cerro, pincelado por las ruinas de La Vega Vieja. Los dos meses del verano eran para mí, y mis hermanas, Fathima y Paola, un reencuentro con la sangre, con la historia, con nuestras raíces. Nosotros nacimos en Nueva York, en un campito de Manhattan, Washington Heights, pincelado por las ruinas de las casas de Hamilton y Morris-Jumel. Para nosotros Pueblo Viejo era un paraíso y un escape del ruido y la contaminación de una gran ciudad.

Corría, más caluroso que de costumbre el verano del 1984, julio prometía una de dos cosas, o derretirnos en el pavimento de la vieja carretera Duarte, que une a La Vega con Moca, o simplemente evaporarnos mientras jugábamos baloncesto en el terreno que teníamos los dos aros destartalados, en el patio de los Polancos, a unos metros del puente del riachuelo Medranche.

Cuando llegué a la cancha, el olor de los cafetales invadiendo mis sentidos, los demás no estaban jugando, sino que estaban sentados sobre un tronco hueco de una palmera recién cortada. Todavía se podía oler el verdor de las grandes hojas recién caídas.

- Luis me dijo que Don Tontón puso “la macana” en una repisa en la sala, - dijo Vicente Óscar, el hermano de mi prima Justina.

- Dicen que por esa macana los americanos casi matan a Don Tontón cuando era joven. – todos hicieron una pausa y me miraron.

- ¿Qué, ahora ustedes van a decir que yo soy un gringo? – dije rápidamente para defender mi orgullo tricolor.

Por horas escuché cientos de anécdotas sobre como Don Tontón había sido victima del imperio, obviamente los padres de estos campesinos, mis primos, hablaban por las bocas de sus hijos. Félix, el hijo de Mami Teté, era el mayor de grupo, y quizás el más conocedor de todas las historias de campo.

- Tontón fue apresado por los gringos, - me miró con la esquina del ojo y continuó, - después de que le diera una “pela” a todos con su macana.

Me puse de pie, conmigo todos los demás, miré hacia la vieja casita de Don Tontón, algo me llamaba, estaba diagonal a la cancha, al cruzar el puente del Medranche. La cancha estaba al lado de la vieja casa de Niño Facunda y mi abuela Edita. Yo tenía que ver el garrote con mis propios ojos, tenía años escuchando cuentos de las mentes fértiles de mis primos, y ahora quería saber la verdad. Este cuento de la macana no me iba a dejar con curiosidades. 

Los trecientos metros para llegar a la casita fueron eternos, los pies se me hacían pesados, como si estuviera caminando en el fondo del mar con zapatos de plomo. Mis primos me decían que el viejo me podía matar con solo verme, que sus ojos grises me podían congelar los pasos, que el humo del cachimbo me podía endrogar y así matarme lentamente, que sus perros eran demonios, que me iba a dar de comer a los puercos infernales…pero ya no me podía detener, a mis 16 años no le temía a nada, ni a nadie. 

Cuando entré por el portón de la alambrada del frente, los primos se detuvieron, los perros solo se vieron entre sí, perplejos, sus lenguas casi topaban el suelo polvoriento de patio. En la galería de la casita estaban descansando dos perros más, uno de ellos me olió, pero continuó reposando el calor del castigador verano. 

La sala estaba a oscuras, las persianas estaban todas cerradas, y como la casita era encajonada, no entraba ni un rayito de sol. Me tomó unos minutos ajustar la vista, en el aire se sentía un leve olor a tabaco y manzanilla, un ligero humo flotaba entre la oscuridad y la luz que entraba por la puerta, se movía como si fuera un fantasma, mi oscura sombra en el piso de cemento amarillento parecía luchar por su vida, mientras mis rodillas querían salir corriendo, como si fueran independientes de mis pantorrillas. El temor se abrazaba de mí y me susurraba al oído que nos fuéramos. 

A la izquierda de la puerta estaba la repisa, sobre ella, en dos horquetas de madera, reposaba, como si estuviera durmiendo, la macana de Don Tontón, respiraba espaciosamente. Podía oír voces que no entendía, palabras gritadas, otras susurradas, todas en mi cabeza, pronunciadas entre tambores; “Amapiye”, “Bejike”, “Bojití”…fue cuando vi el pequeño punto rojo del fuego de la pipa de Don Tontón.

- Dígame joven Juan, lo esperaba, - dijo en voz baja y arrastrada el viejo desde la oscuridad de la sala, - ¿Viene usted a tratar de robarse la macana?

