Por Juan Fernández
Anoche sostuve una conversación con uno de nuestros líderes; el me explicaba su posición política, yo le escuchaba atentamente. Me decía que, por mi juventud política, yo no tenía a suspicacia para entender ciertos puntos. Yo pensé: “pero no tengo la ingenuidad para perderme”.
La consideración y el respeto deben tener la primacía entre las estrategias políticas, pero muchas veces confundimos estos valores con la ingenuidad y la reverencia. Esto, en su esencia, es una debilidad política.
Existen cualidades que todo dirigente debe tener: bondad, pudor, moralidad, obediencia. Pero la ingenuidad es una cualidad que en nuestro partido, donde muchos circulan con “el cuchillo en la boca”, es una característica que debemos perder de inmediato.
La ingenuidad política, que no es lo mismo que la inocencia humana, esta basada en creernos que los demás piensan como nosotros. Los políticos degenerados piensan que todos los políticos son como ellos, y los políticos inocentes piensan que todos se alinearan a su forma de pensar. Ambos, en su particularidad, son ingenuos y, por lo tanto, políticos débiles.
Cuando los grupos élites no son homogéneos, la ingenuidad política es más peligrosa. Por lo general, el más inocente termina sufriendo las consecuencias de su falta de estrategia. Según se desarrolla la capacidad de generar estrategias, se reduce la ingenuidad política.
Todos somos capaces de generar el bien y el mal, pero la capacidad de estratega político es lograr conjugar el todo, saborear el bien y el mal a la vez y luego, vomitar lo que no sirve y retener lo que vale la pena, es poder visualizar la guerra, pero concentrarse en la batalla.
¿Dónde existe el peligro de la ingenuidad política?
En no tener una estrategia política que nos permita defender nuestras metas locales. No es cosa de ganar la guerra, es cosa de ganar nuestra batalla, la local, la que nos afecta directamente a nosotros, cumplir con las responsabilidades internas, para que cuando seamos evaluados y nos pasen lista, nuestra batalla local cumpla con su propósito.
La estrategia no es más que el conjunto de operaciones, proyectos y pasos que nos permiten lograr un fin. Estrategia es equivalente de táctica. Todos debemos entender la meta claramente, para lograr esto, debemos delimitar procedimientos con fines locales. Leonel va a ganar, pero… ¿Vamos nosotros a poder decir que contribuimos a este logro?
¿Quiénes estarán con nosotros cuando alcancemos este logro?
¿Quiénes nos acompañan ahora, cuando luchamos?
¿Quiénes son obstáculos?
¿Quiénes tienen intenciones tan personales que nos impiden lograr la meta común?
¿Quiénes se quieren llevar la gloria de nuestros esfuerzos?
Dejemos de ser ingenuos; diseñemos una estrategia que nos permita ser mejores líderes que, sin perder la honestidad y el respeto, perdamos la inocencia.
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