Caen diluvios,
como lágrimas de millones de ángeles y querubines, mientras, cuestionamos cada
gota de lluvia en las redes sociales, como si fuéramos dueños de algo y
ayudáramos a alguien con un teclado. La madre naturaleza hace ajustes de su
entorno, arrastrando todo a su paso, sin medir almas, ni pesar corazones. El
santo planeta no calcula, ni especula, los días de pensar en maldiciones de
dioses fueron superados hace cientos de años, y aun buscamos respuestas en los
cielos y las oraciones, oremos mientras hacemos.
Caen
tempestades de sueños perdidos, que se convierten en pesadillas de nuestros
jóvenes, esperanzas arrastradas por el agua en mi amado Cibao, hortaliza de mi
isla, mientras, muchísimos pernoctan el vuelo de las golondrinas, sus sábanas
cálidas sobres sus cuerpos repletos de golosinas. Ineptos incompetentes.
Despacio perece mi gente y muchos caminan dormidos, sonámbulos del espejismo de
sus vidas vacías.
Caen
manantiales celestiales sobre las espaldas de miles de madres hambrientas que
guarecen sus famélicos hijos, mientras, sus casuchas son consumidas, en las
noches más oscuras, por las aguas de un rio de llantos y lagunas de clamores y
lamentos. Mientras, miles sonríen, cantan y bailan en las esquinas de sus secas
y hermosas moradas, como si fueran bufones de la corte de un castillo
construido por las heces fecales de sus podridas emociones.
Yo no
puedo cambiar el mundo, lo sé, ni puedo detener las lluvias de La Niña, créeme
que lo he intentado, he tratado de conjurar ceremonias del pasado, como si
fuera un desequilibrado, para intimar detener los vientos, he colgado piedras
en mi alma, hasta peñones, y he danzado los ritos indígenas de mis ancestros.
Lo que sí puedo hacer es unirme a los esfuerzos de mis almas gemelas, portar un
granito pequeño de mis esfuerzos, cada gota de mi sudor, seca, cada caja en mi
espalda, construye, y cada dólar enviado, edifica esperanzas.
Únete,
entrégate, apoya. El Cibao Nos Necesita, ¡Hoy!