Cuento de Navidad: La Neblina
La mañana del 24 de diciembre fue la más fría registrada en Pueblo Viejo desde los tiempos de los taínos. La temperatura había bajado tanto en el Santo Cerro, que algunos dejaron de salir de sus casas en las noches. Los campesinos empezaron, por primera vez en sus vidas, a usar abrigos. En las mañanas los tanques del agua tenían un leve capa de hielo en la superficie, en los colmadones dejaban las cervezas afuera para mantenerlas congeladas, aun durante los largos apagones.
El 24 fue un domingo diferente, a las 6:00 a. m. los perros empezaron a ladrar y no se podían escuchar el canto de las aves, ni siquiera el grito, casi prehistórico, de los guacamayos en vuelo, hasta los gatos dejaron de maullar, eventualmente, sus maullos convirtiéndose, también, en gritos, como de dolor. Luego, el silencio, como de ultratumba, era perturbador.
La neblina que bajaba del cerro parecía una cortina blanca de humo sólido, los tres primos veían como todo era arropado por el manto blanco. Los gringos tendrán nieve y blancas navidades, pero en el campo de Pueblo Viejo, este año será recordado, por muchos, como el año de la neblina.
Sofía había apretado tanto la mano izquierda de su primo, que se le había adormecido, del otro lado, del derecho, su novia Patricia dormía enrollada en posición fetal, sus lentes se habían empañando un poco, Tomás temblaba de miedo, nunca había visto nada similar.
- ¿Qué vamos a hacer?, - preguntó Tomás, - la neblina parece tener algo extraño, todos los animales se han callado, o escondido. ¿Será que contiene ácido?
- No tenemos suficiente información para tomar una decisión, - dijo Patricia sin abrir los ojos.
- Creo que debemos esperar, creo que cuando salga el sol evaporará la neblina, - dijo Sofía, más rogando que así fuese, que asegurando el resultado.
A lo lejos se podía escuchar la voz grave del guardián de las ruinas, decía algo en creole, Sofía juraba que era un encanto del vudú, para alejar los malos espíritus. Su voz, despacio, fue convirtiéndose, también, en un grito espantoso y, eventualmente, también paró. El viejo haitiano era amado por los tres primos, a Patricia se le aguaron los ojos y Tomás le pasó la mano por su corto pelo, para calmarla un poco.
- Él estará bien, es un hombre fuerte y valiente, - aseguró Tomás.
- Tu no tienes suficiente datos para decir eso, lo más probable, estadísticamente, basado en la reacción ecológica, que la neblina lo mató, - dijo Patricia llorando. A sus 12 años había estudiado los efectos extraños de la naturaleza.
En ese mismo instante, terminando de decir esto, Patricia apuntó hacia el callejón de las ruinas, corriendo entre la neblina, se veía el cuerpo ensangrentado del amado haitiano, la piel desprendiéndose de sus fuertes músculos, gritaba, no paraba de gritar. La neblina llegó al borde de la carretera, arropaba el cuartel y la capilla, Sofía observó como se le desprendía la pintura a la pequeña iglesia.
Los primos estaban resguardados en la galería de su tía Caridad, la mamá de Sofía. Patricia estaba abrazada de Tomás y los tres agarrados de las manos, temblaban. De repente el viejo guardián tomó un paso hacía ellos, ya sólo le quedaban huesos, sus grandes ojos colgaban de los nervios.
La neblina entró escurrida a la galería, de repente Tomás sintió el toque frío, helado de la densa cortina blanca, empezó a gritar, oyó cuando el espíritu de la neblina empezó a hablar...
- Mira muchachito e' la mierda, cállese y salgan los tres de esa caja ahora mismo, ¿ustedes no ven que Don Jean Paul tiene horas llamándolos? Vayan ahora mismo a buscar la yuca que nos trajo, - dijo tía Caridad, - y Patricia, quítese la saliva de la cara, cualquiera dice que estaba usted llorando. ¡Vamos, vamos!
Los tres primos se pusieron de pies, fue cuando Tomás vio la neblina tocar los pies de la tía, dio un paso atrás...
- Sofía, sueltame la pierna, sino quieres que te de una patá, - dijo la vieja mientras se alejaba de los tres primos.
