Cuento - Los Deseos

Cuento de Año Nuevo 2015
Por Juan Fernández

Diciembre 31 del 2014, a las 6:00pm, mi familia y yo, que vivimos en Santiago, nos montamos en el vehículo y empezamos el viaje de todos los años a mi querido Pueblo Viejo; el campito más bello del país. Como siempre, nos fuimos por el Santo Cerro, podíamos tomar la entrada de Cutupú, pero la carretera aún no la han arreglado y la familia se perdería de la mejor vista del valle del Cibao desde la cima de la loma.

Antes de llegar al pico, donde está la iglesia del Santo Cerro, hay un cementerio, con sus bóvedas, todas, pintadas de blanco, desde ese punto, unos metros después de iniciar el descenso hacia la vieja carretera Duarte, puedes ver todo el valle de la Vega Real, hasta donde alcanza la vista. Esta misma vista impresionó hasta a Colón, escribió en su diario que no había visto tanta belleza. ¡Yo, tampoco!

El 2014 había sido un año fuerte, y todos estábamos ansiosos de que terminara. Este duro año fue uno destinado a dejarnos en silencio y en oración muchas veces; el medio oriente aún ardiendo, varios accidentes en la India de personas trabajadoras y pobres, protestas en Ucrania causan que el parlamento las prohíba, imagínese un mundo donde la gente no puede ni protestar por los atropellos del gobierno, por lo menos los dominicanos podemos quemar una goma sin que nos fusilen a todos. ¡Ni que viviéramos en los tiempos de Trujillo! Gracias a Dios que es el PLD que está en el gobierno...Mi voto es de Danilo o Leonel, del que ellos digan.

La muerte de los 50 estudiantes en Nigeria, los presidentes de Estados Unidos y Rusia tomando el pulso, como si aún fueran los dueños del mundo, Obama, no necesitamos otra guerra fría, aquí en “el patio” nos jodemos todos. ¡Pobre gente de Ucrania!, un día de estos se lo llevan a todos. En Malasia los aviones se pierden como si fueran medias en un lavadero, ¿Y los gringos no pueden disque leerle la placa a un carro desde un satélite? Coño, ¿un avión? Por Dios.

Bueno, hasta se nos murió el Chavo del Ocho, estoy seguro que Dios lo necesitaba en la gloria más que nosotros aquí. Al final, tenemos tantos payasos de los que podemos reírnos hasta vomitar. Si no me creen, tomen el Listín de cualquier día, con los ojos cerrados abran una página cualquiera, y les aseguro que antes de terminar de leerla han visto alguna payasada de algún inepto, es increíble que en pleno siglo XXI pasen las cosas que están pasando.

Y ahí, los cinco, sentados en la hondita amarilla que teníamos, con las bocas abiertas, no quedamos a deleitar la puesta de sol más increíble, “Todavía Dios nos quiere”, dijo mi hijo José Miguel. Con la caída del sol esperábamos que el universo terminara con este año eterno. ¡Ay! Por un chin se me olvida el ébola, también otro regalito del 2014.

Nadie había dicho una palabra cuando doblamos en el Pie del Cerro, frente a la escuelita de Carrera de Palma, ya el hondita sabía llegar solo a Pueblo Viejo. Cuando pasamos el puente de Medranche, después del colmado de Tonton, todos respiramos, desde ese punto empieza “el Cercao’ de los los Coste”, mi gente, “Adiós Tía Mireya” grito mi hija, como si pudiera oírla, al pasar la capilla, reduje la velocidad para pedirle a Tio Chuchú que me echara la bendición, estaba sentado en la galería con mi prima Justina.

Por cierto, desde esa galería vimos los accidentes más horrendos, los motoristas se olvidaban del “policia acotao” y como siempre se creen superman, volaban por los aires. Suerte que a dos casa Maritza tiene su clínica.

