Cuento de Navidad 2015
- La última sale en 30 minutos, mi reina, si Dios quiere, esta noche ceno en mi casa un lechoncito jugoso, con un arroz con almendras, una ensalada rusa, un pastel in de berenjenas, un pedacito de casabe con ajo y una sidra. - le dijo, con una gran sonrisa, el piche de la voladora de "Moca por Dentro", a la hermosa joven vegana que estaba sentada delante de mi, en el autobús que viajaba para llegar a mi campo de Pueblo Viejo, a unos kilómetros del pie del Cerro, para estar con los míos en la noche de Navidad.
Estaba de término en la UASD, la ingeniería de cómputos, mi pasión, me estaba dando "una pela", los estudios no me dejaban retornar tan a menudo a mi pueblecito querido. Alli, entre los riachuelos de Medranche y Colorao, bajo la sombra de la ruinas de la Veja Vieja, mis familiares hacen de cada Navidad una celebración de la real razón de festejar; celebramos La Vida.
Santo Domingo no era lo mismo que años anteriores, aunque el PLD había modernizado todo, túneles, elevados, la Navidad ya era más comercial que familiar, muchos ya ni saben que celebran, pero si saben que van a comer y beber hasta que no puedan más, uno de estos malparidos es la razón de mi historia.
La voladora de Don Tito, con su letrero de "La Virgen de las Mercedes Viaja con Nosotros", arrancó del "Nueve" exactamente a las 6pm, y el último pasajero, un guardia atlético que tuvo que correr más de 200 metros para alcanzarnos, se sentó en una lata que iba al lado de la puerta, casi no podía respirar.
Una abuelita, Altagracia, se persignó y le dio un "boche" al chófer por no pararse antes a esperar al joven militar, que los demás nos quedamos en silencio hasta que llegamos al peaje. Le resumió en tres minutos la historia de su vida, poniendo en duda la honestidad de su madre y declarando la identidad desconocida de su padre. Nadie se atrevió a comentar ni opinar, ni siquiera música puso el culpable. El militar nos miró con una cara de inocencia que sólo ponen los niños cuando saben que están a punto de recibir un abrazo.
Entre merengue urbano, "ra-ta-taaaa", villancicos, y todos cantando "traigo un ramillete", llegamos al Abanico y los que iban para Constanza fueron transferidos a otra voladora que conducía un primo de nuestro chófer Tito.
Ya en unos minutos voy a estar con los míos, pensé, y eso hace que cada minuto apretado, entre todas las tonalidades de perfumes naturales extraídos de las mejores axilas de mi gente, valga la pena.
Fueron dos haitianos los que primeros nos alertaron del peligro, estaban vendiendo Palitos de Coco, tiraron las bandejas y nos vociferaban algo que no entendíamos, mientras corrían hacia nosotros. El camión no pudo frenar a tiempo, un Toyota Corola trató de pasar la autopista y simplemente no midió bien; producto de la retardada capacidad reactiva causada por el alcohol, le dijo el doctor a otro mientras me trataban de salvar una pierna.
El carro chocó contra nuestro autobús y la joven hermosa simplemente desapareció de mi frente, sonrisa colgate y todo. Entre los pedazos de metal, junto al chófer, quien con una mano trataba de arrastrar al píche que parecía estar muerto, encontraron un zapato rojo, el collar de perlas plásticas que llenaba la chica y un dedo.
El chófer de la patana, estaba tirado en el medio de la pista, y los dos haitianos hablaban, casi a gritos, con alguien en sus celulares mientras lloraban, con la otra mano se sostenían la cabeza, "...To' tan mueto...toitico", se les podía escuchar decir. En ese momento nadie pensó en dominicanos, ni haitianos, el único interés era puramente humano.
Doña Altagracia y el militar ayudaban a los demás pasajeros a quitarse del medio de la autopista, algunos caminaban como si estuvieran en un mundo extraterrestre, arrastrando partes de extremidades que quizás eran de alguien que podían luego identificar. Los vecinos del área se convirtieron en rescatistas, algunos ya estaban acostumbrados, en diciembre y Semana Santa, lo mismo, la historia ya es repetida, deja vu, dicen los franceses.
Del Corola sólo quedó una puerta blanca y un pedazo del bonete clavado en un letrero de Brugal, que estaba al lado de uno de Presidente, que tenía una mujer casi desnuda con una sonrisa de fotoshop..."Hoy Se Bebe".
Para el 2015 sólo deseo que tengamos presentes que los demás pueden pagar por nuestros errores, que si vamos a consumir alcohol nos quedemos tranquilitos en casita, donde afectamos menos personas. Quizás tu hígado no vale la pena, pero no arrastres los demás en las fantasías que quieres vivir.
Este es un tiempo de paz y amor. ¡Vívelo!
¡Feliz Navidad!