Los primos se sacudieron las ropas y se llevaron la carretilla que le había dejado tía Caridad. Se reían a carcajadas.
- Buenos días Jean Paul, ¡Feliz Navidad!, - dijo Patricia al viejo guardián.
- Esperen, no me digan, ¿La neblina otra vez? Noooo, ¿me mataron a mí? - preguntó el haitiano, - ¡ Feliz Navidad! No dejen de ser niños, Dios les bendiga.
Los cuatros se reían sin parar. Sus risas invadieron todo el pueblo con una capa de alegría más densa que la peor de las neblinas.
¡Feliz Navidad!
Mis Inútiles Sentidos (Corregido)
El Viaje de los Cuellos Caídos
Invisibles
Con o Sin Cabeza
Lugares Celestes
Quizás Ángeles, Seguros Demonios
(Observación del martes 5 de septiembre, 2017 – Cualquier parecido con la vida real es pura coincidencia)
Anoche, mientras admiraba el llorar de la luna llena, caminando debajo de los rieles de un tren frío, sus chillidos satánicos, como palabras directas del infierno, portador de interminables vidas ciegas, que mueren en cada estación, sin saberlo, vi cómo se le caían las alas a un ángel que trataba, inútilmente, de volar. En la espalda podía ver sus huesos rotos germinar, detrás de los zapatos negros pulidos que pisaban sin misericordia, con crueldad, hasta sus extremidades trozar.
Su piel morena brillaba, como un azabache, en su ojo izquierdo, lleno de divinidad, ensangrentado, se podía ver la lucha entre dos mundos, separados por cortinas azules de clases en desigualdad, disfrazadas de un entendimiento que no existe, ira sostenida por leyes escritas en papel, en un mundo de muchas lluvias de ironías. La vida le corría por los poros mientras le amarraban con grilletes, igual que cuando sus ancestros se bajan de las naves del viejo continente. Cuatrocientos años de luchas, ni un día de libertad.
Su rostro celestial parecía de arcilla, caliza, así, color cobrizo, oprimido en el cemento, como si estuvieran los verdugos creando moldes en la acera, para marcar el sendero del próximo ángel que enterraremos en el mismo trayecto del que hoy sepultamos, cientos de años sin progreso. Sus pómulos esculpidos, como si fueran de un gladiador romano, dios de un coliseo de golpes, atado con esposas e insultos físicos tan tangibles como las huellas de los palos en su espinazo.
Creo que se nos olvida que somos responsables de los ángeles que matamos, arrancando sus alas, y los demonios que creamos con un bastón en las manos. Ciclo eterno de esclavitud en cadenas perpetuas.
Pasé de allí al hospital, esposado de la camilla un joven, un ángel, luchaba por entender sus pecados, oraba, a toda voz, en palabras obscenas, en el único padre nuestro que conocía, sus lágrimas parecían de cristal, caminé un poco más, al pasar la puerta vi dos niños recién nacidos, una enfermera, que marchaba lentamente, los dividía, en un lado los ángeles, tiernos, puros, del otro lado los demonios de mi sociedad…Pasamos auditorías de culpas a las vidas sin pensar. ¡Por favor, no más!
Gotas Sueltas
Gotas Sueltas
Juan Fernández © 2017
Dosificamos, apretando con torniquetes antiguos, nuestros silencios; las palabras mudas que no decimos. Gotas de un río de aguas incomprensibles, que se enmarañan con discursos en las bocas de los perdidos. Nos atrapan, sus palabras vacías, como bejucos de hiedra en una pared de ladrillos.
Esperamos respuestas de colores que nos llenen los arcoíris grises de nuestros cielos clausurados, llenos de pesadillas. Tempestades que no se calman, huracanes en el cáliz de amarguras de nuestras propias inequidades, circulando en torbellinos de desasosiegos. Nos reímos, cuando las lágrimas nos sofocan y el murmullo de nuestras propias conciencias nos castiga.
Somos parte de un mundo de parásitos conducidos por lombrices. Nos arrastramos en fila india detrás de las migajas que se caen de las barrigas orondas de los monstruos de un sistema de penas y martirios. Somos báculos desarmados de verdades, en un cosmos de mentiras. Bailamos al ritmo de la música de los degenerados, y nos venden sonrisas enrollados en cigarros de mariguana.
