Cuento de Año Nuevo: La Enramada

Juan Fernández (c) 2018


El reto para el 2017 fue terminar la enramada, antes de cerrar el año. El domingo 31 a las cinco de la mañana, los tres hermanos Fernández-García llegaron antes que todos al lugar de la construcción, prepararon un té de jengibre y pusieron en la mesa del desayuno galletas, pan de agua y quesos. Faltaba ponerle las canas a la enramada y en 19 horas empezaba el 2018, pero "no sin cumplir con la meta", este era el mantra de vida de los tres hermanos, herencia de su madre.

Unos minutos después de las seis de la mañana llegaron los demás. La decisión más difícil para el pueblo había sido si construían la enramada abierta, o si se hacía como quería el viejo alcalde, cerrada. Entre una cosa y la otra, la enramada había que terminarla, sin importar una forma o la otra. La meta era unir la familia, la enramada era el método.

Los vecinos de los otros campos del municipio de Cutupú habían colaborado con donaciones de canas, Pueblo Viejo planificó hacer la enramada típica más grande del Cibao, y posiblemente de todo el país. Uno de los Costes había investigado que los taínos del área, los Macorix, creaban grandes enramadas, para sus encuentros, en una de ellas, construida en Jaragua, Ovando mató la mayor parte de los taínos en 1503 y trató de quemar a Anacaona y Guarocuya. Ésta, habían jurado, sería diferente, una llena de vida. Más areítos, menos conflictos, decía Juan, uno de los tres hermanos.

Las enramadas eran parte de la cultura dominicana y se estaban perdiendo, pero Pueblo Viejo decidió que la cultura tenía que ser preservada a toda costa. Una generación bella de jóvenes necesitaban sus raíces y entre música y baile, algo se podía rescatar.

Alrededor de las dos de la tarde la mayor parte de la redonda construcción estaba cubierta. El primo Alberto estaba sentado en el caballete cuando se resbaló y casi se mata, una soga que se amarró a la cintura le salvó la vida. Terminar el año con una tragedia arruinaría los planes de terminar el año en celebración. 

Al acostarse el sol estaban sellando el cono del centro de la enramada, fue cuando cayeron las primera gotas de lluvia, a las diez ya era torrencial. Más de cien personas habían llegado, muchos decían que el aguacero era una bendición, otros una maldición, decían que la lluvia arruinaría la despecida del año, y que eso quería decir que enero sería un mes difícil, de frío y mucha agua.

Los tres hermanos, Paola, Fathima y Juan estaban sentados a un lado, debajo de un letrero que habían mandado a hacer en honor de su madre, esta era la primera Navidad y celebración de Año Nuevo sin ella, pero el espíritu de Annie Caro vivía en ellos y aunque recidían en el exterior, vinieron a honrar el deseo de su madre de tener un lugar de celebración para toda la familia.

A la once, la enramada estaba llena de poste a poste, vinieron visitantes desde Arenoso hasta Río Verde, primos viajaron de la Capital, Santiago y hasta dos tías, Francia y Sofía, de los García de la Chiva, en Licey, llegaron a ignagurar la enramada. Como traida con uno de los truenos escucharon la voz firme de la prima Jacqueline;

- Pero bueno, ¿y cuál es el velorio? - dijo con la energía que le caracterizaba, - Juan, levante el moco y venga a conectar el picó que esta noche bautizamos esto con un perico ripiao.

La falda se le había mojado casi completa a la prima Jacqueline Guilamo, y el mediofondo se le veía un poco enlodado, las guaimamas estaban sucias, al punto de que parecían casi botas, pero nada detendría el animo de esta guerrera. Los vecinos se despabilaron casi instantáneamente, alguien buscó una extensión eléctrica y el primo Felix ayudó a limpiar los mojados discos. McCoy, un cocolo que sie.pre cerraba el año con su amigo Juan, escogió el repertorio.

- Señor McCoy, excuse, ¿Que es ese plato plástico negro redondo que usted mira? - preguntó Pamela, una de las jóvenes más bellas de todo Cutupú. No, ¡la más bella!

- Mi hermosa damita, esto es un LP, son los CDs de nuestros tiempos, estan hechos de vinil, se rompen fácil, pero fueron una bendición para nosotros, - respondió el galán cocolo.

- ¿Y esa maletita negra que están conectando a la electricidad,  para que sirve? - preguntó la joven señalando al picó, nunca había visto algo similar. 

- Ese es el iPod de nuestros tiempo, - respondió McCoy con una leve sonrisa, - ya verás en unos minutos, trabaja muy bien.

Los dos se sentaron en silencio, McCoy movía una pierna, al ritmo merengues de Fernandito y Sergio Vargas, mientras Juan y Jacqueline arreglaban todo en una mesita improvisada para el picó y las primas limpiaban el piso para el baile.

A las 11:55pm se escuchó el arrastrado sonido de la aguja del picó rodando sobre un LP 33 de Johnny Ventura y una canción de navidad, los jóvenes estaban sorprendidos, no lo podían creer, la música salía de esta contracción análoga y el sonido, aunque anticuado, era suave y rítmico, la voz del Caballo llenó cada rincón de la enramada. La joven Pamela radiaba de hermosura y el viejo cocolo, aún sintiéndose lleno de vida, la invitó a bailar, ella, con la sonrisa más bella del mundo, le aceptó la invitación. Tres generaciones de amigos, familiares y vecinos llenaron la pista y entre risas, tambora y guira despidieron el 2017.

A las doce, sonó el trabucaso, aún parte de la tradición del pueblo, los tres hermanos se pararon en el centro de la enramada, la lluvia había parado y las estrellas llenaban la noche.

- Iniciamos el 2018, levanten lo que esten tomando y brindemos por la vida, -dijo Juan abrazando a sus hermanas, - el 2017 nos pateo las nalgas, vimos morir tantos seres amados; nuestra madre, nuestro amado Freddy Jorge, al querido Rafael Arias, a Darío Cruz, y hace unos días a la madre de nuestro amigo Gregorio Morrobel, Doña María, en la capital, por ellos pido un minuto de silencio y un  aplauso....

Todos meditaban en voz baja, en un minuto Juan continuó diciendo:

- ‎El 2018 será un año de pruebas, tendremos que unir este pueblo, a todos, sin importar la familia, las divisiones, a estas alturas, son absurdas, tenemos problemas más grandes que nosotros y debemos resolverlos, ¡ya! No lo haremos sólos, cada uno debe hacer su parte, pero debe hacerlo lo antes posible para asegurar resultados. Le deseamos a todos paz y amor, el resto estoy seguro que juntos lo conseguiremos. 

¡Feliz Año Nuevo!

McCoy y Jacqueline se dieron un fraternal abrazo, mientras los tres hermanos se despedían desde el centro de la enramada, el viaje de regreso a Nueva York era en unas horas y el trabajo era más grande en el exterior que en ningún otro sitio.

El 2018 será nuestro año. ¡Felicidades!

No hay comentarios.: