Gotas Sueltas
Juan Fernández © 2017
Dosificamos, apretando con torniquetes antiguos, nuestros silencios; las palabras mudas que no decimos. Gotas de un río de aguas incomprensibles, que se enmarañan con discursos en las bocas de los perdidos. Nos atrapan, sus palabras vacías, como bejucos de hiedra en una pared de ladrillos.
Esperamos respuestas de colores que nos llenen los arcoíris grises de nuestros cielos clausurados, llenos de pesadillas. Tempestades que no se calman, huracanes en el cáliz de amarguras de nuestras propias inequidades, circulando en torbellinos de desasosiegos. Nos reímos, cuando las lágrimas nos sofocan y el murmullo de nuestras propias conciencias nos castiga.
Somos parte de un mundo de parásitos conducidos por lombrices. Nos arrastramos en fila india detrás de las migajas que se caen de las barrigas orondas de los monstruos de un sistema de penas y martirios. Somos báculos desarmados de verdades, en un cosmos de mentiras. Bailamos al ritmo de la música de los degenerados, y nos venden sonrisas enrollados en cigarros de mariguana.
Tenemos necesidades que van más allá de las hambrunas, momentos que cuelgan en un vacío que no se llena con limosnas, santiamenes de silencio que nos gritan en la cara, oraciones sin respuestas a un dios de madera que colgamos de nuestros cuellos, sin saber si vale nada. Nos olvidamos de nuestras raíces, nuestras culturas, nuestros enojos se convierten en nuestro pensar y despacio nos encierran en jaulas de cemento y creemos poder volar. ¡Ilusos!
Somos esclavos de nuestro pasado y cerramos los ojos a nuestro futuro, quemamos el presente en cadenas de pensamientos inoportunos, nos hacen comer el excremento de nuestros propios intestinos decorados con flores nacidas en nuestras propias utopías. Somos pinceladas en el lienzo de acuarelas del retrato de un joven desaparecido.
Callamos cuando debemos hablar y hablamos cuando todo termina. Nos van a quitar la venda de los ojos cuando no tengamos nada que mirar. Somos como santos en el altar de un incrédulo, decoración de piel y hueso, admiradores de velas, agua florida e incienso. Castigados por males auto-impuestos.
Somos paz en tiempo de guerra, que empezó en nosotros hace mucho tiempo, nosotros, simplemente no lo sabíamos. Somos el campo de batalla en medio de mil tormentas. Ayúdame a encontrar la luz en tanta tiniebla, antes que la oscuridad sea perpetua.