Tenemos necesidades que van más allá de las hambrunas, momentos que cuelgan en un vacío que no se llena con limosnas, santiamenes de silencio que nos gritan en la cara, oraciones sin respuestas a un dios de madera que colgamos de nuestros cuellos, sin saber si vale nada. Nos olvidamos de nuestras raíces, nuestras culturas, nuestros enojos se convierten en nuestro pensar y despacio nos encierran en jaulas de cemento y creemos poder volar. ¡Ilusos!
Somos esclavos de nuestro pasado y cerramos los ojos a nuestro futuro, quemamos el presente en cadenas de pensamientos inoportunos, nos hacen comer el excremento de nuestros propios intestinos decorados con flores nacidas en nuestras propias utopías. Somos pinceladas en el lienzo de acuarelas del retrato de un joven desaparecido.
Callamos cuando debemos hablar y hablamos cuando todo termina. Nos van a quitar la venda de los ojos cuando no tengamos nada que mirar. Somos como santos en el altar de un incrédulo, decoración de piel y hueso, admiradores de velas, agua florida e incienso. Castigados por males auto-impuestos.
Somos paz en tiempo de guerra, que empezó en nosotros hace mucho tiempo, nosotros, simplemente no lo sabíamos. Somos el campo de batalla en medio de mil tormentas. Ayúdame a encontrar la luz en tanta tiniebla, antes que la oscuridad sea perpetua.
Pecados Capitales: Gula
Saltan al vacío los minutos cubiertos de segundos, convirtiéndose en eternas horas que no duermen. En tus labios formas calabozos húmedos de mis ansias, los sentidos, otra vez, como a un niño, me engañan.
Parecemos bejucos verdes de ardores alocados y el sabor de tu cuerpo me bautiza cada día. Tus senos servidos como la mejor de las pitanzas.
El azúcar de tu cuello se cristaliza en mis papilas, la lengua no me alcanza para catarte las clavículas. Se te derriten, suavemente, las venas en mi boca y recojo una a una las gotas dulces que transpiras y se deslizan en cascadas vivas por el vientre.
Me ahogo en el calor paulatino de tus respiros, tus delicados brazos creando nidos en mi cuello, tus temblorosos dedos recorriéndome las ganas, el ardor de tus uñas, como garfios, en mi espalda. Tus nalgas servidas como postre de enmieles, vainilla, frutas secas y una pisca de sal.
En tu vientre de bailarina crecen verdes hortalizas, de tu ombligo vivaracho nacen los mejores vinos que se desparramas en tu pelvis, como si fueran ríos, donde puedo saciar, sin medidas, mi sed, embriagándome, como de parranda, en tu vagina.
El olor de tus entrañas, mordiéndome, me mesmeriza, en cascadas de sed de tu océano, que no termina. Tus piernas, apretando, cubriendo mis oídos, tus manos aplastando mi cabeza, hundiéndola en el olvido, nuestras miradas juguetean, como si fuéramos cocodrilos. Tus piernas en mi espalda desplegados el caviar, relleno de muchas nueces, almendras y otras semillas.
No me canso de desayunarte las caricias, tomo tus pantorrillas como jugos de frutas en un almuerzo de una cálida tarde de verano, se me escapan las ambiciones de comerte la boca en la cena, hambre de mis entrañas, bocadillos de mi avidez por tu aroma.
Yo no quiero despensas en otros almacenes, quiero verte cada día servida en mi mesa, al desnudo, como el suculento manjar de mis locos atrevimientos.
Soy tu polen mariposa…succióname, de gula, la vida.
Pecados Capitales: Lujuria
Enmarañado en tus pechos, mi gloria,
emborrachándome, ojos cerrados,
en el olor sensible de tus axilas,
navegando, lento, con mi lengua
los peldaños de tus piernas
para escalar al altar que guardas
debajo del nardo de tus caderas,
cabizbajo, prendiéndote velas,
soy esclavo del extracto de tus besos
y del néctar del corazón de tu vientre.
