Por Juan Fernández
Yo lo recuerdo en mis decisiones difíciles y el pasar de mis días,
como el compás de los ciclos largos y las medidas de los cortos,
como la noche termina el día, como la luz no existe sin sombra.
Yo lo recuerdo en mis constantes luchas, Profesor Iluminación.
Yo lo recuerdo en los cielos morados creados en sus escritos,
como delicadas alas de un ruiseñor, o el volar de una gaviota,
en las mentes fértiles de sus afanados y honrados discípulos.
Yo lo recuerdo en mi comportamiento, Profesor Pensativo.
Yo lo recuerdo en la mirada afable y profunda de un sabio viejo
o en el vistazo sin descanso de un joven en el fuego de la vida,
como el que no vivirá otro día, ni puede descansar un segundo.
Yo lo recuerdo con cada paso y cada respiro, Profesor Inspiración.
Hoy, cuando muchos recuerdan su muerte, yo recuerdo su vida,
porque me da una ruta a seguir, porque me orienta y me guía,
como lo hiciera un rayo de luz, o las pisadas firmes de un destino.
Yo lo recuerdo en mi corazón y mi alma, Mi Querido Juan Bosch.
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