JB Fernandez
Me escondo en las siluetas dulces de tus pasos de luz, tu piel arrastrando claveles sobre la arena tibia del mar de mis anhelos. Durmiendo sobre las olas. Tus labios quemando pétalos en los jardines donde sembramos nuestros deseos, conjurando órganos en la playa, mezclando agua, fuego, sal y tierra.
Se te pierden los gemidos en mi hoguera, tus uñas cavando surcos en canteros, tu semilla germinando en el Edén que hemos creado en nuestro lecho. Me invitas, allí, a comer del fruto prohibido y remuevo el arbusto para que caigan los duraznos del árbol de tu vida. Me convierto en el abono de tus deseos escondidos.
Se me olvidan los dioses en tu ombligo, y excomulgo los pecados de mis ancestros. Se me olvidan las promesas de vida eterna, no quiero una vida más de la que tengo, para siempre me haría un insecto del respeto al tiempo. Se me olvida que el planeta y la luna rotan, y no me importa, que se detengan. Se me olvida todo delante del polen de tu cuerpo. Yo solo quiero dormir en una rama de la cima de tus respiros.
En tus brazos lo recordaré todo y viviré para dibujar tu pecho. Creceremos en hortaliza de nuestra historia, mojados en la lluvia de nuestras decisiones, sin apresurarnos, despacio, gota a gota, solo con el amor que nos toca.
No me quedan palabras para decirte que te amo. Mírame, lee mi alma por mis ojos, te escribiré poemas con mis latidos, en el alfabeto de mis sentimientos, crearé palabras que no existen, que quizás se perdieron en el tiempo, y aquí, de rodillas, debajo del árbol de tu fruto prohibido, te escribiré en el vientre cuanto te amo, con la tinta eterna de la vida.
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