Poema: Maletas de Olvido

Maletas de Olvido
Por Juan Fernández
Nací en la sala fría de una aduana extranjera,
en un aeropuerto impasible e indiferente,
dentro de una maleta de piel, casi perdida,
repleta, hasta brotar, de esperanzas nobles,
marcada claramente por una moña roja,
llena de sueños y pensamientos de olvido.

Fui engendrado tras una noche precoz,
consumida con pasión, pero de prisa,
como viven los anhelos del pobre, sin fin,
después de la euforia de varias promesas
vilmente, infamemente, vendidas,
por elementos que miden sin juicio
el porvenir de tantas de mis gentes.

Crecí, entre caminos, sin saber nada de nadie,
ni siquiera de los ordinarios puntos cardinales,
atestado entre las disputas de dos lenguas extrañas,
sin poder desarrollar una propiamente mía,
dando vueltas en la brújula perpetua de la vida,
con mis pies descalzos en un norte frío,
con una mano temblorosa en el lejano oeste,
un oído en la esquina de un sur dormido, pero ardiente,
la mirada en todas partes, jugueteando en el este
y el corazón palpitando, sin saber porque,
en una isla sembrada en el centro del universo.

Traté de vivir el día a día con los míos, en paz,
en un país extraño y ajeno preñado de guerras,
entre clínicas de locos y camisas de fuerzas
de un sistema que solo sabe parir mil tristezas.

El afán de mi gente lo veo cada día arrastrado
en los rieles de un tren ruidoso, sucio y vacío,
que viaja en el círculo viciado de olvido ,
repleto de sonámbulos vivos, pero incoherentes,
que arrastran en sus colas sus días vividos.

Despacio fui muriendo entre viajes y maletas,
entre los abusos y tropiezos, todos míos.
Con el tiempo encontré mi norte, mi destino,
y el sur fue lentamente fue ocupando su lugar,
detrás de mi y el porvenir de mi gente,
la islita caribeña donde nacieron los míos
se fue convirtiendo en isla de fantasías.

La maleta de piel, hoy muy vieja, donde nací,
aún está allí guardada, en la esquina más oscura
de un apartamento lleno de recuerdos y frío,
aun cargada de miles de sueños sin cumplir.
Con mi ultimo respiro, según cierro mis ojos,
dejo trillado el paso de los sueños perdidos
de los que hoy, felices, como nací,
acaban de llegar arrastrando sus maletas de olvido.