De mi inocencia perdida lo recuerdo todo,
memorias, como si fueran cuentos de hadas,
el caer de la lluvia serena en tu negro pelo,
el correr, los susurros, el toque del viento,
los discretos uniformes azules del desaire,
tu sonrisa de ángel, tu mirada, tus dientes.
De mi juventud optimista recuerdo tu cuello,
nuestras largas horas de respiros silentes,
un beso lento debajo del árbol de los secretos,
tus labios moceríos, carnosos, asustados,
los míos tratando de perpetuar el momento.
Con el tiempo, lánguidamente, llegaron los años,
y retornaban el millón de carcajadas discretas,
el viento en tu pelo, la luz celeste en tu cara,
una vida completa buscando entre frutas prohibidas
el recuerdo, casi olvidado, de las memorias guardas
debajo de la mata de mango de nuestro colegio.
Tú que sin querer te pierdes en el viento,
yo preso eterno de cada uno de tus recuerdos.