Flotando entre la vida y la muerte,
respirando de tu aliento el oxígeno mínimo
en respiros que parecen quejas y lamentos,
colgando del borde de tu lecho,
con la cabeza sudada e invertida,
veo como caminas desnuda, entre sobras,
tus caderas ondulando me hipnotizan,
tus extremidades largas que se pierden
en la oscuridad de un pasillo de recuerdos.
Tu corto pelo danzando en tu frente,
tus ojos como fanales de un gran puerto,
me fulminas con tus miradas de ternura,
me dominas con tus toques de dulzura,
tus pensamientos se convierten en mis días
y tus manoseos pervertidos en mis lunas,
soy naboria de tu concupiscencia.
Perdido, a gusto, mariposa,
en tus mares caprichosos de lujuria.
Olor a Café: El Sabor de los Besos
Olor a Café: Alba de Pensamientos
En mi crecen, justo al lado en mi cafetal, miles de granos de experiencias vividas, sembradas junto a las raíces de los dolores de mis padres; con mi progenitor, la energía de las calles concurridas y políticamente pavimentadas de Santiago, y los olores sutiles de los campos de La Vega, herencia de mi madre. En mi sangre germinan árboles frondosos del jardín de mi patria, en conucos y canteros de mi tierra fértil, abonados por el deseo de ver cambios que se puedan cosechar, que puedan crecer como tomates, en las mentes de mis jóvenes. Canales de riego construidos en venas atormentadas y alimentados por arterias del sudor de más de un millón de modernos esclavos, en ellos se nos va la vida, en maletas repletas de regalos de ardides.
El campanear del péndulo de mi existencia crea en mí un estado de alerta perpetua que controlo con el olor del café, las neuronas me agradecen el descanso, las pupilas se me abren y por ella se me aglutina la vida, como una lupa que quema una colmena de avispas a punto de detonar. Las tablas de palma se me convierten en cemento; las persianas en ventanas y el piso de tierra, con olor a puericia, delicadamente comprimido, se transforma en madera y linóleo; el techo de zinc, cantante de miles de noches de pasión, se me convierte en el piso del vecino de arriba; el cielo azul se me torna gris y en la radio del carro de un inconsciente escucho su repulsiva selección de ruidos sin sentido. Me siento en mi silla de metal, trato de mecerme, como en mi mecedora de caoba, pero no funciona.
En la mesita de mi pequeña cocina, detrás de la nevera y la estufa de gas, las cuales todas las mañanas convierto en tinajas, barbacoas y un fogón de cemento, pintado de amarillo, con tres fogones, que arde con la leña cortada del monte detrás de mi cafetal, me siento a contemplar los detalles de mi entorno, el campo se me convierte en ciudad y las palmas en rascacielos. Entre los enormes edificios veo aviones pasar, los ruiseñores cantan, pero aquí solo escucho alarmas de los policías, van muy rápido a matar algún joven que les ofendió porque pensó más de lo que otros le permiten. Las ideas redondas no pueden entrar en cabezas cuadradas de un mundo de geometría, donde todo está puramente alineado y medido con las reglas del dinero.
Una hoja en blanco recoge todas mis inquietudes en el calor de mis deseos y en un sorbo se me convierten todas en tinta y dejo que corran en papel. Aquí, sentado en una butaca cubierta de plástico y patas oxidadas que encontré tirada en la acera, casi podrida, en mi apartamento fantasma, que se me va corriendo detrás de las promesas no cumplidas.
Quiero convertir mi sentir en casabe y aguacate, quizás cubrir el casabe de mambá, en vez de hamburguesas y papas fritas, la soda en mabí, y las pesadillas que vivo cada día en las más bellas utopías, pero tomo otro poco de café y sonrío, pienso en todo lo que tengo que hacer y siento como la espina dorsal me endereza, la silla se me convierte en trono y las fantasías en sueños…aquí sentado en mi cocina, tomándome tranquilamente una taza de café, sabiendo que soy el rey de mis días.
Olor a Café: Tejiendo Sonidos
Olor a Café: Sentado en un Banco
Olor a Café: Sabor a Uicú
Olor a Café: Recuerdos y Realidades
Fantasías
El Baile de las Estrellas
Mi madre danzó en su camastro de muerte días antes de sucumbir, su cuerpo adolorido, sus simientes crujiendo por dentro, la existencia le concedió un minuto de paz y ella lo compartió conmigo.
