Cuento - Toqué Fondo

Juan Fernández | Diciembre 19, 2016

Margot se despertó espantada, la misma repetida pesadilla de los últimos años, mezclada con los truenos de una lluvia infernal de otro frío diciembre. A su lado dormía Prescila, su pequeña e inocente hija, lo único que le quedaba de su amado Miguel. 

Unos años atrás se habían conocido, “bíblicamente”, en un pasadía en la casa de verano de su compadre, Luis Souffront, en Burende. Ese día, sentada en un columpio, que colgaba en un gran árbol de caimito, que crecía al lado de la enramada, mientras Miguel la mecía, Margot se olvidó de todo y de todos; de su campo, Pueblo Viejo, de su familia, de su crianza, de su creencia, de su vergüenza, con cada ir y venir del bendito columpio sus inhibiciones se perdían. Esa noche, bajo la luz de una luna llena de un octubre precioso, sereno y tibio, Miguel la hizo su mujer.

Para nadie en Pueblo Viejo fue una sorpresa la boda de Miguel y Margot, se amaban por años. El respeto de Miguel por Margot era legendario, habían prometido no tener relaciones hasta que ella terminara la universidad, y ya había terminado la maestría. 

La boda fue coordinada de la noche a la mañana, algo extremadamente sencilla, los invitados no llegaban a veinte, las dos familias se dieron cita en la capilla, y la tía Annie y José, el rubio, los dejaron celebrar la ceremonia en la vieja casa que era de los Polanco. Su prima Justina fue la madrina, y como el padrino, un primo de Miguel, nunca llegó del exterior, Pablo tomó su lugar y celebraron el acto civil, para cumplir con la ley.

En el fondo se podían escuchar enormes guacamayos emitir los más extraños sonidos, parecían animales de otro mundo, pterodáctilos perdidos en el tiempo. Sus colores hacían contraste con las grises nubes;

- Annie, ¿desde cuándo tenemos guacamayos en Pueblo Viejo? Ese animal no es de aquí. – preguntó la vieja nana, Annette. 

- Son nuevos en estas áreas, - respondió la tía Annie. - Unas personas del Aljibe trajeron unas parejas desde Suramérica, Colombia o Venezuela, y se han multiplicado a montones, vienen aquí a comer de las semillas de amapolas.

- Prepárense para las permutaciones, - respondió Annette, - un animal tan grande no entra a un ecosistema, donde no tiene predador que lo controle, sin causar problemas, pronto creará pequeñas alteraciones ecológicos que afectaran a otros animales de lugar.

Todos se quedaron en silencio, escuchaban a la vieja nana explicarles lo que ha pasado en la historia del planeta cuando un animal no es controlado desde su inicio. Les contaba en detalles los riesgos de un crecimiento descontrolado, Pablo, Justina y Margot, sintieron que les hablaba a ellos directamente. Cuando terminó no entendían si les hablaba del guacamayo o de algo más complicado. 

- Mis hijos, vengan que quiero decirles algo, - pidió Annette con sus brazos abiertos. – Ustedes dos acérquenseme un poco más, quiero poder tocarles sus manos, los demás, hagan un círculo cerrado, no cierren los ojos, ni bajen sus cabezas…esto no será una oración, ni un sermón.

Los jóvenes no estaban seguros de que estaban supuesto a hacer, se acercaron a la nana, uno de cada lado. Frente a Annette quedó la tía Annie, Pablo y Justina quedaron agarrados de manos.

- Cada vez que dos jóvenes deciden unir sus historias para formar una nueva, las familias nos regocijamos y entendemos que unidos podemos crear el nido que necesitan para echar las raíces para convertirse en los pilares que necesita esta comunidad seguir creciendo. Los que estamos aquí presentes somos sus familiares, Margot, yo fui tu segunda madre, y para mí fue un gran honor, a usted Miguel, no lo conocía, pero si mi ahijada lo escogió para su compañero, entonces usted ya tiene la bendición de esta vieja. Reciban la bendición de esta, su familia, llegará el día que de ustedes dependerá el futuro de Pueblo Viejo. 