- No, solo quería verla. – Las rodillas estaban en la galería, mientras el corazón lo tenía, con la sombra, en el suelo. Luchaba por controlar mi vejiga.

- ¿Sabe usted lo que es una macana? – dijo el viejo, mientras de ponía de pie.

- Si, un garrote de madera, - las palabras se agarraban de mis dientes por miedo, y la lengua estaba a punto de salir corriendo.

- No, joven Juan, no es un garrote. Un garrote es un palo cualquiera, una macana es un arma de guerra taína. – el viejo Tontón caminaba lentamente en la oscuridad, como un espíritu, yo no lo podía ver, pero seguía el punto rojo de su pipa. – Una macana esta diseñada para, en las manos correctas, infligir dolor y matar.

Tontón siguió acercándose a la macana, yo no me podía mover, el viejo era unas pulgadas más alto que yo, pero cuando enderezó la espalda, en la sombra, pude ver la estatura real de aquel enorme hombre. Sus hombros eran anchos y muy fuertes. Al soltar el bastón agarró la macana, yo di un paso atrás. Por la luz que entraba por la puerta podía ver como se movía la macana, giraba en sus manos, brazo y cuello como lo hacían los artistas marciales en las películas, en uno de los movimientos la macana quedó en el aire, como flotando, y el viejo Tontón se deslizó por el piso, como una serpiente, hasta quedar frente a mí, juro que su rostro había cambiado, era el rostro de un joven, negro, pintado con colores y plumas.

Cuando intenté salir corriendo su cadavérica mano me agarró por la parte de atrás del cuello. Sentí como perdí toda la fuerza y cuando abrí los ojos estaba sentado en una mecedora con la macana en mis manos. Era diez veces más pesada de lo que esperaba, su color rojizo era poco natural. Mis primos me gritaban desde la carretera, tiraban piedras al techo de zinc, pero no me podía mover.

- Joven Juan, usted sido el primero, después de mí, al que la macana le habla, - dijo Tontón mientras se sentaba, – las palabras que usted escuchó en su cabeza son taínas, yo no entiendo como trabaja, pero yo las puedo escuchar también. ”Cinato”…”Alima”…”Jucaro”…¿las escuchas?

Afirmé con la cabeza y recuerdo repetir…Ju…ca…ro.

- La macana demanda sangre, fue tallada siglos atrás por un bejiké de la tribu de los Kalinagos del cacicazgo de Maguana, en los tiempos de Caonabó. Eso me contó el viejo que me la entregó antes de morir, a mi me toca dejar este mundo en los próximos días y la macana lo escogió a usted para continuar su travesía, – el viejo se acercó un poco más, el humo de su cachimbo llenaba la pequeña salita…cuando desperté estaba en un carro, con mis hermanas, camino al aeropuerto.

“¿Ba’ anake?”, susurró a mis oídos la macana. “¿Por qué tú?”. Me tomó años entender todo lo que había pasado. Por el resto de aquel verano, me contaron mis hermanas, no me despegué de la macana. Don Tontón me contó cómo había caído preso por herir unos americanos que trataron de apresarle injustamente, y que trataron de tocar la macana, que esto nunca debía pasar, nadie debía tocar la macana.

Con los años entendí el símbolo sagrado de la macana, la identidad de mis raíces, el sagrado compromiso patriótico que representaba, de cómo la sangre de tantos que habían tratado de exterminar a nuestra gente le daba el color rojizo que tenía. La macana aun me habla, cada vez que escuchamos una injusticia, una injuria contra nuestra gente.

La macana está guardada en una gaveta de mi escritorio, aquí, donde escribo, ella pide sentido de vida, yo me alimento de ella para buscar encender la llama en unos cuantos de los míos. Aquí, aunque estemos tan lejos del grito de nuestros indígenas, aquí, mientras escuchamos planes absurdos de unificación de la isla, aquí, mientras escuchamos como imbéciles terminan con la vida de una Anacaona taína, aquí, mientras lloramos cada niña violada, aquí, mientras despacio se nos hunde la isla. Lloramos.

La macana pudiera ser la solución, es más, quizás deba hacer un viaje, cerrar los ojos y dejar que ella me indique que hacer, estoy seguro que antes de que alguien se queje, miles agradecerán lo que podríamos hacer juntos, quizás la solución está en la violencia, pero guardo la macana en mi gaveta y hablo con ella y vemos el efecto de la lectura y la esperanza en cada libro. 

La macana demanda sangre, hoy la entiendo, pero yo, en su nombre, demando educación y justicia.