Cuento - Reencuentro con el Primer Amor

Juan Fernández | Diciembre 7, 2016

Pasaban las 10:00pm cuando Ruth recibió el único mensaje de texto de su esposo en todo el día, hoy, miércoles diciembre 7 era su cumpleaños, y, como casi todos los días, se sentía sola.

“Felicidades, te veo mañana, mucho trabajo fuerte, cómprate algo que no pase de $1000 pesos.”

Ruth llevaba 20 años casada con Fabián, vivían en Pueblo Viejo, en La Vega, a unos pasos de las ruinas, le habían comprado un solar a los Malares y construyeron una casita, allí procrearon sus dos hijas. En los últimos siete años, después que Fabián empezó a trabajar para el BHD-León viajaba cada dos o tres días semanales, se quedaba y con los años simplemente no prestaba atención a su descuido.

Pensó que los rumores de las chismosas del pueblo no podían sacarla de su eje, sabía que Fabián era un excelente padre, y que no le era infiel, si fuera verdad que tenía otra familia en la Capital, se lo hubiese confesado, negaría cualquier cosa, pero no un hijo.

El horrible timbre de los mensajes de su celular la sacó del trance, leyó el mensaje, y como todos los años, de un número desconocido, le llegó un texto:

“Felicidades Ruth Angelina Coste Salazar. El tiempo no podrá, nunca, apagar el fuego del amor de primera vez, para lograrlo, tendría que detener las olas, dejar de crecer las flores, secar los rocíos. Para dejar de amarte, tendría que dejar de girar la luna, o calendar el sol, espero que hayas tenido el día maravilloso que yo pedí para ti, como todos los días. Bendiciones, siempre serás mi reina y yo siempre viviré esperando el día que pueda ser tu esclavo. – Yo”

Ruth sabía que era alguien de su colegio, nadie sabía su nombre completo, y mucho menos el de soltera. Cada año le llegaba un mensaje como este, la llenaba de ilusiones. Cerró sus ojos, respiró profundo, pensó en su primer amor y lo bello que se sintieron aquellos besos, aquellas caricias, aquel primer encuentro en el parque de Las trinitarias, y la noche eterna que vivió en Jarabacoa aquella semana santa. Pensó en contactarlo para ver si era él, le temblaban las manos, “tenía que ser él”, pensó. 

Caminó despacio por la casa vacía, las niñas se habían ido a estudiar al extranjero, tocó con sus dedos cada mueble frío, cada jarrón inerte, cada cuadro sin vida. Pensó en los 20 años con Fabián, en el compromiso de su matrimonio, en sus responsabilidades, en su honra, en su pudor. Borró el mensaje, aun sintiendo el calor por todo el cuerpo del recuerdo.

- Quizás el año próximo, le respondo el mensaje, por el momento no habrá reencuentros con este primer amor misterioso. – Respiró profundo, lloró, sola y se durmió.