Juan Fernández | Diciembre 4, 2016
Un poco más allá de la espera,
donde miles de astros respiran,
como si fueran pequeños seres
de un universo de expectativas,
encuentras un sentimiento escondido
que crece en moléculas multiplicadas,
como si fuera una fábrica de rocío
de una mañana de silentes amores,
entre el calor de sudores y gemidos,
así, misterioso y tranquilo nace
el amor eterno sin condiciones.
La sabia y celada hipófisis lo arraiga,
como si fuera el mayor de los tesoros,
y en enormes porciones protervas,
como si fuera por un manantial,
destilado en millones de gotas,
nos tiende la alfombra más roja,
deslizándonos como hipnotizados,
oxitocina en la mano y en la otra la vida.
Nueve meses esperando una exclamación,
treinta largas horas de largos suspiros,
un minuto tocando la gloria en un esfuerzo,
un segundo eterno trayendo la vida.
El sentimiento nace en un dispensario
y termina cuando la muerte lo anida.
Eres tu madre la creadora
del único amor incondicional.