Traigo un Ramillete

Por Juan Fernández

Una hoja más de un calendario que no tiene fin o simplemente no tiene tregua. Las metas duermen apagadas en un ciclo eterno de espera, rodeadas de satisfacciones aceleradas de adictos al olvido. Los pensamientos se relegan y los deseos se arrastran como cadenas de condena de una lucha contra el tiempo. El año cierra sin sorpresas su espejismo perpetuo y diciembre se desvanece en las brisas de un enero.

El año quedó sutilmente y frío pintado en acuarelas en un lienzo maltratado de sonrisas de un deseo. Los pinceles y espátulas de los planes y proyectos descansan en un frasco de las aguas del olvido. El año, como estrella fugaz de un firmamento escondido, arrastrando ilusiones de niños, pasa sin meditar, como pasan los momentos vacíos de fiestas y villancicos.

De un enero a diciembre y un millar de caminos que nunca son recorridos, como el trineo en la nieve de una foto de tarjeta de un invierno de cine. Los sueños de mi gente se pierde entre alcohol, manzanas y vino, entre bachata y el ritmo de tambores de pesadilla disfrazadas de sonrisas y bailes de romance de caderas y rodillas de lombrices. “Traigo un ramillete”, gritan las bocinas de un aparato infernal creado para mermar las esperanzas frustradas una familia que disfruta la Navidad que nos venden en bolas de cristal, llena de agua y nieve artificial.

A lo lejos se escuchan voces de los que traen las noticias del cierre de un año que parecía que nunca iba a acabar, la brisa del enero se escurre entre los edificios y arrastra un torbellino de navajas y agujas punzantes diseñadas para un castigo. Los abrigos no quitan el frío que dejan el escape de los sueños de un año viejo sin completar. En el vuelo de llegada no te brindaron las papistas azules de nuestra verdad e injusticias, sino de veneno disfrazado funditas de maní y golosinas. “Ven disfruta tu Navidad”, te decían, gasta el ahorro que no hiciste, el nuevo año será mejor, y si no es así, olvídate que todo se resuelve.

Yo no puedo escuchar las campañas de Belén, en mi barrio las casas no tienen chimeneas y las galletas debajo del árbol solo atraen ratas y cucarachas. Las luces parpadeantes de las decoraciones de engaños no brillan destellos de realidades, sino que crean una pantalla de mentiras, una ciudad que castiga, un lobo feroz con un gorro rojo y una bolsa de mentiras.

¡Mira como suben las fotos a las redes sociales, parecen casi muñecas! Sus cuerpos mutilados llenos de cicatrices, son parte de la ilusión necesaria para esconder los descuidos, un cuerpo de fantasía y una mente podrida. El único libro en la casa de esta diva es una Biblia abierta en un salmo que nunca se cumple y siempre se olvida, el Señor no es pastor de quienes flotan en las nubes de las cortinas cerradas de un prostíbulo de años sin despedidas,

En unos días empezaremos un año más, otro círculo de mentiras, otra suscripción al gimnasio que se pierde, una dieta de cartón y contenidos de latas de químicos e ingredientes de azúcar, sal y una pizca de rojo número cinco. “Este año que viene será el tuyo”, te decían, mientras te vendían el plasma con el dinero que no tenías. “Este año será el mejor”, te vendían, mientras te cobraban el interés de un préstamo de pasajes de indiferencia. “Trabaja todo el año que en diciembre todo se arregla”, te ofrecían, mientras te azotaban con el látigo en las factorías. Mañana de llegará otra tarjeta de crédito sin límites para que te compres el sofá de piel que tanto has querido. Donde te acostaras cansada a que un televisor te vea dormida.

En unos días se acaba este año y va dejando cicatrices en la espalda desnuda de mi gente, los golpes y desilusiones son tan repetidos que ya no sabemos sin castigos o caricias, nos hemos convertido en masoquistas de la vida.

En unos días se acaba el año, le he pedido a santa una caja conciencia y dos puñados de ilusiones nuevas; una de educación para mí y los míos, y otra de entendimiento. A los reyes le pedí paciencia, análisis y crítica en el pensamiento, ya el oro, mirra e incienso de los otros años no surge el mismo efecto, creo que ya no sirven. A la vieja Belén le pedí un reloj de arena con el que marcaré el cumplimiento de nuestras metas, cuando caiga el último granito evaluaré mis retos. Este nuevo año no será uno más si así yo lo deseo,

¡Feliz Año Nuevo! Shhhhh cuidado si te despierta.

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