Por Juan Fernández
- La última sale en 30 minutos, mi reina, si Dios quiere, esta noche ceno en mi casa un lechoncito jugoso, con un arroz con almendras, una ensalada rusa, un pastel in de berenjenas, un pedacito de casabe con ajo y una sidra. - le dijo, con una gran sonrisa, el piche de la voladora de "Moca por Dentro", a la hermosa joven vegana que estaba sentada delante de mi, en el autobús que viajaba para llegar a mi campo de Pueblo Viejo, a unos kilómetros del pie del Cerro, para estar con los míos en la noche de Navidad.
Estaba de término en la UASD, la ingeniería de cómputos, mi pasión, me estaba dando "una pela", los estudios no me dejaban retornar tan a menudo a mi pueblecito querido. Alli, entre los riachuelos de Medranche y Colorao, bajo la sombra de la ruinas de la Veja Vieja, mis familiares hacen de cada Navidad una celebración de la real razón de festejar; celebramos La Vida.
Santo Domingo no era lo mismo que años anteriores, aunque el PLD había modernizado todo, túneles, elevados, la Navidad ya era más comercial que familiar, muchos ya ni saben que celebran, pero si saben que van a comer y beber hasta que no puedan más, uno de estos malparidos es la razón de mi historia.
La voladora de Don Tito, con su letrero de "La Virgen de las Mercedes Viaja con Nosotros", arrancó del "Nueve" exactamente a las 6pm, y el último pasajero, un guardia atlético que tuvo que correr más de 200 metros para alcanzarnos, se sentó en una lata que iba al lado de la puerta, casi no podía respirar.
Una abuelita, Altagracia, se persignó y le dio un "boche" al chófer por no pararse antes a esperar al joven militar, que los demás nos quedamos en silencio hasta que llegamos al peaje. Le resumió en tres minutos la historia de su vida, poniendo en duda la honestidad de su madre y declarando la identidad desconocida de su padre. Nadie se atrevió a comentar ni opinar, ni siquiera música puso el culpable. El militar nos miró con una cara de inocencia que sólo ponen los niños cuando saben que están a punto de recibir un abrazo.
Entre merengue urbano, "ra-ta-taaaa", villancicos, y todos cantando "traigo un ramillete", llegamos al Abanico y los que iban para Constanza fueron transferidos a otra voladora que conducía un primo de nuestro chófer Tito.
Ya en unos minutos voy a estar con los míos, pensé, y eso hace que cada minuto apretado, entre todas las tonalidades de perfumes naturales extraídos de las mejores axilas de mi gente, valga la pena.
Fueron dos haitianos los que primeros nos alertaron del peligro, estaban vendiendo Palitos de Coco, tiraron las bandejas y nos vociferaban algo que no entendíamos, mientras corrían hacia nosotros. El camión no pudo frenar a tiempo, un Toyota Corola trató de pasar la autopista y simplemente no midió bien; producto de la retardada capacidad reactiva causada por el alcohol, le dijo el doctor a otro mientras me trataban de salvar una pierna.
El carro chocó contra nuestro autobús y la joven hermosa simplemente desapareció de mi frente, sonrisa colgate y todo. Entre los pedazos de metal, junto al chófer, quien con una mano trataba de arrastrar al píche que parecía estar muerto, encontraron un zapato rojo, el collar de perlas plásticas que llenaba la chica y un dedo.
El chófer de la patana, estaba tirado en el medio de la pista, y los dos haitianos hablaban, casi a gritos, con alguien en sus celulares mientras lloraban, con la otra mano se sostenían la cabeza, "...To' tan mueto...toitico", se les podía escuchar decir. En ese momento nadie pensó en dominicanos, ni haitianos, el único interés era puramente humano.
Doña Altagracia y el militar ayudaban a los demás pasajeros a quitarse del medio de la autopista, algunos caminaban como si estuvieran en un mundo extraterrestre, arrastrando partes de extremidades que quizás eran de alguien que podían luego identificar. Los vecinos del área se convirtieron en rescatistas, algunos ya estaban acostumbrados, en diciembre y Semana Santa, lo mismo, la historia ya es repetida, deja vu, dicen los franceses.
Del Corola sólo quedó una puerta blanca y un pedazo del bonete clavado en un letrero de Brugal, que estaba al lado de uno de Presidente, que tenía una mujer casi desnuda con una sonrisa de fotoshop..."Hoy Se Bebe".
Para el 2015 sólo deseo que tengamos presentes que los demás pueden pagar por nuestros errores, que si vamos a consumir alcohol nos quedemos tranquilitos en casita, donde afectamos menos personas. Quizás tu hígado no vale la pena, pero no arrastres los demás en las fantasías que quieres vivir.
Este es un tiempo de paz y amor. ¡Vívelo!
¡Feliz Navidad!
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