Dejamos, desgarradas, migajas de nuestras almas lesionadas en las gotas de nuestras tempestades, en la fina arena de nuestros más estériles desiertos, esperanzados que se curen con anhelos y un poco de olvido, aunque tengamos que fabricarlo de los huracanes que nacen en los archipiélagos de cientos de pensamientos inmorales.
Olemos, sin saber cómo, las fragancias dulces, sabor a vainilla, de nuestros orquestados quiméricos amores, palpitando entre las tinieblas amargadas de nuestras destrozadas aprensiones. Somos víctimas preferidas de un cupido que derrochó, hace muchos, sus flechas y hoy sólo caza corazones perdidos.
Somos óleo y acuarelas, mezclas, muchas veces, sin sentidos, derramadas en las pinturas que mostramos al mundo, para sentirnos que tenemos sentidos, conjugando, en el arte rupestre, nuestras irremediables existencias. Lienzo que colgamos en las cavernas donde almacenamos nuestras diversas experiencias coexistidas, quizás, otra vez, con un poco de olvido.
Somos actores improvisados, sin guiones, en la completa oscuridad de nuestras mendigas líneas. Titeres y arlequines, pantomimas de paredes que derrumbamos y escarmientan. Mediocres en actuaciones de nuestras magistrales mentiras. Actores mecánicos de obras corrientes e insensibles.
Se desintegran nuestros espíritus y los reconstruimos con deseos de ser más que lo que piensan los demás que fuimos, buscando ser parte de algo libidinoso, psíquico o divino. Caminamos como dioses en un mundo de peregrinos, sin dejar huellas en el camino. Arrastramos los talones mientras corroemos nuestros pulgares en la vía.
Estamos carentes de designios, sin cuajar los más sencillos objetivos y reímos como si fuéramos capaces de hacer algo que ni siquiera entendemos, ni hemos decidido, ilusos rehenes de nuestras vidas sin destinos. Pecadores e impenitentes de tantos sinsabores. Preferimos la salida más cercana, cuando el crecer está en el aprendizaje de enfrentar nuestros errores.
Somos sombras en las luces de tantas vidas, jugamos a las escondidas con nuestros más cercanos amigos, convirtiéndolos en refractarios, creando el estorbo desde adentro. Nos colgamos títulos en el cuello que compramos con ofrendas. Nos convertimos en líderes de nuestros enemigos y queremos llegar al ruedo. Usamos nuestras falsas sonrisas como viaductos colgantes de escarmientos y nos quedamos en el aire con el desplome de sus cimientos.
Decoramos con las pieles de nuestras víctimas las historias que mostramos en nuestras verbales vitrinas. Funestos en adulaciones, serpientes venenosas, privados de alguna doctrina. Somos miradas perdidas en el silencio que existe entre falsos seguidores de nuestras vacías contiendas. Nos enfocamos en nuestras metas sin importar cuantas almas aplastamos en la rienda.
Somos mártires de nuestros propios flagelos, sangramos mientras tomamos licores y vinos, dibujamos con la sangre las caretas de nuestros circos, fingimos ser capaces, cuando siempre vivimos confundidos. Se nos pierden nuestras promesas en el horizonte de la oscuridad del túnel que cavamos nosotros mismos. La luz que divisamos al final de hoyo que profundizamos, es el faro del tren aplastante de otro maldito que viene arrastrando más promesas y condenas.
Somos cadenas de centenares de clavos crucificando, sin piedad, nuestros procreados cristos. Oramos a escondidas a dioses desconocidos, esperamos que nos concedan deseos masticados por nuestras envidias. Predicamos los evangelios de nuestras religiones apócrifas, cimentadas en las coronas de espinas de uno que no castiga. Visitamos templos erigidos, como salas de magnos teatros, cuando el templo real lo desvestimos por unos dólares baratos.
Prostituimos el cielo en besos infernales con clientes de domingos. Brindando limosnas, tratando de comprar perdones e indulgencias, buscando adquirir la paz que no fundamos. Caminamos detrás de promesas vacías, las defendemos como si fueran nuestras. Somos como las golondrinas, volamos en cielos desconocidos, tratando de elevarse solas, sin hacer grandes despedidas.
Nos empuñan el futuro, como si fuéramos insectos minúsculos e insignificantes, saboteando nuestras oportunidades de convertirnos en los seres celestiales que nacimos para ser en este mundo simple que opto por llamar mi cielo, mi infierno y mi purgatorio. Aquí cumplo todo lo mío. Nos sentimos cubiertos de libertad que no ayudamos a mantener y dejamos que nos la quiten. Quizás ni la merecemos.
Somos construcciones egoístas de diseños invertidos de pirámides que destruimos. El tiempo ha dejado de ser el profesor de nuestras vidas, nos deja envejecer, pero nada de cognitivo. Con él se nos van más fragmentos de nuestras almas y esperamos, quizás, otra vez, remediar con un poco de olvido.
Lamentamos, yo y mis cinco mil millones de bacterias, revelar lo que existe detrás del velo que te pusieron en este plano de anodinos. Si ya lo sabias, te felicito, ahora busquemos la salida. La ignorancia nos está matando la villa.
Ven, hablemos, ya somos dos que despertamos de esta loca pesadilla. ¡Piensa!, deja de buscar lo perfecto dejando escapar lo real y lo cierto. ¡Vive!, pero con los ojos abiertos. Detén el desgarre de tu alma en sueños y fantasías...lo real está despedazando el alma que te da razón de merecerte un respiro.
Luchemos, juntos, por un ideal.
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