Por Juan Fernández
Nadie se preparó para la llegada del tsunami en el sur de la isla de Santo Domingo. Unas horas antes, desde las Islas Canarias, se había generado la ola marina más grande de la historia del planeta, fue creada por una explosión en una caldera volcánica submarina en la zona oeste del archipiélago. Desapareció del globo terráqueo toda la superficie habitable de las islas y el temblor se sintió en todo el mediterráneo. La nube de ceniza despacio encerraba el planeta. Se anticipaba que la ciudad de Nueva York quedaría inundada bajo más de 20 metros de mar.
Corría agosto del 2028 y la regidora del barrio La Playa, en Barahona, la energética comunicadora Kanaima, era la única voz de alarma para salvar la gente de su próspera y bella ciudad.
Varios de los funcionarios de la Perla del Sur fueron formados bajo la lupa escéptica de la Fundación JOBAL y las prácticas de educación de los dominicanos del exterior de la zona Enriquillo, asistidos por una comunidad superactiva de dominicanos ausentes, entregados al desarrollo de todo el país.
Este escepticismo le permitió a Kanaima ver más allá de lo que todos pensaban, siguiendo un protocolo creado en el 2021 por la directiva de la Fundación, Kanaima activó una videoconferencia con los demás regidores del área y todos hicieron caso omiso a las advertencias de ella. Su explicaciones, aunque eran avaladas por un concepto inteligente, eran estupidas para ellos, escuchaban más la prensa y lo que decía algún idiota en YouTube o Facebook.
El tsunami llevaba siete horas y treinta minutos corriendo en el Atlántico y las olas superaban los 40 metros cuando impactó las costas del norte de la isla. Kanaima podía anticipar que cuando pasara las islas y chocara contra las costas de Centro América y Sur América crearía una réplica en el Caribe que devastaría el sur del país en su retroceso, especialmente a la capital y el municipio más próspero de la última década, Santana Cruz de Barahona.
Cuando los homólogos se burlaban y los alcaldes estaban enfocados en asistir al norte de la isla, Kanaima le pidió a su alcalde, quien fue educado bajo la misma doctrina que ella, que le ayudará a crear un procedimiento para salvar a la gente buena de su sector. Juntos evaluaron la hipótesis y llamaron a dos miembros de la Fundación, al mentor de uno de los fundadores, José Fernando Gutierrez y a una ministra de educación que trabajaba en la ONU, Melania Suarez, la conversación sólo tardó unos minutos y la decisión de proceder con lo planteado por Kanaima fue aprobado y un plan puesto en práctica.
Pocos hicieron caso y la destrucción de Barahona fue total, la regidora Kanaima y centenas de miembros del proyecto juvenil de la Fundación pudieron salvarse retirándose a las mismas montañas que usó Enriquillo para huir de los españoles.
El joven alcalde, la regidora y casi todos miembros de la Fundación, entendiendo como trabajaba el procedimiento de comunicación que Kanaima había formulado para su municipio, sobrevivieron el tsunami. Físicamente la provincia desapareció y 90% de los habitantes de las áreas costeras murieron ahogados, los hoteles fueron arrastrados por el agua como si hubiesen sido construidos de papel.
Kanaima se sentó sobre una piedra en un acantilado, desde allí se podían ver las ruinas de la ciudad, sintió la mano firme de su amigo, el alcalde, quien con un level apretón que le decía gracias. Se paró y fue caminando por cada espacio que los sobreviviente habían habilitado para morar, muchos lloraban desconsolados, pero al ver los ojos brillantes de la regidora sentían que había esperanza.
Ella fue saludando a cada persona como si fueran familiares, los conocía por sus nombres, conocía sus historias, sabía que no podía llorar, ni decaer, pues en ella descansaba la fe y la posibilidad de un mañana.
Las ayudas de los países del primer mundo nunca llegaron, ellos también fueron devastados por el tsunami. Los Barahoneros del exterior, aun dentro del dolor de sus pérdidas, se concentraron en hacer todo por su provincia y en menos de un año Barahona era la única ciudad activa del Sur de la isla. La presidenta pidió al congreso mover varios ministerios a Santa Cruz y los demás a Santiago.
El alcalde y Kanaima habían activado el puerto marítimo y el aeropuerto, que era el único operacional en todo el país. Barahona retorno a la gloria del siglo anterior y todo por la visión de una joven que no desistió de creer que ella es la única que puede lograr el cambio que desea ver en su entorno.
En la gorra de trabajo, que Kanaima siempre usaba, se podía leer la frase con la que todos la conocían..."Barahona Soy Yo".