¡Gracias Papá Billín y Tio Fifín por darnos el regalo de curar! El viejo hasta curó del pasmo a Radhamés Trujillo que se había cortado con un alambre de púas, y ya sólo le quedaban 3 días para colgar los tenis. Es me contó Papá Memen, y que Trujillo en agradecimiento llevó la luz al pueblo..

Pero sigamos que esta historia es muy especial, y quiero contarles de la noche que pasamos buscando a Amelia, “la loca”, que por cierto no era loca, era autista, si yo la hubiese conocido cuando era niña con tratamiento y terapias no fuera como es, pero vamos a contarles.

A eso de las 8:00pm nos fuimos al Club, como todos los años, yo bailé hasta los anuncios, bueno, menos salsa, porque aunque el perico ripiao es mi preferido, para la salsa soy torpe. Tía Annie y José, el rubio, habían organizado un fiestón, todos llevamos algo, nosotros hicimos un pastelón de plátano maduros, y entre todos pagamos el puerco asado. Teníamos arroz de todo tipo, uvas y manzanas, pasteles en hojas, Fátima, mi hermana, hizo un pan de pasas que no duró cinco minutos en la mesa, yo no lo como por la diabetes.

A las 11:00pm pararon la música, yo me quedé en el medio de la pista con mi prima Charito, que había viajado de Alemania, en mano, en la mitad de una vuelta, el guardia de Las Ruinas de la Vega Vieja, Paul Jean Marcus, un haitiano ejemplar, como son la mayoría de haitianos, muy querido por todos, entró corriendo y dijo;

- Venga, vengaaaaa, ...Amelia...metió ... torre y ta’ ...llorando. - El pobre hombre estaba sin respiración, me contaron que cuando pasó frente a la clínica iba como la “jonda del diablo”, alguien le gritó “¿Ahora tu te crees Félix Sánchez? ¿Qué pasa?” pero no se detuvo.

- Cálmese Don Paul, ¿Dígame que pasa con Amelia? - dijo Don José, mientras Tía Annie le pasaba un vaso de agua.

- Elle pluere, elle pluere, ella que grita y grita, - decía entre creole y español el buen hombre, - se gavió por seto de torre y se calló, y sólo decí “traiga Tía Annie” sin para. Nosotro no le hacemo naida.

- Don Paul, nosotros sabemos que usted es un hombre serio. Pablo, busca el arma en el carro, por si un malparido le hizo algo, - Tía Annie tomó el control, ella es la más vieja de su generación, y había heredado el temple de los Costes, - José, llévate a Vicente Oscar, Pablo y dos o tres en la camioneta y vallanse alante, Justina prende el carro, y Nina Caridad venga con nosotros. Los demás, recojan que se acabó esto, el 2014 no nos va a esperar con una desgracia.

11:15pm, medio Pueblo Viejo estaba en las ruinas, los guardias del puesto militar estaban todos fusil en mano cuando yo pasé en el hondita, me paré para explicarles, lo último que necesitábamos era que un guardia nos parara a esperar que le dieran orden la noche de un santo 31 de diciembre.

11:25pm, alguien propuso que bajáramos a Tía Annie con una soga a la vieja torre. La torre solo tenia pequeños agujeros para armas y como eramos tantos Amelia no podía escuchar nada. Las paredes de la inmensa torre tienen como cuatro pies de espesor y las entraditas solo tenían espacio para una persona.

11:35pm, los guardias del destacamento trajeron una escalera enorme y subieron a Tía Annie a la parte de arriba de la torre, luego bajaron la escalera dentro de la torre para que ella bajara donde estaba Amelia.

- Quédense abajo que no queremos que se asuste, - dijo Tía Annie, no pidiendo un favor, pero dando una orden, los que estábamos subiéndonos al borde nos bajamos y nos miramos, sabiendo que por un poco cometemos un error.

- Annie primero di si esta bien, - le dijo Nina Caridad.