Y como si fuera una señal del cielo, la nana elevó la mirada al firmamento y empezó a llover. Corría la tarde de un 19 de diciembre, y ese día, con apenas dos meses de embarazo, Margot unió su vida a Miguel, el mismo día que Dios se lo llevó.

Miguel había construido una casita de dos cuartos de dormir con el primo Félix, el hijo de Tete, en el callejón detrás de la gallera, en la tierra del difunto tío Memén. La casita, aunque pequeña, era perfecta para una nueva pareja; una sala con cuatro mecedoras, una mesita redonda y algunas otras piezas que le regaló su prima Charito antes de irse a vivir a Alemania. 

Cuando salieron de la ceremonia, aquella noche fría y lluviosa, Margot aún tenía puesto el vestido de novia, decidieron irse caminando los cortos metros por la vieja carretera Duarte, Annette y Annie les llevaron hasta el portón, los cuatro mojándose bajo las bendiciones de la lluvia.

Miguel se reía como un niño todo el camino, le dijo a su amada que nunca había sido tan feliz, y la besaba y abrazaba mientras caminaban, le dijo que recordaría cada segundo de este día como si fuera el último día de su vida, y diciendo estas palabras, el universo alineó todo para cumplir su deseo; un rayo cayó sobre una mata de palma, un pedazo del tronco voló y traspasó a Miguel desde la espalda hasta salirle por el pecho. 

Exactamente tres años después, en una noche lluviosa e igual de fría, a las 2:00am Margot estaba sentada en la mecedora de su cuarto, en la oscuridad observaba el rítmico respiro de su adora Priscila. Esta noche no era diferente a las demás, pensativa y triste no podía sacar su pensamiento de su amado Miguel. Desde la ventana de su cuarto podía ver el lugar específico donde cayó muerto, en sus brazos, su amado.

Los últimos días habían sido difícil para todos en el campo, el ataque a su primo Pablo, la despedida de su prima Mercedes, el golpe en la cabeza de Lisbeth...y la larga noche que habían pasado todos en la galería de su casa escuchando canciones de Arjona, Silvio y Aute, los preferidos de Miguel, ella, sus primos y la vieja nana.

Margot se puso de pies, caminó despacio por la oscura y desolada casa, vio hacia el dormitorio y su hija respiraba igual de profundo que como lo hacía su padre. Silenciosamente abrió la puerta de la calle, se tiró una toalla sobre la bata de dormir y bajo la lluvia caminó lentamente hacia el tronco muerto de la infecunda mata de palma, se paró frente a ella y lanzó un grito que parecía de ultra tumba, como un animal herido, cayó de rodillas y sus lágrimas ahogaban las gotas de lluvia.

En la oscuridad, desde la gallera, Annette, Pablo y Justina observaban en silencio, la nana sabía que esta noche algo pasaría, los primos temblaban desesperados, pero la vieja nana los mantenía controlados.

- Déjenla, hoy mi ahijada ha tocado fondo, mañana renacerá, como el ave Fenix, necesitamos su capacidad y su entrega, nuestra odisea está a punto de forjarse, necesitamos la abogada brillante que sabemos que es. – dijo la nana, mientras los primos lloraban escuchando cada grito desesperado de la joven.

Margot se puso de pies, secó su cara con la toalla, entró a su casa, veló el sueño de su hija por unos segundos, y entró a bañarse…con el agua se escurrían tres años de dolor, de amarguras, de penas. Abrió los ojos, por un segundo le pareció ver a Miguel parado en la puerta, su imagen se esfumó perezosamente.

- Mi familia me necesita, mi hija me necesita. ¡Ya está bueno! - Margot se acostó a dormir, por primera vez soñó en paz.