Carta a mi Profesor

Por Juan Fernández

Que aunque no está físicamente conmigo, sigue siendo mi guía. Aunque llegué tarde a su partido diera todo por escucharlo otra vez. Lo escuché cuando era niño y no entendía nada, y ahora, que soy un hombre, ya un abuelo y entiendo menos, no está conmigo. Se la escribí después de una semana de actividades presuntuosas, acompañado de hipócritas; muchos sabiéndolo, algunos que están pero no saben porque, y otros, muy, pero muy, pocos que con sus miradas al suelo, llorando, apretaban sus labios para no reventar de todas las falacias y comentarios artificiales que emitían algunos que nunca conocieron a Don Juan, que sólo buscan un aplauso. El seguirá siendo mi guía, Mi Profesor Juan Bosch.


¡Saludos calurosos mi Profesor!

¡Ay amigo Juan! Si vieras como estamos, damos, aquí, y mucho más allá, pena. De los orgullosos Quisqueyanos y los treinta de Santiago, que defendieron tu patria, aquí, en esta, la otra isla que ocupamos, ya no queda nada. A veces pienso que nunca vino uno. Y si uno levanta la cabeza para hacer algo hay “treinta ineptos” que le agarran los pies para que esté al mismo nivel que ellos. ¡Dios nos libre de tratar de ser diferentes!

¡Ay amigo Juan! Sabes que te nos fuiste a destiempo, hoy es cuando más te necesitamos. Mi generación sabe poco de ti; ni de tu aporte, ni de tu afán y mucho menos de tu nobleza. Andamos con los pantalones mal puestos, como si le faltase tela. Yo peco por ignorancia, mi profesor, y los que saben por avaricia y torpeza.

¡Ay amigo Juan! ¡Qué ironía tan grande! Tu que pensaste que de esta urbe salía la nata de tu pueblo. Yo creo que si tú estuvieras de aquí sale hasta un presidente. Pero que va, nos hemos dejado invadir de gusanos y queresas, de aquellos que viven buscando las dádivas de cualquier gobierno, algo que tanto repudiaste. Parecen parásitos y prostitutas políticas que se acuestan con el mejor postor. Ya quedan pocos, muy poco de los tuyos.

¡Ay amigo Juan, si volviera el ’63 y yo, que no había nacido, pudiera escucharte hablar con firmeza! Quizás podría aprender algo de la verdadera política de cuadros, de los sistemas del mundo, ya aquí nadie enseña nada, los que queremos aprender no podemos y los que sabes están involucrados en otro mundo, como si fueran a vivir para siempre. ¡Cuando pagaría hoy yo por un Circulo de Estudios!

¡Ay amigo Juan! Prende por mí una vela y ponla en la ventana desde tu morada silente, tu que vives en mi alma por siempre, sírveme de guía doliente, ahora que puedo perderme. A mí me duele mi gente, ¡Ay amigo Juan! Yo, que al nacer tan lejos he tocado poco el suelo de tus valientes.

Para los de aquí soy de allá, y para los de allá soy de aquí. Ciudadano de dos mundos, amado claramente por ninguno. Todo por intereses. El de aquí porque pago impuestos, el de allá solo por el envío semanal de mis remesas. ¡Ay amigo Juan! Guíame, tu que viviste el dolor de ser un dominicano ausente.

¡Ay amigo Juan! Inspíranos desde las nubes para no destruir el instrumento político que nos dejaste, para ver si nos dedicamos a cumplir los retos que nos fijaste.

Me apena decirte que aún no somos libres, ¡Ay amigo Juan! Nos falta mucho.

Te extraño,


Juan Fernández,
tu alumno por siempre.

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