Juan Fernández © 2021
Puedo escuchar los tambores templados escondidos en caderas de una afrocaribeña que camina por las aceras del malecón, bañado por las aguas cálidas del Caribe, quemada, a gusto, por un dulce astro sol.
Respiro las güiras de las sonrisas de jóvenes que tratan de volar en los cielos de miradas de muchachas con ojos angelicales que están comiendo empanadas en el parque Colón.
Toma café negro sin azúcar, en el Conde, un acordeón de manos escurridizas que buscan tocar las redondas bellas nalgas de un saxofón que va recitando versos coloniales a una trompeta que le pide un beso a un joven poeta barrial.
Un merengue me recuerda que mis raíces son bachatas lentas y rápidos pericos ripiao, cuando me detengo en la Duarte con Paris a comprar un radio viejo para oír música de mi país.
Notas blancas y negras solfean en mi sangre y bailan en mi corazón subiendo La Católica sin importar las horas que tarde en un tapón. Dos banderas se ríen, yo me muerdo los labios, pienso en los miles de sueños de mis padres que hoy, por fin, entiendo viven felices en mi corazón.
Por eso estoy aquí, respirando el polen de mi gente, buscando lo que se me ha perdido...Yo.
¡Yo soy de aquí!
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