Si, Florecen Las Ideas

Juan Fernández | jbfdez@gmail.com

Corren, como ríos inertes, los ideales durmientes de las generaciones de antaño. Chocan contra las rocas de cascadas y precipicios, las metas alucinantes de los padres de muchas patrias en sus sagrados inicios. Libertad e igualdad de derecho, hoy casi cumplidos, pero completamente lo opuesto, iguales en ignorancia, esclavos del consumismo.

“¡Cuidado, que te tumba!”, dice un inepto que intenta cruzar el charco donde duermen los cocodrilos de las revoluciones sociales, confundiéndola con redes digitales, buscando hacerse un selfie. 

“¿De que nos sirven los marxistas y lenilistas?”, gritaba uno que se ahogaba en el vaso casi vacío de su absoluta ignorancia, oprimido por un sistema capitalista, que no entiende, mientras reía inconsciente y sus amigos lo subían en sus redes sociales.

En las oscuras esquinas, donde nunca llega la luz de la conciencia, se esconden las mentes prodigiosas de Salomé, María Trinidad, Doña Ercilia, Trina, Montés, resguardadas por los brazos fuertes de Mamá Tingo, Piky, Patria, Minerva y María Teresa, buscando como zafarse de la pisada aplastante de maquillajes, pelos postizos y cirugías que prometen el estrellato a costa de la sumisión de los sentimientos y el no despertar las razones. Así se pierden las jóvenes, con senos artificiales que flotan como bollas en los mares de impoluta incertidumbre.

“Quítate, rápido, que va pasando en el río la canoa con las ideas del “Ovejo”, sus canas blancas e ideales rupestres”, gritó, mientras huía, un intelectual de la nueva escuela que se escondía en sus sabios libros, llenos de polvo y polilla, marcado con orgullo en la página cero. Descartes lloraba, sentado en la cuneta, junto a su amigo Shakespeare, mientras sus ideas se perdían en las alcantarillas podridas del profesional de la época. Cultos en sus apariencias, vacíos en sus discursos, perdidos sin pensamientos.

Juan, Joaquín y Peña fueron amarrados esta mañana en los palos de la hoguera, todos se llenan de júbilo y van llevando a sus pies, libros, panfletos, folletos y gasolina, para encender, en celebración, la muerte del ascenso paulatino de una joven nación que está aprendiendo en olvido, bailando al ritmo de un mambo diseñado como castigo.

¿De qué te sirve el conocimiento que se te pudren en la mente? Viértelo en un joven jardín donde puedan florecer las ideas. ¿De qué te sirve contarme las historias de un pasado mientras lloras? Seca tus lágrimas y cuenta tu leyenda, que la inspiración nace con tus palabras, y germina en pensamientos.

¿De qué te sirve callar? ¿De qué te sirve quejarte? ¿De qué te sirve dormir?

¡Despierta! Carajo, hagamos algo, que todavía hay tiempo. Yo estoy aquí, fusil en mano.

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