Vivimos, creemos, como parte de un plan divino, o escogemos la vida que creemos debemos vivir, muchas veces marcados por las limitaciones de miles de mentes aturdidas que creen entender lo que debemos hacer. Miopes de visiones restringidas. Parece que no existe forma de hacer ambas a la vez, nos dieron la vida para vivirla y muchas veces nos perdemos en el amanecer, o nos dormimos en el ocaso.
Caminamos toda nuestra paradójica existencia buscando trillar un camino que no existe, removemos miles de piedras de la acera y se nos olvida el peñón enorme en la mitad de la carretera, arrastramos las huellas de otros andares que se nos cruzan en el sendero, y no nos liberamos de ellos, vamos dejando banderines en la vía, esperanzados de que otros puedan ver que una vez existimos, y nos exterminamos entre pasos que no terminan, diluidos en líneas pintadas en rotondas de memorias interminables.
Vamos dejando pedazos de nosotros entre los mojones que marcan nuestras sendas, retazos deshilachados por el viento, pequeños vestigios de nuestro destino, luchamos contra aire y marea, nos perdemos y al final encontramos, en el aire, el olor de nuestras viñas, maldiciones o bendiciones del paraje que escogemos en el universo de nuestras almas perdidas. Construimos castillos en el polvo fino de nuestras estrellas y las olas nos dispersan en la arena.
En el camino conocemos almas que nos acompañaron por unos pasos, entre ellos diosas y mendigos, damas y caballeros, sembramos y arrancamos flores del jardín de muchas vidas, y se nos secan los ríos, y se nos caen las hojas y no nacen cicatrices, como si fueran raíces de árbol de muchos frutos exóticos, alimentamos hambres eternas en otras hortalizas sucumbidas, somos el mapa vivo de un millar de historias que nunca contamos, cartógrafos experimentados en costas y montañas de continentes perdidos, matizados en espíritus de otras vías lácteas, ínfimas en la inmensidad de nuestra almas complejas.
Mis zapatos no son nuevos, pero son míos, mis historias, o historietas, no son únicas, pero son mías, mis caminos son trillados, pero son míos, mis pasos…si, siempre míos. Hoy caminaré el paso que quiero dar, el de mañana será, desde luego, también mío. Voy dejando el polvo de mis días en el camino, arrastrado por el viento célula por célula en el camino.