Sus ojos brillaban, como brillan las más esplendentes estrellas, con luz interior, desbordamiento de resplandor y harmonía, con estelas de partículas del horizonte de galaxias lejanas.
En su voz pude escuchar la voz de Dios, hablando por ella, palabras celestiales escondidas en un cúmulo de silencios, millones de montañas de sonrisas cubiertas de firmamentos, miradas pérdidas encontradas en las lunas de mil planetas.
En el roce de sus manos pude sentir el oleaje de mil océanos, mares entre sus uñas, tempestades en el centro de sus palmas, tsunamis en su ternura, profundidades desconocidas en sus respiros.
En sus manos tibias aprecié la vida fluctuar en una cuerda floja, y así, como quien sabe lo que tiene que hacer, cerró sus ojos, y se llevó en un respiro un latido de mi corazón y un pedazo de mi alma.
La extrañaré sabiendo que la veré algún día, más allá de donde bailas las estrellas.
Viaje Sin Regreso
Vengo de un éxodo oscuro donde no necesitaba maletas, un camino de espinas repleto de botones morados, pero sin hojas de retroceso, pasos que se pierden en un cosmos de raíces insondables, sellando en cada senda el vergel de mis años.
Vengo de circular por diversos mundos, impeliendo bagajes, frutos de árboles extraños, semillas que crecen sin agua, impuestas en amaneceres de soles que no se ocultan, mortajas de seda decoradas con ataujías, colectividad que se pudre, ramas bellas pero torcidas, todas esenciales, todas, todas mías.
Vengo de un mar de suplicios, arrastrando valijas, corriendo entre la sabia de un océano de martirios. Soy el dolor que se cuela entre las risas más lindas, entrelazando sudarios para indivisos indóciles. Soy la tormenta que apaga las velas de los incrédulos que me persiguen y no se persignan. Soy el lamento de crujir de los dientes de los que se comen sus propios excrementos. Soy el olvido de un piélago de caprichos que fueron vendidos como castillos.
Vengo de un viaje sin reintegro, donde nunca se cumplen los sueños. Vengo a pasar la hoz para cortar las molleras que no estén bien apostadas. Vengo de un desplazamiento de tristezas por caminos de luz pisando con calzados de lluvia en un desierto de penas.
Prepara tu maleta por si te toca hacer un viaje por el camino de tu tristeza.
La Naturaleza de la Política
¡Despierta!
inútiles de holgazanes y ridículos pendencieros.
en mundos de plástico, peróxido y cristal.
Su Pulso en Mi Vida
Carambolas
Perdido en Tu Memoria
Caminaste conmigo, eso me basta,
no me siento sólo, sino que otra vez,
como aquellos cálidos primeros días,
Ahora, que te concibo viva
vivirás por siempre en alma, mi ser,
tú, forjadora de mis memorias.
Mi Reencuentro Contigo
Creo en un Dios que nos crea en "cuerpo", "alma" y "espíritu"...en mi caso, y comparto esto contigo por quien tu fuiste en la vida de Annie Caro; sólo el cuerpo falleció, ese armazón (como lo definió Fathima ayer) merece respeto, porque por 68 años albergó el espíritu de mi guerrera, y ese NO murió, sino que retornó a donde fue creado.
Anoche caminé por mi ciudad, por las calles que por décadas la vieron trabajar, soy fiel creyente en un mundo espiritual, y la sentí, en cada sonido, en cada brisa, en cada persona que me pasaba.
La sentí en cada indigente que dormía en las calzadas, pensé en sus palabras, "lo mejor para los pobres, siempre".
Tuve la suerte de vivir nueve meses en ese armazón, compartí vida con ella y escuché su voz desde su vientre, hoy, y por el resto de mi vida, le toca a ella escuchar mi voz por dentro, sentir lo que yo siento, compartir mis latidos y saber que por ella YO vivo.
Hoy, y el resto de mis dias, le dedico a ella mis respiros.
Hasta nuestro reencuentro mi guerrera.