Juan Fernández © 2018
Nos sentamos, como infantes, ciegos, sordos y mudos, en nuestras jaulas metálicas cubiertas de estiércol, construidas por barrotes de nuestra propia ignorancia, inhábiles de prender vuelo.
En las noches nos ocultamos de la penumbra, por temores impuestos por serpientes que se arrastran. En el día le tememos a los halcones que vuelan sobre nuestros nublados cielos, reyes sin castillos, perpetuos invasores de nuestras conciencias, ladrones de nuestros sueños, vendedores de promesas que sabemos que no podrán nunca cumplirnos. No cortan las plumas de nuestras débiles alas, nosotros atrofiamos nuestras alas con cada boleto que echamos irresponsablemente en las urnas.
En un futuro cercano tendremos la oportunidad, una vez más, de pararnos en el borde de la jaula, abierta o cerrada, por un candidato u otro, tu conciencia será el viento que te mantenga a flote o te desplome, saltaremos al vacío, en el proceso cerraremos los ojos y abriremos las alas, viviremos para contar la historia, o los gusanos se multiplicarán en nuestros cadáveres en el fondo.
Cada paso que das inconsciente en tu jaula, te mantiene prisionero de tu propia ignorancia, naciste en un huevo, igual que todos los otros pajaros, pero tu deseo de crecer, de echar tus propias plumas, te definen.
¡Vuela, dominicano, vuela, que buitres esperan para alimentar a los suyos. Al final, la jaula eres tú!
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