11:45pm, por las entraditas podemos ver que Tia Annie se habia sentado frente a Amelia y le decía;

- Mírame a los ojos Amelia, necesito que me mires a los ojos para poder hablar. - Amelia no era la única autista en la familia, Tia Annie, que había vivido en el exterior tenia un nieto con autismo en Nueva York. Amelia solo se mecía de adelante para atrás.

11:51pm, uno de mis padrinos, Leo, le habia bajado en un cobito dos botellas de agua y Don Paul habia buscado una gran linterna para iluminarlas y le tiraron una frisa. Las noches son frías en la falda de las montañas dónde está Pueblo Viejo. Toda la familia estaba en silencio, pero solo se escucha una voz, la de Tía Annie;

- Estoy aquí Amelia, mírame a los ojos y háblame. - Pero ella sabía que era casi imposible, Amelia apenas decía frases, pero todos necesitábamos saber que pasaba.

11:54pm, los minutos pasaban como si fueran horas.

11:57pm, Amelia se puso de pie y miró fijamente a Tía Annie a los ojos, Amelia era la prima más alta de la familia, media casi seis pies, con sus manos cubrían la cara completa de su tía. Se le salieron dos lagrimas, tan grandes que parecen de mentiras. Tía Annie que era muy delgada, sobreviviente de cáncer, y una mujer fuerte, que lo había vivido todo, parecía una niña frente a Amelia.

Algunos decían que era loca y muda, pues nunca la escuchaban hablar. Pero un primo, Frank, un doctor muy exitoso de la familia que vivía en los Estados Unidos, le diagnosticó su condición y en cinco días le enseñó a leer y escribir. En menos de un año Amelia había leído todos los libros, de todas las casas, de todas las familias de todo Pueblo Viejo. Nosotros, sus primos, que crecimos con ella, sabíamos que Amelia era un ángel atrapado en el cuerpo de una mujer.

11:59pm, Amelia habló.

- Yo se que no soy nadie, - Tía Annie trató de decir algo, pero Amelia la detuvo. Todos nos miramos incrédulos - Dios me quitó algunas cosas, pero me regaló tanto. Me deja ver la vida sin los filtros de ustedes, “los normales”, como gastan la vida como si no fueran a morir nunca, como los hombres maltratan las mujeres como si no fueran parte de sus almas, como han dejado de hablar entre sí, para perderse en los celulares, como los políticos hacen promesas que no cumplen, y ustedes le creen. Yo no quiero la paz del mundo entero, soy autista, no loca, solo quiero ver a los que conozco felices y hacer algo para que lo sean, quiero ver mis primitos estudiar, es lo único que nos va a salvar, yo no puedo, pero ellos se lo merecen. Quiero ver al hombre dejar el alcohol, no por completo, pero un poco, y las mujeres dejar de prostituirse casándose con hombres que no aman, pero que le pueden “resolver”, quiero ver nuestro país trabajar por metas más reales, educación, mejor calidad de vida, menos feminicidios, más trabajo, el hombre ocioso es el mal más grande de país Tia Annie.

11:59:45pm, levanté mi cabeza por un segundo y todos estaban cabizbajos. Sabíamos que Dios podía hablar con los hombres hasta a través de un asno, pero oír a Amelia hablar era como escuchar la voz de Dios en el silencio.

No tiene que cambiar el mundo entero, Tía Annie, sólo tienes que cambiar tu, y contigo, así, como si fuera magia, cambiará el mundo entero.

11:59:59pm, Amelia abrazó a Tía Annie y lloró.

12:00am, A lo lejos escuchamos disparos, fuegos artificiales. “Feliz 2015 Familia”, dijo en voz baja Tía Annie sin soltar a nuestro ángel.

Amelia, nunca dijo una palabra más, no tenía que hacerlo, en un minuto habló por milenios, al llegar a la casa, después de tantas horas sin dormir, me tiré en la cama, con los ojos abiertos, mirando fijamente al techo. Las lágrimas me corrían por las sienes, pensaba en mis tres hijos, en el mundo que les estoy dejando y en lo poco que estamos haciendo para mejorarlo.

¡Feliz 2015!

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