Llegaste a mi, como tormenta huracanada de verano,
en una noche larga de copiosas nubes de sonrisas.
Llenaste el espacio con pícaras y delicadas miradas,
te adueñaste del oxígeno que respiraba, así, de mi todo.
Una noche de milagros, donde entre acrobáticas vueltas,
como bailarinas expertas de un valet de besos y gemidos,
tu cuerpo se enredó con el mio y flotamos como peces,
como niños jugando a ser felices, estoy seguro que lo fuimos.
En las tardes más sencillas, alegres, donde lentos pasos
nos guiaban perdidos al olvido, tu caminabas conmigo,
yo caminaba, como creando nuevas lunas y estrellas
en un firmamento de sueños, de la mano, perdido, contigo.
Hicimos de lechos extraños, nubes de eternos orgasmos,
pastos de mordidas, confundimos el cielo con ombligos,
hicimos de actos puramente carnales encuentros celestiales,
y caminamos como reyes, dueños, en castillos de latidos.
Disfrutamos de momentos que convertimos en memorias,
erramos, si, como inocentes, sembramos semillas en desiertos,
pero mientras otros sólo sabían respirar y apenas vivan,
nosotros, tu y yo, construíamos momentos de que no olvido.
Tu lengua se perdía con la mía, parecían golondrinas,
jugábamos a ser dioses en un mundo frío de mortales,
jugamos para ganar sabiendo que el juego era mortal,
y vivimos el momento como que nunca iba a acabar.
Conectamos dos almas en un latido, entre tu pecho y el mio,
las sonrisas navegaban por ríos de carcajadas, se perdían.
Yo no quiero ser mortal habiendo dormido, como un niño,
en tu cama después de buscar la pequeña muerte en tu vientre.
Vive, mujer, tus experiencia, tus errores y los míos, son vida,
busquemos la realidad en un mundo de colores, de mentiras,
al final descubrirás amargamente que ya nada tiene sentido,
que tu vida, tu corazón y más que nada, tu sonrisa, solo son mías.
Nunca lo olvides...Te amo, hoy mañana y siempre.
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