Juan Fernández | jbfdez@gmail.com
No entiendo, simplemente no creo que entenderé nunca,
los secretos, ni los placeres de nuestras existencias.
Prosas enmarañadas, escritas sin papel en tinta viva,
párrafos perdidos entre cortos gemidos imperecederos,
explicaciones, mis pasiones, inútiles e innecesarias,
cientos perpetuos raciocinios disolutos y desgastados
del cincelar sereno y tibio de tus veneradas sonrisas.
No concibo de donde surgiste mujer, que dios te hizo,
fuiste creada en un cosmos de sueños de mil tormentas,
naciste del hoyo negro de un sol blanco que pestañaba
muertos suspiros de novas, exhalando auroras boreales,
del universo despejado de la inocencia de tus miradas.
Eres luz viva y condensada en el alma de mis caudales,
cierro los ojos y tus pensamientos, como un nuevo sol,
flamante en el infinito, repleto de planetas, ilumina.
Las albas, blancas poesías, no dan todo lo que aspiro,
a veces pretenden, entre líneas, me trazan carcajadas.
Derramando sonrisas, los versos, en rosas de suspiros,
me proveen oportunidades, minutos eternos tus abrazos,
rimas alocadas que caen desde tus caderas a mi pelvis,
fluyentes cascadas, guardan miles fragmentos sagrados,
cientos de futuros vivos, que crearemos en tu espalda.
Eres savia productiva, molécula del néctar de mi vida,
Quiero ser sujeto en tus hechizos, sin ti nada existe.
Te amo.