Juan Fernández | jbfdez@gmail.com
Me llegan los
febreros como copos de nieve adornados en soledad. Millones de cuerpos sin alma
que gravitan sonámbulos en una tormenta más. Almas atrapadas en el limbo de dos
mundos, dos islas aisladas por sueños y tempestad, esperanzas de huracanes aferradas
en regresar.
Llenando crucigramas me
llegan los 27, se me caen, desvanecidos, como grumos blancos del sudor de un
pensamiento más. Las ideas se me escapan en líneas horizontales y los planes se
me tornan en galaxias verticales, el lápiz de la vida se me gasta buscando
puntos que cruzar. Esperando años bisiestos para celebrar los deseos dormidos
de retornar.
Dibujando líneas en
la arena de mis pesadillas convertidas en realidad, se me van los meses, contando
semanas para regresar a unas horas de cocos, bachata y navidad, buscando el
brillo de los ojos de mis ancestros en el sol de un mar de cristal. Tratando
por ocho horas de anticipar dónde repicará el látigo de la crueldad.
Dime, Juan Pablo, si
las lágrimas de cada 27, lloradas desde tan lejos, fueron estrofas en los versos
líricos de tus poemas, y si hicieron rima en tus fragmentos de dolor y autonomía.
Dime si era actor en tu teatro el abandono de los míos, a merced de la desidia
de millones de aves de rapiña en este mundo desalmado.
Dime si el rojo de la
sangre del millar de heridas que llevamos en el alma forman parte de tu emblema
tricolor. Dime si el azul de tu cielo sagrado es el mismo que el cielo gris que
me venden en estas tierras lejanas, como parte de un sueño que no es mío. ¡Maldito
sueño del castigo!
Dime Matías, dime, si
tu espada puede liberarme del yugo extranjero que nunca dejó de ser, el mismo
de tus días. Pregúntale a Francisco si me entiende, si creen que pueden
levantar mi gente del abismo del absolutismo, de las fosas de la desigualdad.
Somos parte de una
máquina de sumisión que nunca se detiene, alimentada por la sangre de los hijos
soñadores de una patria de emancipación y repicar de tamboras. Llenamos las
filas para suplantar cada uno de caídos para dejar nuestras vidas junto a las sonrisas
burlonas de los que nos quieren desangrar.
Quisiera tener tu
pluma, amigo Duarte, y con ella dibujar poesías en el aire y conjurar en las
nubes una nueva realidad, pero no puedo, necesitamos hoy, más que nunca, tus
letras de libertad y tus elegías alentadoras. Ciento setenta y tres años
vividos y aún no sabemos interpretar la más sencilla de tus odas. Nos han
cambiado el opresor, pero nos dejaron la necesidad rampante de libertad.
Dios, escucha
nuestras súplicas, protege los hijos que dejaste allá y los que dejaste salir
en orfandad.
Patria, cuídame la
espalda y dame razones para regresar. Mis sueños no han cambiado con la
distancia, el dolor es el mismo, la meta sigue siendo igual.
Libertad, espérame un
poco más, no te desesperes, te busco entre dos mundos y no te puedo encontrar,
con cadenas me sostienen los tobillos, pero mi alma vuela en el cielo de la promesa
de Luperón.
Feliz 27 de febrero,
dominicano, donde tú estés parado vive la posibilidad de libertad.
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